Roberto Ojeda tenía 26 años aquel 2 de abril de 1982 cuando se declaró la Guerra de Malvinas. Era sargento en el regimiento 8 de Infantería en Comodoro Rivadavia y tuvo el deseo y la necesidad de luchar por la patria. En el campo de batalla le tocó controlar un cañón Oerlikon 20mm con apenas 3 días de entrenamiento. A sus 66 años, instalado en La Rioja y a punto de que nazca su nieto número 18, reflexionó en Vía País sobre la batalla que le cambió la vida.
Ojeda fue sargento en el Regimiento 8 de Infantería de Comodoro Rivadavia. Cuando se declaró la guerra estaba cumpliendo una sanción en Río Mayo, en el límite entre Santa Cruz, Chubut y Chile, y se enteró de lo que sucedía a través de los medios de comunicación. Roberto estaba seguro de que tenía que ir a luchar sin importar cómo.
Se presentó ante su jefe y le dijo “los castigos por faltas leves se levantan por guerra”. Y efectivamente, acababan de entrar en una. El Regimiento 8 ya había organizado el combate cuando Roberto se unió. Sin embargo, contó que gracias a su deseo y su insistencia logró que lo dejaran ir: “Como ya estaba todo armado, querían que me quedara a cargo de un edificio donde no había gente, así que insistí y molesté tanto que me dejaron ir a Malvinas”.
“Hay muchas historias sobre la Guerra de Malvinas. Cada veterano tiene una vivencia distinta por como estaba preparado y sobre todo por como lo vivió”, reflexionó el excombatiente. Él fue designado jefe de un cañón junto con otro sargento y seis soldados más. El 8 de abril salieron en avión rumbo a Malvinas: “Cuando vi desde el aire las Islas sentí una enorme sensación de alegría, porque íbamos a defender lo que era nuestro”, recordó.
“Estábamos preparados para seguir luchando”, aseguró el excombatiente argentino
Roberto y su grupo aterrizaron en Puerto Argentino, donde descargaron armamento y luego se instalaron en Bahía Fox, lugar en el que permanecieron hasta que finalizó la guerra. Una vez en posición, los combatientes tuvieron que organizarse para controlar un cañón que habían aprendido a usar apenas tres días antes. “A nosotros nos bombardeaban a la noche y nuestra fuerza aérea no atacaba a esas horas. Durante el día había aviones y era ahí cuando podía tirar mi cañón”, sostuvo.
Roberto estaba convencido de que tenía que estar en Malvinas defendiendo la patria. Había visto por última vez a su familia en febrero del 82 y unos días después les avisó que se iba a Malvinas. “Durante la guerra les escribía cartas donde volcaba todo lo que pasaba por mi cabeza en esos momentos. Yo tenía un pensamiento muy claro y fuerte en aquellos días: ‘el militar debía demostrar que no estaba para cobrar un sueldo nada más, sino que estaba para defender la patria’”, relató.
“El momento en que nos dijeron que Puerto Argentino se rendía y debíamos entregar el armamento fue algo que me quedó grabado para siempre. Nosotros no teníamos noticias de cómo iba la guerra, pero estábamos preparados para seguir luchando. En ningún momento sentíamos que estábamos perdiendo, así que cuando tuvimos que entregar el armamento fue una tremenda desilusión”, explicó el veterano.
Hay algunas imágenes que quedaron grabadas en la mente de Roberto para siempre: cuando vio las Islas desde el aire, cuando les dijeron que se rendían y cuando la bandera celeste y blanca dejó de flamear en Malvinas. “Al día siguiente de que Argentina se haya rendido llegaron los ingleses, quienes bajaron nuestra bandera e izaron la de ellos. Ese fue uno de los momentos más tristes de mi vida”, contó Ojeda.
La vuelta a casa: dejar el ejército y empezar de cero
Cuando terminó la guerra, los soldados fueron trasladados en un barco hasta Puerto Madryn. Fue ahí cuando Roberto se reencontró con su cuñado y pudieron avisarle a la familia que ambos habían sobrevivido. Ni bien tuvo oportunidad, Ojeda volvió su casa en Mendoza y decidió continuar en el ejército. Lo designaron sargento, pero ya nada era lo mismo.
“Fue muy difícil porque los que no fueron a Malvinas se quedaron con la vieja escuela del ‘trato personal de jerarquías’. Eso me chocaba un montón porque en la guerra estábamos todos juntos y dependíamos los unos de los otros. Pero la paz no es lo mismo que la guerra, así que pedí mi baja del ejército en 1988 y decidí empezar de cero”. Roberto se mudó a La Rioja, donde vivían sus padres y hermanos. Estudió y se recibió de analista en sistema.
Pero la vuelta a casa fue muy difícil y las heridas de guerra no eran fáciles de sanar. “Todos quedamos con un cablecito despegado y tengo compañeros que están muy complicados. Hace apenas unos días falleció mi cuñado de cirrosis. Su cabeza no logró acomodarse y tomaba más de lo que debía. Era una persona que respiraba por y para Malvinas”, dijo Roberto.
Para él no es fácil hablar de como lo afectó todo lo que le tocó transitar y de las marcas que le dejó la guerra. Trabaja mucho con los veteranos en espacios donde pueden estar juntos y hablar del tema. “En esos grupos no dudan de lo que sos, fuiste, hiciste y viviste porque todos lo vivieron a su manera. Eso nos ha protegido porque nos entendemos y también somos conscientes de que vamos quedando cada vez menos”, reflexionó.
Defender la patria hasta perder la vida, el juramento que Roberto Ojeda sigue cumpliendo
El próximo 2 de abril se cumplen 40 años de la Guerra de Malvinas, Roberto tenía 26 años cuando decidió ir a luchar con la ilusión y el deseo de defender a su patria. Aseguró que si le preguntaban hace 35 años si volvería a pelear, su respuesta era un rotundo sí. Sin embargo, hoy su mirada es diferente.
“Con el tiempo y a punto de ser abuelo por décima octava vez mi respuesta es ‘no’ porque las secuelas que nos quedaron fueron terribles. La guerra no es el mejor camino para nada. Hay que buscar soluciones a los conflictos por vías diplomáticas porque una guerra no te deja nada bueno”, sostuvo Roberto.
A sus 66 años, con mucha emoción y un nudo en la garganta, Roberto continúa fiel a ese joven de 26 años, a quien consideraba “un rebelde”, que quería luchar por su patria. Pero esa rebeldía se mezcla con las huellas que le dejó una guerra que lo marcó para toda la vida. “Nosotros hicimos el juramento de defender la patria hasta perder la vida y yo tengo que seguir tratando de cumplir ese juramento. Yo quiero que mi historia sirva para que no haya más guerra”, finalizó Roberto Ojeda.
¡Queremos contar tu historia! Nos interesa lo que tenés para contarnos, escribinos a historias@viapais.com.ar y un periodista de nuestra redacción se va a comunicar con vos.