El año pasado, Julieta notó que Mateo, su dachshund de 17 años, estaba más lento que lo habitual en sus paseos diarios pero pensó que era por los intensos días de calor que había en la ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, con el correr de los días, cada día estaba peor.
La dueña, decidió llevarlo al veterinario y le dijeron que algo en su columna andaba mal. La médica le administró unos calmantes e indicó que esperaran 24 horas para evaluar el efecto de los analgésicos. Al día siguiente, Mateo seguía muy dolorido y aún no lograba caminar, el veterinario recomendó internarlo para un shock de descompresión.
Una vez que Mateo recibió el alta de la internación, lo llevaron a su casa. "La lesión que tenía Mateo no era operable porque su edad no lo permitía. Entonces era posible que no caminara más", dijo Julieta.
El veterinario indicó una interconsulta con un fisiatra. El objetivo era reemplazar gradualmente los medicamentos por una terapia de este tipo. No sabían cómo iba a responder pero quisieron darle la oportunidad a la rehabilitación.
Y así fue como Mateo comenzó con el tratamiento y de a poco comenzó a caminar. Julieta advirtió que Mateo quería pararse. "Llorábamos de felicidad pero, a la vez, no queríamos ilusionarnos". Habían pasado casi tres meses y ya estaba dando algunos pasos.
De ahí en más siguió en mejoría con algunos altibajos propios de la afección pero era cuestión de tener paciencia: había que calmar la ansiedad de Mateo y de nuevo intentar. Hasta que un día lo logró. Pudo caminar de nuevo.