Miguel Antonio González fue uno de los 323 tripulantes del crucero General Belgrano que dieron su vida por la patria el domingo 2 de mayo de 1982, en plena Guerra de Malvinas, cuando el submarino nuclear británico HMS Conqueror atacó la embarcación.
Oriundo de localidad de Monteagudo, del Departamento Simoca, Tucumán. González fue reclutado con apenas 18 años. Apodado "Chala" o "Chalita", era el primero de seis hermanos de una humilde familia. Actualmente su madre, Candelaria González, vive a cuatro kilómetros de Monteagudo, en Sud del Trejo.
Hasta allí se dirigió este sábado el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Claudio Avruj, con motivo de realizar un homenaje al héroe y obsequiarle a la familia una Bandera Nacional de ceremonia con el nombre de González y una placa conmemorativa.
La iniciativa, que se efectuó en conjunto con la Fundación "Dotación 1982 y familiares de Caídos del Crucero General Belgrano", surgió en el marco de un viaje a la zona del hundimiento que se organiza para mediados de octubre con familiares de tripulantes. En el encuentro estuvieron la madre, los hermanos y los sobrinos del soldado González.
"Nos parece que siempre el Estado tiene que estar con la gente, para darle un abrazo, para decir que Malvinas es un recuerdo y un compromiso que está en la memoria de todos los argentinos y que lo que hicieron cada uno de los hombres, los muchachos, no se olvide", manifestó emocionado Avruj.
González fue uno de los 1093 tripulantes a bordo del General Belgrano. A las 16:02 de aquel gélido domingo 2 de mayo de 1982 en aguas del Atlántico Sur, el buque recibió el primero de los tres torpedos MK-812 lanzados por el HMS Conqueror desde unos 5 kilómetros de distancia (aunque sólo los dos primeros dieron en el blanco).
A las 16:23 el comandante Héctor Elias Bonzo dio la orden de abandonar la nave. Ya sobre las cinco de la tarde, el gigante de 13.500 toneladas se hundió en el océano. 770 hombres alcanzaron las balsas. 323 quedaron en las profundidades del mar.
Además de González, otros 23 soldados tucumanos (solo dos cuerpos fueron recuperados) estuvieron en el General Belgrano. Su cajón llegó a Tucumán cerrado y así fue enterrado. Jamás se abrió.
Desde entonces el féretro reposa en Monteagudo, donde su legado perdura en una de las calles principales y el complejo deportivo, que fueron bautizadas con su nombre. Lo propio sucede con un monumento de la ciudad de San Miguel, en el que lo acompañan los otros 22 tucumanos héroes de Malvinas.
