En 2013, Camilo Ratti publicó Cachorro. Vida y muertes de Luciano Benjamín Menéndez, un libro en el que con mucho rigor documental se propuso contar la vida del represor, fallecido este 27 de febrero en Córdoba.
Con testimonios de gran relevancia para su tema y mucha documentación que incluye textos propios del siniestro titular del Tercer Cuerpo de Ejército, Ratti entrega al lector un grueso volumen de lectura indispensable para comprender una arista importante en los tiempos más oscuros de la Historia argentina.
¿Cómo fue el proceso del libro?
–Fueron cinco años de investigación, arrancamos a fines de 2005. Fue un trabajo de investigación con mucha fuente documental y testimoniales. Creo que el libro hace un aporte en testimonios inéditos; fundamentalmente en fuentes militares muy cercanas a Menéndez. Videla sin dudas es la fuente más importante del libro, por el lugar que ocupó en la Dictadura y por la estrecha relación de amistad que tenía con Menéndez. Creo que aporta datos que no habían sido publicados. También hay mucha fuente documental de la Justica, del legajo de Menéndez. Hay mucha bibliografía militar, cosas que escribía Menéndez en la revista del Círculo Militar, en el diario La Nación, en La Prensa.
¿Pudiste hablar con él?
–Tuve una conversación telefónica con él, que al principio me dijo que no, que lo iba a pensar. Fue en el año 2006. Lo volví a llamar en 2007, una vez que pasó el verano y ahí me dijo que no. El último intento fue después de la primera condena, en 2008. Le mandé una carta cuando estaba en Bouwer y él me respondió a través del hijo, Juan Martín. Me envío los machetes que leía en los juicios y una carta de puño y letra en la que me decía que finalmente no me iba a recibir, que no me iba a dar la entrevista y que me agradecía la paciencia y la perseverancia, pero si tenía algo que escribir lo escribía él. Así que esos fueron mis contactos personales con Luciano Benjamín.
Jamás mostró arrepentimiento sobre los crímenes cometidos ¿creía que había actuado bien?
– Nunca se mostró arrepentido; todo lo contrario: defendió a capa y espada todo lo que hizo. Tanto él como Videla y los otros militares con los que tuve entrevistas dijeron que fueron formados. Él creyó que actuó bien y se sentía un patriota incomprendido que salvó a la Argentina del marxismo. Pero el tiempo transcurrido y las cosas que han pasado dejan en claro que fue un enemigo del pueblo.
Ahora que ha muerto ¿qué lugar quedará para él en la Historia?
–Quedará en la Historia como un enemigo del pueblo, como un asesino, como un criminal que aniquiló desde sus instancias de poder, desde su lugar, a sus compatriotas. Me parece que lo positivo es que queda la condena social más allá de que es fundamental la condena jurídica, por supuesto, que es el piso y el umbral para pensar la Argentina democrática del Siglo XXI.
Ficha del libro, aquí.