Esta semana, la comunidad científica global celebró una gran noticia: un equipo de 50 profesionales -entre investigadores, montañeros, militares y perforadores- estadounidenses encontró vida en el lago más profundo e inexplorado de la Antártida. Se trata del Lago Mercer, que a pesar de tener temperaturas que bajan los 0 grados, el agua no se congela, y se encuentra prácticamente aislado del resto del mundo.
Según publicó Clarín, el operativo costó 5,2 millones de dólares y fue liderado por la organización estadounidense SALSA (Acceso Científico a los Lagos Subglaciales de la Antártida, por sus siglas en español). Además, contó con la colaboración y respaldo de la Fundación Nacional de Ciencia de los Estados Unidos.
La expedición fue planificada durante muchos años, con la expectativa de encontrar microbios unicelulares. Sin embargo, los especialistas se llevaron una grata sorpresa al descubrir que en ese preciso lugar había células bacterianas y restos de crustáceos, plantas y hongos, entre otras especies. "Es el sueño de un científico, cada día es una fiesta y cada comida un banquete", asegura a Clarín, un microbiólogo de la Universidad de Montana, que formó parte de la comitiva.
Se trata de un hallazgo sin precedentes, ya que no sólo posibilita conocer más acerca de la región antártica y el movimiento de los glaciares, sino que además permite hacer aproximaciones sobre los efectos del calentamiento global.
Incluso, según John Priscu, jefe científico del operativo: "Podría abrir la puerta para conocer cómo son los requisitos indispensables para la vida, más allá de nuestro mundo. Por ejemplo, en el planeta rojo (Marte) o bajo el hielo de las lunas de Saturno, que cuentan con entornos no tan distintos". Los próximos pasos serán estudiar el ADN de las especies encontradas.