DÍA 12
Lo que más extraño de mi abuela:
verla atravesar el jardín con sus piernas largas
prepararnos té
con leche a la sombra
y que el día pase sin hacer nada.
Si hago fuerza todavía
puedo verla de espalda
regando sus plantas con manguera en mano
el amor que atraviesa
las luces del cielo
y la manera imperiosa en que el viento me abraza
en las noches de verano.
*
Yo soy de ahí, de ese paisaje
cuando el río se expande tan ancho, tan ancho.
De los pies buscando arena, mis abuelos sentados
sobre la orilla. Galletitas y frutas guardadas
en el bolso color madera.
Las tardes que pasaba buscando amigos que después perdía
cuando en la ruta abierta
el sol abandonaba los cuerpos todavía calientes.
*
Nunca antes había amado a un perro.
Salgo al jardín y quiero que ella disfrute el verde,
lo trasforme en selva.
Cuando se acuesta al sol y cierra sus ojos
yo quiero ser parte de su pelo, compartir lo que nos aleja.
Viene a saludarme cuando recién despierto y espera
las caricias que no tuvo por la noche.
Dejo que el tiempo pase lento,
que encuentre la forma de decir las cosas.
Una madre podría pedirle a su hijo, nunca crezcas
y aun así el amor avanzaría como un río embravecido.