Las semillas son un boom alimenticio de los últimos años. Hasta hace pocos años se las consideraba "alimento de pajaritos", pero ahora se sabe que puede ser muy beneficioso comer semillas. Aunque no da lo mismo hacerlo de cualquier manera: según cómo las incorporamos a la rutina alimentaria, tendrán efecto o no.
Hay dos maneras de incorporarlas: enteras, de modo que aporten fibras, o molidas: de ese modo sí se convierten en "superalimento" porque se activan todas sus propiedades. Hay en ellas calcio, hierro, vitaminas y oligoelementos. Para que se "liberen" hay que molerlas en el momento y no cocinarlas. En cambio, si se elige comerlas enteras, no hay diferencia entre cocinarlas o no.
Las mejores semillas:
Chía. Suministran una cantidad enorme de nutrientes como hierro, folato, ácidos grasos omega-3 y la fibra soluble, y tienen calcio. Todo esto cuando están molidas. Enteras (por ejemplo cuando se mojan para hacer "pudding"), tienen propiedades laxantes.
Calabaza. Son deliciosas, sobre todo si están tostadas. Su ingesta aumenta los niveles de hierro, zinc, vitamina B, magnesio y proteínas. Contienen también antioxidantes y una alta concentración del aminoácido triptófano, que ayuda a disminuir los niveles de ansiedad.
Lino. Es una semilla rica en fibra, magnesio, vitamina B1, y sobre todo, en ácidos grasos omega-3, al igual que la semilla de amapola que además puede realizar aportes considerables de omega-6 y 9.
Sésamo. Es un gran aliado de los veganos y vegetarianos entre otras cosas por su gran aporte de calcio, magnesio, hierro, fósforo y selenio.
Cáñamo. La semilla del cannabis también se consume: contiene todos los aminoácidos esenciales, ácidos linoleico vitaminas y minerales. No produce ningún tipo de efecto alucinógeno.