Se trata de una historia que parece sacada del diario de una feminista. En realidad, de eso consta la experiencia relatada por Maira Haunau, una joven de 18 años que decidió dejar de depilarse por el mandato de la sociedad.
La adolescente contó cuando comenzó a cuestionar el asunto de la depilación. "Hace poco más de dos años, cuando conocí el feminismo. Todavía estaba en el secundario. En esas lecturas empecé a entender que hay cosas 'normales' en la vida de una mujer, como depilarse, maquillarse, usar corpiño o tacos, que no tienen por qué ser tan normales", reveló en diálogo con Infobae.
Y explicó: "Yo no salía a la calle si no estaba depilada. Por más que hicieran 40 grados, si tenía pelos me ponía un jean hasta para cruzar a comprar al Chino. Entonces, si me tapaba para que otros no me vieran, ¿estaba eligiendo depilarme o era una imposición social?".
"Todas las mujeres que vi en mi vida se depilaban. Mi mamá, las otras mujeres de mi familia, las que veía en la tele. Crecí creyendo que era natural: si sos mujer tenés que estar depilada", agregó.
Maira gastaba $500 por sesión cuando se depilaba las piernas, las axilas y otras partes de su cuerpo. Y fue más allá al aclarar que se hacía la pelvis entera a pedido de su novio, cuestión que era motivo de pelea constante.
Finalmente, dejó de depilarse en octubre de 2017. "Había entendido que para mí la depilación era parte del masoquismo diario que vivimos las mujeres. Es decir, dolor a disposición de la satisfacción de saber que estás cumpliendo con las expectativas de los demás. Es un dolor que terminás aceptando para evitar que te miren con cara de asco, como me pasó a mí", argumentó la chica que estudia periodismo en Lomas de Zamora.
Además, confesó que su pareja actual no tiene problema con su decisión sino que se mostró sorprendido por su actitud de no esconderse.
A esa difícil decisión se le sumó otra: dejar de usar corpiño. "Pensé: si me encanta el momento en que llego a casa y me lo saco, ¿por qué no puedo trasladar esa liberación al resto de mi día? Fue más difícil porque se puso en juego el miedo a que los pezones fueran vistos en la calle como una provocación y me hicieran algo", manifestó.
"Cuando usás corpiño armado la forma es redonda y parada: las tetas que muestra el porno. Cuando dejás de usarlo, tiene una forma más natural, no se corresponden con el canon hegemónico. Ahora sí elijo yo: llegó mi liberación", sentenció.