Por Lucía Pairola.
Como se lo merece, luego de rendir su última materia Eduardo Etchepare se fotografío con cartel en mano lleno de huevo y papel picado para celebrar que es "abogado". Con 82 años desafío al tiempo y a las limitaciones demostrando que la voluntad no tiene fecha de caducidad: "La verdad que no fue difícil, la hice en tiempo y forma. No es tanto el mérito por la edad sino por la dificultad físicas para poder rendir las materias", admitió el flamante letrado a Día a Día.
Según contó su visión es tan baja que solo percibe "bultos", además le cuesta escuchar, por lo que lleva audífonos en sus dos oídos. "Cuando me enteré de que la Universidad contaba con una Oficina de Inclusión Educativa y ayudaban con los textos grabados me entusiasmé y me anoté", detalló Eduardo sobre cómo la Universidad Nacional de Córdoba le abrió todas las puertas a su sueño.
Reloj de estudiante. Eduardo Etchepare es oriundo de Buenos Aires pero desde el año 45 vive en Mendioliza. Dice orgulloso, que es el "primer vecino" de esa zona, donde se desplegó como docente, director de escuela y realizó más de 20 posgrados. "Toda la vida estudié, no es nada nuevo para mí. Pero tenía el sueño de ser abogado", compartió parte de su intimidad.
En 2012 se enteró de que podía estudiar con el apoyo de la UNC: "Le conté a mi mujer y me sigue aguantando todas las locuras. Sabe que soy feliz y me dijo 'andá y hacelo nomás'", comentó entre risas sobre el vínculo compinche que mantiene en su casa. Desde ese momento fue religiosamente a clases.
Por sus dificultades para ver grababa las exposiciones y luego en su casa volvía a escucharlas "bien cerquita y fuerte" dijo. Además todos los libros de la carrera fueron ofrecidos por la UNC en formato de "audiolibro".
De esta manera, escuchando una y otra vez, logró memorizar las leyes y los conceptos que proponen las cátedras. "Fue un desafío, pero me devolvió la vida. Me inyectó alegría y ganas de vivir", reconoció Eduardo mientras se reía de cientos de anécdotas transitadas.
Contagiar a los jóvenes. Con el permiso de la redundancia: la vida de estudiante le imprimió vida a su adultez, como si esa chispa hubiese encendido el motor de nuevo: "Me empecé a sentir feliz, a reírme mucho. Lo mejor fue pasar tiempo con los jóvenes. Yo les decía que podía ser como su abuelo, pero les pedía que me tutearan". En su relato reconoce que fueron años muy felices y los atesora ya que "los jóvenes tiene mucho para enseñar y pudieron recibir de mí también".
Su familia (6 hijos y numerosos nietos) vive con orgullo este momento. Organizaron una gran recibida para celebrar que salió airoso en Derecho marítimo, pero según adelantan, los desafíos de Eduardo no terminan acá. "Ya quiero empezar el doctorado. Nací para estudiar y mi mujer aún no me ha dejado", sentenció con humor este "doctorazo" de la vida que ya tiene clientes con los que estrenar el título.