Este domingo 2 de abril se cumplen 41 años del inicio de la guerra de Malvinas, fecha en la que se recuerda con orgullo a los veteranos, las veteranas y a los caídos durante el conflicto bélico en las islas. En diálogo con Vía Córdoba, uno de ellos, Rubén Accastello recordó sus días en la lucha de 1982.
En ese entonces, el joven tenía 19 años y se desempeñaba en el batallón cinco de Infantería y Marina que estaba en Tierra del Fuego. Por su proximidad, fueron de los primeros en pisar el terreno con el objetivo de tomar la casa de Gobierno.
El protagonista explicó que el rol de Infantería en los conflictos bélicos es tomar posesión de algún terreno y esperar hasta que el ejercito llegue para cuidar el territorio. “Nos enteramos el mismo 2 de abril que nuestro batallón iba a hacer presencia por 15 a 20 días”, detalló.
El primer día en Malvinas
Sin embargo, los hechos fueron todo lo contrario a las primeras indicaciones que les dieron. El batallón de 700 soldados pisó las islas el 8 de abril. “Me di cuenta que no iba a ser tan fácil como nos dijeron. Cada cinco minutos aterrizaban aviones. Era un despliegue terrible que nunca había visto”, indicó.
En ese marco, narró el desarrolló de su primer día en el terreno que, finalmente, se convertiría en el escenario de la guerra. ”Caminamos seis kilómetros hasta que hicimos la noche en un establo de ovejas. Comimos un plato de comida caliente y fuimos para el monte Tumbledown y otros alrededor”, aseveró.
El hombre perteneciente al batallón 5, “el batallón del infierno” según los británicos, recibió una ametralladora 762 con afuste para el combate. “Era un arma pequeña y buena que fue un premio por mi buen desempeño en los 10 meses que hice previamente en el servicio”, expresó.
Pasaron un par de días y noches en carpas hasta que recibieron las directivas de ir a pueblos a desarmar galpones, buscar chapas y rieles con el objetivo de establecer los puestos de posiciones. “Hasta desarmamos una mina”, recordó anonadado.
A pesar de todo lo trabajado, reconoció que su primera posición elaborada con una pala fue “una cagada” y una “locura”. Por eso, hizo un par de guardias nocturnas y preparó una trinchera más grande con su superior. En medio de la tensión y el miedo, cumplió 20 años el 11 de abril de ese año.
Las lluvias en medio del conflicto, otra complicación
“Te las arreglabas con lo que podías. Hubo lluvias durante todo mayo y nosotros intentamos camuflar nuestra posición, pero el agua hizo lo suyo e inundó los pequeños puestos”, recordó. Ante este escenario, buscaron maderas y cartones para no estar en contacto con el agua.
Previamente, el 1 de mayo llegó el primer cimbronazo. “Tiraron bombas al aeropuerto para dañar la pista y cortar nuestra comunicación con el continente”, recalcó sobre el principio de días y noches de constantes bombardeos”.
La incertidumbre a lo largo de los 74 días
Además del miedo y tensión por el hecho de estar en un conflicto armado, el uniformado recuerda que la incertidumbre lo embargaba. “No sabíamos qué esperar por el desconocimiento de nuestro rol y el de las islas y si valía la pena o no todo lo que sucedía”, reveló.
El frío, el agua y las bombas de la noche pasaban a un segundo plano cuando los “recuerdos familiares, el miedo, pánico y desesperación” aparecían en la cabeza de Accastello. “Hay noches donde lloraba todo porque estaba a la deriva de que no te caiga una bomba encima y pensás en tu familia”.
Como si fuera poco, las noches eran eternas, según el uniformado de ahora 60 años, porque a las 18.30 ya se hacía de noche y se extendía hasta las 9 del día siguiente. “Era un cansancio terrible, pero no te podías dormir por los ruidos, la tensión y los aviones rasantes a 20 metros”, detalló.
El principio del fin de la guerra
Rubén rememoró la llegada de los ingleses al archipiélago en el océano Atlántico Sur: “Desembarcaron en el estrecho de San Carlos y pasaron por varios pueblos con Puerto Argentino como destino final. En medio, enfrentaron a las tropas distribuidas por el territorio”.
El esfuerzo de los argentinos fue terrible y provocó “batallas épicas” que están detalladas en los libros de historia, pero los europeos eran superiores en capacidad y cantidad. “Éramos 13 mil soldados durmiendo en la tierra y ellos 30 mil que descansaban en los buques cada dos días”, comparó.
