Sarah Milner estaba cursando la semana número 21 de su embarazo cuando se enteró que sufría un agresivo cáncer de cuello uterino y que, para salvar su vida, debía realizarse un aborto y empezar inmediatamente un tratamiento de quimioterapia. Pero la británica se negó a interrumpir su embarazo con la esperanza de ver nacer a su hijo.
Los médicos le habían advertido a Sarah, que ya tenía dos hijos -una niña de nueve años y un niño de siete-, que las consecuencias de no realizarse el tratamiento para el cáncer en ese momento afectarían profundamente su salud.
“Debido a la naturaleza agresiva del cáncer, los médicos me aconsejaron interrumpir mi embarazo. Sin embargo, realmente no quería hacer eso. Quería tener a mi bebé sin importar nada”, expresó, según el periódico británico Mirror.
Finalmente, en abril de 2020 dio a luz a su hijo Louis, completamente sano. Luego del parto, tuvo una intervención para quitar su útero, ovarios y algunos ganglios linfáticos.
Durante los meses siguientes recibió un tratamiento de radioterapia y todo indicaba que la mayor parte del cáncer había sido removido.
Sin embargo, en noviembre recibió las peores noticias: “Recibí los resultados del escaneo. Se había encontrado otro bulto y el cáncer se había extendido por todas partes”, explicó y añadió que era cáncer de grado cuatro y que ya no podían hacer nada para salvarla. En cambio, le diagnosticaron dos años de vida.
El 14 de diciembre, Sarah se casó con su pareja con una íntima pero romántica ceremonia, y ahora disfruta del tiempo con su familia: “Quiero dejar cosas especiales para los niños una vez que me vaya. Les escribo tarjetas de cumpleaños para el futuro y tarjetas para otras ocasiones especiales como bodas”, manifestó.