"Voy a ser abogado, uno con estilo. Y quiero serlo porque un abogado pelea por tener la razón siempre" dice Cristian Miranda quien sonríe, pero es seguro, de carácter fuerte, decidido, casi desafiante.
Que haya nacido sin brazos ni piernas parece ser un detalle menor para él.
Que deba escribir, usar la computadora y asir todo con sus pies mínimos, casi pegados a su cuerpo, parece ser para él una circunstancia intrascendente.
Tiene los mismos 16 o 17 años que sus compañeros de 4º año de secundaria y es uno más de ellos. O no, es casi el líder del grupo. Que de pronto la escuela secundaria haya agregado un año más a esa etapa educativa, por haberse transformado en una escuela técnica, parece no haberle afectado mucho. Tampoco que ahora deba usar sus "manos" para las prácticas de taller tampoco lo ha afectado.
Hizo la primaria en la escuela especial 2-042 Alberto Juaire y no se quedó satisfecho. Conseguir seguir estudiando no fue simple. Los edificios no estaban preparados para él y había cierto temor en lo equipos docentes de no poder dar respuestas a sus necesidades. Pero en la escuela Nº4-005 Josefa Capdevila no tuvieron problemas en darle un banco. El director Antonio Rodolfo Politino fue determinante para que Cristian se convirtiera en alumno. La escuela no tenía impedimentos edilicios para no hacerlo y para Politino "no hay que tenerles miedo a las diferencias".
En el aula casi no hay diferencias, salvo que Cristian utiliza sólo su computadora. Hace unos días la Dirección General de Escuelas le entregó al alumno una notebook y una tablet que le amplían la posibilidad de trabajo.
Le gusta la Play, salir con amigos y ver a River. Una trafic lleva todos los a Cristian a la escuela. Y con él viene, todos los días. María Miranda tiene 45 años y habla poco. "Es un chico más", dice. No se queja, no reclama, no tiene penas. "Se hace lo que se debe hacer", dice.
Son humildes. Viven en la zona rural de Alto Verde y no se distinguen de cualquier otra familia. Fuente / UNO