Mirá el capítulo de Historias y leyendas de los pueblos de Argentina
Moussy es una localidad situada al noreste de la provincia de Santa Fe, en el departamento de General Obligado, que depende administrativamente del municipio de Avellaneda. Se encuentra a 340 kilómetros de la Ciudad de Santa Fe y a 510 kilómetros de Rosario.
La parsimonia con la que viven sus más de 500 habitantes recibe a los visitantes que llegan a este rincón santafesino, desconocido para muchos argentinos, invitándolos a sumergirse en sus paisajes verdosos, sus calles de ripio, sus almacenes de barrio y sus tardes calmas bajo el ardor del sol.
Pero a veces las apariencias mienten. Detrás de la apacible fachada del norte santafesino, se esconden historias de tragedias. Así fue como Vía País emprendió una aventura a Santa Fe para desentrañar los misterios que rodean al arroyo El Rey, un cauce de agua de 50 kilómetros que baña a Moussy y otras localidades cercanas y desemboca en un brazo del Río Paraná. Este vertiente guarda un famoso mito conocido por los lugareños.
El viaje se dio en el marco de Historias y leyendas de los pueblos de Argentina, un proyecto de Vía País que, desde comienzos de 2019, busca dar a conocer los secretos que guardan algunos enclaves distanciados de las grandes ciudades del país. La iniciativa, que emite transmisiones en vivo en las redes sociales y una miniserie documental, recibió apoyo y financiamiento de Facebook y el International Center for Journalists (ICFJ) de los Estados Unidos, y ya recorrió innumerables kilómetros en busca de las particularidades de pueblos y su gente.
"Fueron extensas jornadas de trabajo periodístico bajo el sol abrasador". Así recuerda los días de rodaje del registro documental Patricio Dobal, editor de Vía Rosario, uno de los enviados especiales a la provincia e integrante del grupo de investigación de la red de noticias.
La producción, que se inició el 19 de febrero pasado y finalizó el 22 de ese mismo mes, tuvo como escenario principal a La Sirena, un viejo puente de madera emplazado sobre el Arroyo El Rey. La estructura tiene más de 100 años y, pese al tiempo transcurrido, todavía sigue en pie. Este sitio fue elegido para retratar los relatos más crudos.
El recuerdo de quienes ya no están
"Fuimos cinco y volvimos tres", explica Celso Vicentín, poblador que fue a pescar con amigos del colegio cuando cursaban el secundario y dos de ellos fallecieron en el curso de agua.
"Uno de ellos se tiró y no sabía nadar. Junto con otro, intentamos sacarlo, pero, en medio de la desesperación, se me engancharon los anzuelos en los pies y, con la tanza enredada en las piernas, a duras penas pude llegar a la orilla. Después de eso siguió el aviso a la policía, la búsqueda de los cuerpos, el aviso a la familia y todo lo que significó ese golpe duro", rememora los fallecimientos, y agrega: "Fue un 19 de noviembre de 1978. Amábamos el agua, crecimos pescando y jugando allí".
Para él, el hecho fatídico no fue casual: una leyenda relacionada a los tiempos de la conquista es parte del imaginario popular que se forjó con los años alrededor de las tragedias sucedidas en esas aguas.
Otra habitante de la zona que perdió a un ser querido es Valeria Spontón. Su padre estuvo desaparecido dos días hasta que encontraron el cuerpo tras una intensa búsqueda. "Llegó un momento en que la Policía quería que levantaran todo porque ya era tarde y se estaba haciendo de noche, pero mis primos pidieron tirar una vez más una pateja. Siempre que iban a pescar tomaban licor para calentarse. Así fue que tiraron una botellita vacía pidiéndole a mi papá que apareciera", dice Spontón, y cuenta que "donde cayó la botella, se tiraron a buscarlo y allí lo encontraron".
En el hallazgo, recuperaron su reloj, una bolsa que llevaba con un espinazo de pescado y hasta sus cigarrillos. "Sucedió en 2015. Estaba desesperado porque había llovido mucho y quería aprovechar para pescar", detalla su hija.
Asimismo, Emilio Aranda y Adelquis Benítez trabajan como agentes de la policía de Santa Fe. Un día se encontraban realizando horas adicionales en un camping a orillas del arroyo, cuando debieron arrojarse a él para salvar a una joven. "No lo pensamos ni lo dudamos. Lo hicimos automáticamente", comenta uno de ellos.
La profundidad y los pozos son una trampa mortal para bañistas, pescadores y trabajadores de la zona, que, en épocas de agobiante calor, se refugian en el manso, pero traicionero, El Rey.
Una añeja maldición
El misterio del arroyo se remonta a los conflictos bélicos que se disputaban entre los pueblos originarios y quienes intentaban desplazarlos. En 1872, el general Manuel Obligado comandó las tropas que se enfrentaron con los habitantes originarios de la zona, los abipones, y consiguió extender las fronteras hasta situarlas en el límite natural del arroyo.
La lucha fue sangrienta y, según cuenta el mito, antes de dar por finalizada la resistencia, los abipones juraron que el arroyo se cobraría vidas humanas año a año. "El Rey funcionaba como el límite entre la provincia de Santa Fe y el territorio nacional del Chaco. Cuando los indígenas que habitaban este lugar vieron que los blancos avanzaban hacia el norte sacándoles sus tierras, quisieron expulsarlos para que no les robaran más sus terrenos", describe la noche maldita Víctor Braidot, periodista e investigador de la zona, y agrega: "Decidieron atravesar el río y sorprender a los soldados dormidos. El coronel Obligado tenía a indígenas en sus filas, que traicionaron a sus hermanos de sangre y alertaron a su equipo que esa noche vendrían los abipones".
El investigador cuenta que, cuando cruzaron a las 12 de la noche de aquel 23 de junio, los abipones se dieron cuenta de que estaban despiertos los soldados y así comenzó una lucha que duró cuatro horas. "A las 4 de la mañana, cuando los indígenas ya no podían más del cansancio, el cacique dio la orden de la retirada. Los soldados los perseguían y los seguían matando. Era tal la cantidad de cuerpos que caían en el camino que parecía haberse formado un puente humano", afirma.
Fue después de esa contienda que el cacique y un brujo convocaron a las fuerzas sobrenaturales para maldecir al arroyo. Se dice que la frase que utilizaron fue: "'Así como los hermanos indios murieron en las aguas del Ychimaye, así también van a morir los blancos". Hasta hoy, las repetidas muertes ocurridas en aquellas aguas continúan siendo atribuidas a la maldición. La voz popular relaciona inmediata, e irremediablemente, las tragedias con este temible hechizo. "No sé si será casualidad o qué, pero todos los años alguien muere en estas aguas", expresa Braidot.