Hace un año el equipo económico del Gobierno nacional anunció su decisión de modificar la meta de inflación para el 2018 del 10 al 15 por ciento. Y aunque la apuesta era habilitar una baja de tasas para incentivar la actividad, esa contramarcha representó el inicio de la crisis de confianza reinante en el mercado y un punto de quiebre para el rumbo de la economía.
Los responsables de dar a conocer el viraje fueron el jefe de Gabinete, Marcos Peña; el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, y el entonces presidente del Banco Central (BCRA), Federico Sturzenegger. También participó en aquella conferencia Luis Caputo, quien en ese momento se desempeñaba como ministro de Finanzas.
“El principal anuncio que tenemos para hacer en esta ocasión es que hemos decidido recalibrar nuestras metas de inflación vigentes para los años subsiguientes. En definitiva, lo que hemos hecho es demorar un año la llegada a nuestro objetivo último de inflación, que es el 5 por ciento”, planteó Dujovne en aquella oportunidad.
El titular de la cartera económica detalló que el nuevo objetivo era terminar el 2018 con una inflación del 15 por ciento. "Hoy tenemos una visibilidad mucho más clara de dónde están los precios, cuál es nuestra política fiscal, cual es nuestra política monetaria y entonces nos sentimos muchos más seguros en términos de cuáles son las metas de inflación a las que podemos comprometernos", dijo en aquel momento.
Por su parte, Sturzenegger elogió los resultados que arrojó el 2017 de la lucha contra el avance de los precios. “El proceso de desinflación es realmente muy sólido”, afirmó el otrora conductor de la autoridad monetaria.
Aquella puesta en escena generó críticas inmediatas por parte de quienes advertían que el Poder Ejecutivo había avanzado sobre la autonomía del Banco Central y sobre su potestad para definir la política monetaria. Además, la decisión de modificar la meta de inflación significó una contradicción para el propio Sturzenegger, quien antes de aquel anuncio consideraba que modificar el rumbo era como no tenerlo.
Aunque el objetivo era darle oxígeno al Banco Central para reducir las tasas de interés (que se encontraban en el 28,75%) y así promover la marcha de la economía, la primera respuesta del mercado fue poner en tela de juicio las mediciones oficiales.
Los inversores encendieron sus alarmas y la posterior baja de tasas que aplicó Sturzenegger agravó el escenario porque comenzó a reinar la incertidumbre en torno al rumbo de la política monetaria. Esas dudas se transformaron en una crisis de desconfianza que golpeó a todos los activos argentinos y posicionó al dólar como un espacio de refugio.
Y el correr del tiempo dejó en claro que incluso aquel golpe de timón no sirvió para anticipar lo que deparaba el 2018. La combinación de la sequía y la suba de las tasas internacionales producto de la guerra comercial entre China y los Estados Unidos fue casi letal para la Argentina.
Para el Gobierno, esa fue la “tormenta” que provocó la crisis cambiaria (el dólar avanzó 102% desde aquella conferencia de prensa), la corrida inflacionaria (se encamina a superar el 45% anual) y la posterior recesión de la economía.