Las historias de vida de la Guerra de las Islas Malvinas, muchas veces despiertan sensaciones de nostalgia, tristeza, pero también mucho patriotismo. Y entre ellas, se cuentan las vivencias de Juan Alberto Matsumoto, que decidió tomar el lugar vacante de un compañero de él que tenía familia, y así puso su cuerpo para ir a combatir a las Islas.
Transcurrieron ocho años del conflicto y Matsumoto ganó una beca y viajó a Japón, donde se enamoró y se casó. En la actualidad, ejerce como profesor universitario y solo visita Argentina “de vacaciones” y para ver a su padre.
El gesto de Matsumoto que tomó el lugar de un compañero con familia
Para abril de 1982, cuando comenzó la guerra, Matsumoto solamente contaba con 19 años de vida y era un soldado conscripto en el Regimiento VI de Infantería de Mercedes, de la provincia de Buenos Aires.
Cuando se dieron los anuncios de quiénes debían ir a las Malvinas, él asegura que no lo pensó dos veces y decidió tomar el lugar de un compañero que ya tenía familia propia.
“El 2 de abril, cuando se produce este hecho (de la guerra), yo había terminado el servicio militar obligatorio y estaba en la Universidad de Buenos Aires. Estaban convocando ya la clase ‘62, así que me presenté voluntariamente. Recuerdo que ese mismo día llegó a la unidad un compañero que había tenido familia. No dudé en hacer el cambio, tomé su equipamiento y el día siguiente estaba en Puerto Argentino”, le explica Matsumoto al canal de Youtube Japatonic LITE.
A su vez, en su relato con la entrevista que tuvo con Infobae, Matsumoto contó sus sensaciones de aquellos primeros días de la guerra: “¿Por qué lo hice? Todos estábamos eufóricos, cantábamos la Marcha de Malvinas. Ninguno sabía lo que iba a pasar. Y cuando estuvimos ahí, la verdad, tampoco teníamos demasiada información. Lo que sí sabíamos es que teníamos frío y hambre”.
La falta de preparación para la guerra
Juan Alberto Matsumoto es hijo de japoneses, pero nació en Escobar, provincia de Buenos Aires, en el año 1962. Ya su vida hace 31 años que se desarrolla lejos de nuestras tierras, dado que vive en Yokohama, donde ejerce como director de la Consultora Idea Network, además de ser profesor de Español en la Facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad de la Prefectura de Shizuoka.
A su vez, es profesor de Economía y Derecho Latinoamericano y de Sociedad Latinoamericana y Problemas Jurídicos en la Facultad de Derecho de la Universidad Dokkyo, además de desempeñarse en otras labores.
Pero sobre aquellos años de su juventud manifiesta en diálogo con Infobae que “es un recuerdo recurrente, pero no tan traumático para mí como se suele describir en algunas notas que aparecen de tanto en tanto”.
Y luego agrega: “Estuve desde el 13 de abril hasta el 18 de junio, porque cuatro días fui prisionero. En los últimos días, tuvimos muchos bombardeos de los ingleses, aunque no llegamos a entrar en combate directo, cuerpo a cuerpo”.
Y además, enfatiza que tras ganar la beca para ir a Japón y las experiencias que vivió a posteriori, él se mantuvo bastante ocupado, por lo que afirma que “eso me permitió asumir esa experiencia”.
Respecto a sus comentarios para el canal Japatonic LITE, Matsumoto explicó que para ir al conflicto habían recibido una instrucción militar que duró tres meses, aunque reconoce que “no sé si uno estaba preparado o no para combatir, pero teníamos conciencia de que teníamos que combatir, así que en ese sentido fuimos con la conciencia bastante tranquila y además con el anhelo de cumplir con nuestro deber”.
El frío del día a día en las Islas
“Cuando llegamos nos dimos cuenta de que el lugar era bastante descampado y hacía mucho frío”, explica Matsumoto.
A su vez, se refiere a la cotidianeidad de las jornadas en las Islas cuando no estaban sufriendo bombardeos, y hace mención a levantarse temprano luego de dormir en carpas, desayunar y luego construir las trincheras con el fin de que el día pasara lo mejor posible.
“Al principio comíamos bastante bien, dentro de todos los primeros 60 días más o menos, dado que teníamos las provisiones correspondientes”, relata.
Y continúa: “Estábamos dentro de todo cerca de la ciudad, entre Puerto Argentino y el aeropuerto, así que venían los carros donde traían comida caliente. Pero a medida que los bombardeos se hacía más asiduos después del 1° de mayo, las últimas dos semanas creo que comíamos polenta, y ya no pensábamos tanto, no seriamente en el tema de la comida, aunque sí hubiéramos necesitado un poco más de calorías”.
Respecto del frío, Matsumoto recuerda: “Cuando llegamos era mediados de abril, así que hacía frío, pero no tanto. Teníamos ropa medianamente para invierno y nos calentábamos con las turbas malvineras, que son como pedazos de tierras secas que tiene muchas raíces, pero tienen olor a combustible o a petróleo. Entonces, eso secado al sol, lo metíamos en la trinchera y hacíamos fogatas y con eso nos calentamos”.
“Muchos de nosotros no hemos disparado ni una sola vez”
También Matsumoto se refirió al combate cuerpo a cuerpo en territorio malvinense, algo que él nunca tuvo que enfrentar al igual que muchos de sus compañeros.
“Muchos de nosotros, de los más de 12.000 hombres, creo que casi salvo los que han estado en cierta batalla, no hemos disparado ni una sola vez”.
Y respecto de la redición, él cuenta que “la experiencia es obviamente amarga, cuando uno tiene que entregar el arma y todo el equipamiento”.
Y luego también hizo referencia a su captura a manos enemigas: “Estuvimos cautivos un par de días en la ciudad en unos depósitos y ya ahí estábamos más tranquilos a pesar de que higiénicamente no era el mejor ambiente, pero no nos trataron tan mal. Yo, incluso como dominaba un poco el inglés, estaba de traductor de ellos un poco, así que en fin, fue una experiencia no tan dura como muchos creen”.
Sí, afirma que lo que no hace es olvidar: “Hay que canalizar esa experiencia de la forma más positiva posible, porque si no se hace muy duro pensar que fue en vano que 649 hombres hayan ofrendado su vida en esa guerra por defender lo que es nuestro. Nosotros, los que hemos regresado, somos los que tenemos la responsabilidad de canalizarlo en forma positiva para la sociedad argentina”.