Apenas uno de cada tres empleos registrados creados en la Argentina durante el mandato de Alberto Fernández fue generado por el sector privado, mientras que el 60% estuvo vinculado a alguna de las formas de monotributo vigente.
Esta situación se da en un marco de desempleo de 6,9% para el tercer trimestre de 2022, lo cual por contraposición demuestra una degradación de la calidad del mercado laboral y de los problemas de la población económicamente activa para acceder a empleos formales de calidad.
La discusión acerca de una eventual reforma laboral recobró fuerza en los últimos días, cuando el designado asesor presidencial Alberto Fernández, Antonio Aracre, se pronunció a favor de una modificación de la legislación y desde sectores sindicales salieron a cruzarlo reclamando su renuncia antes de que asuma en el cargo.
Acorralado por la situación, Aracre dio marcha atrás, dijo que era una opinión “a título personal”, y afirmó que no estaba en la agenda del presidente un cambio en las leyes laborales.
Es más, a Aracre le habrían prohibido dar nuevas entrevistas periodísticas para evitar este tipo de tropiezos antes de que entre en funciones oficialmente.
Lo cierto es que los indicadores laborales se degradan mes a mes con un agravante: el crecimiento del trabajo “en negro”, que de acuerdo al último dato oficial del INDEC trepó al 37,4%, elevándose más de 4 puntos sobre el promedio histórico.
Por tanto, si a la ecuación general le sumamos los empleos informales, el porcentaje de trabajo genuino nacido en el sector privado se reduciría notablemente.
En el análisis, no se deben menospreciar los efectos de la pandemia durante este periodo, dado que, en junio de 2020, y pese a la prohibición de despidos, se tocó un piso de 5.770.000 trabajadores asalariados privados, pero las cifras marcan que la recuperación no vino por el lado formal.
Salvo empresas consolidadas y sin opción de utilizar “válvulas de escape” son las que han tomado empleados “en blanco”. El resto del universo, especialmente PyMEs, micro emprendimientos, y gran parte del sector comercio, buscaron eludir los costos que significa un trabajador registrado.
De allí que quienes se insertan en el mercado de trabajo lo deben hacer a través de otras herramientas como por ejemplo el monotributo.
Según las cifras oficiales, al asumir Alberto Fernández en diciembre de 2019 había 12.163.800 empleos inscriptos, cifra que se elevó a 12.936.900 en octubre de 2022 (último dato, disponible), que significa un incremento de 772.400.
Los asalariados en el sector privado pasaron de 6.020.700 a 6.231.300, o sea un aumento de 210.000 (3,5%) en casi tres años del gobierno de Frente de Todos.
Cuando Fernández llegó al poder, en todos los estratos del sector público había 3.249.100 trabajadores, cifra que se elevó en 134.000 a 3.383.000 (4%).
Por su parte, los autónomos se redujeron de 405.000 a 392.600, producto de las exigencias que impone el régimen.
Los mayores incrementos se produjeron en el monotributo para trabajadores independientes y en el monotributo social, donde en muchos casos se “esconden” relaciones directas con empresas, pero que no quieren asumir al nuevo trabajador en la plantilla.
En el primero de los casos, los inscriptos aumentaron en 278.700, de 1.625.300 a 1.904.000, un 17%.
En tanto, el monotributo social (se subsidia el 100% del pago del componente impositivo y del previsional, y el 50% de la obra social) pasó de tener 365.000 a 555.500, un incremento de 195.000 inscripciones, que equivale a un 52%.
La ministra de trabajo, Kelly Olmos, reconoció que en este régimen se “esconde” mucho trabajo en relación de dependencia que no quiere ser “blanqueado”.
Cabe apuntar que los monotributistas deberán recategorizarse este mes y que la tabla de actualizaciones de las escalas fue de 72%, contra una inflación de 95%, lo cual aumentó la presión impositiva sobre ellos.
El cuadro oficial se completa con los empleos en casas particulares que cayeron de 498.100 a 470.600, baja que se produjo en paralelo con las exigencias de registración y actualizaciones salariales que se impuso a los empleadores.
Los números y la dinámica del trabajo sin dudas obligan a debatir cómo será el futuro en material laboral en la Argentina.