Adrián Cabello, un soldado argentino que combatió en la guerra de las Malvinas (1982), escribió, en el 38º aniversario del inicio del conflicto armado, un mensaje a sus compatriotas en estos días de confinamiento obligatorio por la pandemia de coronavirus: "Ante un panorama incierto, tenemos que ser positivos".
Cabello ha enviado una carta al diario Clarín en la que cuenta las semanas que pasó como prisionero en la bodega de un buque británico, el 'Saint Edmund', junto a otros militares argentinos.
"Después que terminó la guerra de Malvinas quedamos 150 soldados para hacer las tareas de remoción de las minas y ayudar al entierro de los compañeros. Con el correr de los días comenzó a nevar y la hostilidad del clima no permitió continuar con esas tareas. Entonces, nos subieron a un buque en calidad de prisioneros, ya que Argentina no firmaba el cese de hostilidades. Nos dejaron en la bodega", dice.
El soldado Cabello, como se identifica, recuerda que "el techo medía apenas 1,80 metros, el suelo era de hierro, solo llevaban lo puesto y una manta que servía también de colchón. Había "dos canaletas a los costados para orinar, defecar y vomitar cuando se movía mucho", detalla.
Un día un guardia británico les contó que les iban a trasladar "por tiempo indeterminado" a una base estadounidense ubicada en una isla entre Brasil y África de "clima tropical".
"Enseguida, ante la desesperación, les traduje con mucho miedo a todos los compañeros lo que iba a pasar (...) Esta noticia pegó de diferente manera. Generó tristeza e incertidumbre al grupo. Se hizo un gran silencio", señala.
Sin embargo, "un cordobés rompió ese silencio de angustia con su chispa y gracia. No lo dudó: se cortó el pantalón y lo convirtió en unas bermudas para tomar mucho sol (...) Por supuesto nos hizo reír a todos y nos marcó una línea de pensamiento, teníamos que afrontar lo que se venía", dice.
Con ese espíritu, confeccionaron una pelota de trapo con las medias de todos los prisioneros para tener "una hora de fútbol" diaria. "Los guardias bajaban a la bodega y miraban lo que sucedía y nos miraban con asombro (...) Pero esa hora de fútbol era sagrada, esa hora nos permitía salir de esa realidad", afirma.
"Me animé a escribir porque me hizo reflexionar y darme cuenta de que en ciertos momentos las cosas no dependen de nosotros, que ante un panorama incierto tenemos que ser positivos", sostiene.
El veterano de las Malvinas reconoce que todavía no sabe si "jugar con esa pelota de medias fue inconsciencia, irresponsabilidad o sabiduría". "Lo que sí me quedó claro es que cada uno elige cómo pasarlo", concluye. Guarda la cuarentena con su mujer y uno de sus hijos en su casa de City Bell, en la provincia de Buenos Aires.