"Dudar no dudás, a veces si siento miedo por mi familia. Tengo mamá, suegros, tíos a los que no los veo hace mucho, pero nunca dudé. Prefiero morirme en la trinchera que quedarme en mi casa mirando cómo pasa la pandemia. Es imposible no tener miedo porque uno no sabe cómo va a reaccionar su cuerpo a este virus que va mutando y desconocemos. Miedo sí, pero dudar de ayudar no. Me cuido todo lo que puedo y trato de cuidar a mi familia, pero no me podría quedar en mi casa. No se me hubiese ocurrido, es algo que no lo pensé nunca", afirma con convicción la médica Jimena Rigoni, una de las profesionales de la salud que se sumó como voluntaria a ayudar en el Hospital Pintos en el medio de la pandemia.
Desde hace unos días, la profesional azuleña volvió al hospital después de ocho años para darle batalla al COVID junto a sus colegas. "Cuando me volví a Azul empecé a trabajar en el hospital y estuve hasta el 2012. Hacía guardia en el hospital y en el sanatorio, pero tuve que dejar la guardia por la enfermedad que tuve porque estaba inmunocomprometida. Y ahí entré al Poder judicial y ya no tuve tanto contacto con gente. Cuando me recuperé la vida era otra y los tiempos, los hijos, cambiaron todo y no volví a hacer guardia, y no pude volver al Pintos, pero siempre me mantuve en contacto con mis colegas por los pacientes, el trato es continúo", asegura Rigoni al recordar el capítulo anterior de su historia con el Pintos, que ahora tiene revancha.
¿Cómo fue la decisión de sumarte como médica voluntaria en medio de la pandemia?
Nosotros empezamos con Andrés (Barroni) y otro grupo de médicos dando una mano en el sanatorio cuando apenas arrancó todo. Hacíamos guardia externa, a pesar de que hace rato que no trabajábamos en la guardia para descomprimir a los médicos terapistas y contener la demanda espontánea. Empezamos con Juanjo Dours, Mariano Macaluso, Viviana Oliveto, con el Dr. López, éramos varios y nos dividimos los días para ayudar en la guardia. Cuando se cerró el sanatorio, que fue una catástrofe para todos porque el privado y el público son complementarios, ahí nos apuramos a dar una mano en el hospital. Y mientras nos encargamos de ver si podíamos reactivar el sanatorio que es lo que estamos haciendo ahora, ya que también estoy en la terapia que es un lugar en el que no me imaginé que iba a volver a estar pero hay que dar una mano.
¿Qué te encontraste al volver al Pintos después de tanto tiempo?
Obviamente, el hospital es otro, no es el que yo iba en el 2010. Volver fue maravilloso, me siento como en mi casa. Me encontré un equipo de médicos, enfermeros, técnicos, camilleros, choferes, las chicas que limpian, las que llevan la comida, todos muy emocionados. Están pasando esto desde hace tanto tiempo, le ponen tanta energía y amor, que cuando te ven que vas a dar una mínima mano te quieren abrazar, pero no se puede. Estar en el hospi es como estar en casa. Hay mucho trabajo y yo estoy colaborando en la guardia externa no covid y el shock room libre de covid. La verdad es que es mucho trabajo la atención de covid y es muy desgastante: desvestirte es el peor momento y si estás muy cansado metés la pata y te podes contagiar. Cuando tenés el equipamiento transpiras, no podes hacer nada, no podes ir al baño, es muy difícil. Uno ve menos cantidad de pacientes, pero con todos los cuidados que hay que tener parece que vieras el triple. Y es muy estresante el día a día, sumado a que no tenés tanto personal. A pesar de todo eso, el hospital está muy organizado, hay medios de protección, está adecuado el lugar para el sector covid y no covid, es otro hospital. Es un hospital de campaña, de atención de emergencia, nada que ver con el hospital que me fui.
Mirá también: El ex médico del Pintos que se sumó como voluntario al hospital en plena pandemia
¿Cómo se vivió internamente el fallecimiento de María del Carmen Ruiz?
María del Carmen era una persona muy especial, era como un superhéroe de Marvel. María era una mujer de las que ya no hay, que tenía su vida dedicada a la medicina, con una capacidad laboral increíble y que se ocupaba de todo. Era muy trabajadora, muy buena persona, era lo más. Y tenía una calidad humana que ni el cansancio se la sacaba. No se como hacía, era como un superhéroe de Marvel de verdad, es de esas personas que son increíbles y no te da el cuerpo para ser como ellas. Yo he trabajado con ella, ella me ha salvado. Era una persona que atendía el paciente, eran las 12 de la noche y te decía le conseguí la medicación a tal paciente. Una mujer completa, y su muerte todavía no la puedo creer porque era una mujer insuperable, que donde iba dejaba huella. Y para la comunidad médica es terrible, estamos conmovidos, destrozados, y pensamos mucho en su familia porque el virus se llevó a los dos papás de los chicos y María se extraña a cada minuto. Ella estaba en la terapia del sanatorio, en el hospital, en Tapalqué. Era una mujer espléndida que la tenías que conocer para entender la magnitud de lo que era. Imposible ser como ella. En el equipo médico fue una puñalada. Cuando yo estaba grave ella me internó y me salvó, yo no podía respirar y me llevó al tomógrafo de la mano y se quedó conmigo una hora y media. No me lo olvido más. Son cosas que me quedan en la retina como paciente, no como médica. Y no era así conmigo que era su colega, sino que era así con todo el mundo. Te camillaba al paciente, te lo llevaba de la mano, lo acompañaba y volvía y no paraba. Era una fuera de serie. Mi querida María del Carmen fue la que me salvó, así que siempre la voy a recordar con mucho cariño y la extraño mucho.