Desde chica su mamá la entregaba para ser violada a cambio de dinero y su papá la prostituía, pero Paula (31) aguantó, fue rescatada y de adolescente logró lo que se había propuesto: querelló a sus padres, a sus dos proxenetas y a un cliente en particular que la obligaba a tomar cocaína, publicó Clarín.
En 2013 la Corte Suprema confirmó la condena para todos ellos y Paula se encargó personalmente de encontrar a los que se habían fugado y hacerlos encarcelar. Pero después de 17 años, aún no puede vivir en paz.
La Justicia le dio la espalda con una asombrosa determinación: le prohibieron moverse con libertad por la zona de Tribunales para que el cliente al que ella denunció, Alberto Pampín, pudiera ir a una reunión en el despacho de su abogado.
"Es increíble, sus derechos siempre valen más que los míos", le dijo Paula a Clarín.