Se trata del artefacto más poderoso, jamás fabricado antes. El Sistema de Lanzamiento Espacial (SLS, por su sigla en inglés), de casi 100 metros de altura, es un conjunto de cohetes ideado por la NASA, sus empresas contratistas, y otras agencias internacionales, para impulsar la cápsula Orión hasta la órbita lunar, e incluso más allá, en el marco del programa Artemisa, a través del cual la humanidad volverá a nuestro satélite natural.
Después de dos intentos fallidos, la NASA intentará lanzarlo antes de fines de este mes. El despegue se podrá ver en vivo a través del streaming de la NASA: clic acá
Cómo es el Sistema de Lanzamiento Espacial (SLS), que impulsará la cápsula Orión a la Luna
Del conjunto que forma el Sistema de Lanzamiento Espacial (SLS), resalta el cuerpo central, fabricado por Boeing. Está pintado de color naranja para que se facilite su visualización y control durante el despegue, fase crítica observada minuciosamente por más de un centenar de cámaras.
Este cilindro naranja es en realidad un enorme tanque de combustible, al que se carga durante la noche previa al lanzamiento con 2,7 millones de litros de combustible criogénico -oxígeno e hidrógeno líquido-, lo que ayuda a crear 907 mil kilogramos de empuje para el despegue, posibilitado por cuatro motores RS-25 ubicados en la parte inferior.
La falla de uno de esos cuatro motores (el número 3) fue lo que obligó a la postergación del lanzamiento, previsto originalmente para el lunes que pasó.
A su vez, y durante los dos primeros minutos desde el despegue, actúan dos cohetes laterales de combustible sólido SRB (sigla en inglés de Solid Rocket Boosters), pintados de blanco y con múltiples marcas negras-también para el control de su trayectoria durante el lanzamiento-. Este par de cohetes provee el 75 por ciento de la potencia generada por el conjunto en esos primeros 120 segundos del despegue.
Estos cohetes blancos laterales son exactamente los que permitían el despegue de los viejos transbordadores espaciales. Se calcula que la potencia generada por cada uno de estos impulsores SRB equivale a la de 14 aviones jumbo de aerolíneas comerciales: 1,6 millones de kilos de empuje.
Es así que durante los primeros instantes del lanzamiento y para que todo el conjunto se eleve y la parte superior llegue a alcanzar la velocidad necesaria para salir al espacio exterior (unos 27 mil km/h), se produce un total de 5,2 millones de kilos de empuje, la fuerza de unos 45 aviones jumbo.
Durante esos primeros momentos del despegue, el conjunto de motores consume un volumen de combustible equivalente al de una pileta olímpica.
Ya en la parte superior del sistema, va montada la estructura que contiene la segunda etapa, el módulo de servicio y la cápsula Orión, con otro cohete a propelente criogénico, que se activa una vez que el cilindro naranja es desechado 8 minutos después del despegue.
Una vez encendida la segunda etapa y tras orbitar primero la Tierra (utilizando la fuerza gravitatoria de nuestro planeta para cobrar impulso), la cápsula Orión, no tripulada en esta misión Artemisa I, emprende su viaje hacia la Luna, acoplada al módulo de servicio (fabricado por la Agencia Espacial Europea -ESA- y que le da energía y soporte general a Orión). A la vez, se desplegan paneles de energía solar.
De regreso a la Tierra, tras seis semanas de vuelo en el espacio profundo, e impulsado con un único motor, el módulo de servicio termina expulsando a la cápsula hacia la siempre riesgosísima reentrada a la atmósfera de nuestro planeta, tras lo cual la nave desciende lentamente en el océano Pacífico ayudada por un sistema de tres paracaídas.