Ignacio Romero -Nacho como lo llaman familiares y amigos- tiene 14 años, vive en Guaymallén, tiene Síndrome de Asperger, un trastorno del espectro autista aunque menos grave, y moldea personajes en plastilina. En su Instagram @ignaciothiagoromero, exhibe sus creaciones, mientras que en su canal de YouTube comparte videos con diferentes temáticas.
La historia de este estudiante del primer año de la secundaria del IPAL tiene algunos ribetes dolorosos, ya que es hermano de Aldana Romero, una de las víctimas fatales del accidente ocurrido el 24 de junio de 2011 a la altura del barrio Santa Ana, Guaymallén, en el que perdieron la vida otros cuatro jóvenes de entre 19 y 20 años.
Por entonces, Nacho tenía 3 años y sus padres, Miriam y Miguel, en pleno duelo, comenzaron a observar algunas dificultades en su comportamiento. Inmediatamente, la familia consultó con distintos profesionales y dio con la psicóloga Graciela Ficardi, quien aún hoy continúa abordando a Ignacio.
A partir del momento del diagnóstico, Miriam y Miguel siguieron adelante con todas las fuerzas para que Nacho tuviera la mejor calidad de vida posible, aunque -según su papá- la discriminación sigue existiendo en todas partes.
La plastilina apareció como una herramienta cuando Nacho tenía seis o siete años, y hoy sigue representando una verdadera terapia que da grandes frutos y lo hace feliz.
Los personajes los graba en su cabeza con gran habilidad y luego los copia en plastilina. Si bien muchos son inventados, Bart Simpson es uno de los que más copia con gran nivel de detalle.
La importancia del acompañamiento familiar y profesional
Ahora, en plena adolescencia, Nacho ha entrado en una tapa de relativa rebeldía, aunque ha evolucionado muchísimo en los últimos años. Sin embargo, una situación de discriminación en su club lo llevó a abandonar el deporte que tanto ama, el hóckey sobre césped.
El acompañamiento familiar y profesional lo llevó a tener hoy una vida normal y un lenguaje fluido. Nacho tiene certificado de discapacidad y ninguna prestación fue interrumpida hasta el momento.
Para Miguel, la ausencia repentina de su hermana, con quien tenía una gran relación, más allá del drama detrás de su muerte, generó un gran impacto en su vida. Fue así que durante un tiempo su vida se detuvo, cuenta su papá, aunque con los años y mucha ayuda psicológica logró aceptar la realidad.
Miguel, Miriam, Nacho y Gonzalo, este último, su otro hijo, lograron salir adelante a pesar del dolor. “Mi hija, de entonces 20 años, tenía una vida por delante. El dolor fue y es indescriptible, pero hay que seguir. Mi esposa es la persona más fuerte que conozco y creo que a ella, en gran parte, le debemos mucho de lo que hemos avanzado en esta familia”, concluye.
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Esta nota salió originalmente en Los Andes.