Malvinas, una guerra que llegó a su culminación
En ese marco, detalló que a lo largo de los 75 días tuvo la misma muda de ropa, dos pares de medias que se cambiaba para no sufrir tanto el frío y sólo se bañó tres veces. Por último, retrató la noche del 13 y el 14 de junio, día en que se declaró el fin de la guerra.
“Toda la noche nos enfrentamos con soldados que estaban entre 100 a 400 metros de distancia. Balas trazantes, y bengalas de distintos colores que hacían parecer de día”, compartió. Los balines trazadores son aquellas municiones que se ven en la oscuridad y sirven para ver la trayectoria de la cadena de disparos. Mientras que, los colores de las señales significaban distintos tipos de ataques de los europeos.
Luego de la extensa sucesión de disparos, llegó el amanecer del 14 donde recibieron la orden de replegarse. “Era un desorden y caos total, no había jefes pero nuestro batallón volvió de la manera más ordenada posible” ponderó.
El regreso a las tierras argentinas
En el regreso a Pueblo Argentino, tuvieron un “tiroteo sorpresivo” donde los británicos atacaron a los argentinos intempestivamente. Accastello recordó que el BIM 5 fue uno de los que más bajas produjo en las 30 mil tropas británicas.
La rendición del Puerto Argentino ya se había firmado, pero no había ningún tipo de comunicación y los soldados se disparaban a cuatro kilómetros del lugar donde se concretó el tratado. Finalmente, llegaron al pueblo y vieron la bandera británica en la punta del mástil.
“Fue algo muy loco: entramos caminando con las armas y ellos nos esperaban con sus armas, estuvimos cara a cara, nos daban órdenes y nos tuvieron a la espera para ver qué hacían con nosotros”, recalcó. Pasaron horas en una calle del pueblo cuando les quitaron las armas y los llevaron a un aserradero en horas de la noche.
Fueron seis días como prisioneros donde los obligaron a “limpiar y ordenar” el terreno luego del conflicto armado que había culminado. En ese contexto, accedieron a las conservas y alimentos que había enviado la comunidad argentina.
Revisaron el pueblo, el mar y las montañas en busca de muertos, municiones y bombas. Tras el calvario, los retiraron en el buque Irizar pero antes de pisar tierras albicelestes les hicieron un “lavado de cabeza terrible” y les dijeron que “no podían hablar de nada porque era un secreto de estado”, confesó Accastello.
El llamado a la familia y el regreso a casa
“Recién el 22 de junio pude hablar por teléfono con mi madre para decirle que estaba bien y volvía pronto, pero fueron un calvario de días a pesar de que era un soldado acomodado”, puntualizó el protagonista del relato.
El 3 de septiembre se dio el “increíble reencuentro” de la familia Accastello luego de que Rubén tomara un tren desde Ezeiza junto a dos amigos oriundos de Villa María. “Crucé la puerta de mi casa, vi a mis padres y a mi hermano y nos fundimos en un abrazo”, recordó entre lágrimas el ahora padre de cuatro mujeres y un varón.
2 de abril: una fecha para recordar las batallas
Pasaron 41 años del conflicto, y los recuerdos “ganan en estas fechas”. “Sin querer, la gente de casa te hace acordar de las cosas y no son tan lindas”, ponderó. A pesar de todo, “Kinoto” como le dicen sus amigos, agradece el final feliz que tuvo y no haber tenido consecuencias que si tuvieron otros de sus compañeros.
“A 40 años, hay más suicidios que muertes por la guerra”, contrastó. En ese marco, recalcó que ser un excombatiente en esa época era mal visto porque “éramos los chicos que perdimos la guerra”, hasta que se empezaron a conocer algunas cosas con el correr de los años.
Finalmente, contó que siente una “mezcla de sentimientos que dan vueltas dentro de uno y no dejan cerrar la historia”. Por otro lado, volvió a las Islas Malvinas cuando se cumplieron 30 años del conflicto armado donde forjó algunos vínculos.
“Fue una mezcla de emociones y sensaciones. Era el mismo clima desértico, frío y ventoso que hace 30 años. Encontré mi posición, una pava y algunas botellas de leche Cindor”, contó sobre su visita que duró una semana y que contó con el acompañamiento de un amigo que no fue a la guerra.
La reflexión final de un veterano sobre el conflicto de Malvinas
“Kinoto” fue invitado concurrentemente a escuelas para dar charlas, en el marco de la conmemoración de la fecha. Sin embargo, asegura que ya no lo hace porque no se siente cómodo y piensa que esas hojas de la historia deben ser recordadas en distintas ocasiones y no en una fecha particular.
Por último, el soldado perteneciente al batallón de Infantería 5 reconoció que las heridas “nunca se van a cerrar” y dejó un mensaje que tiene grabado en su piel: ”La historia sigue viva”.