Un funcionario que se reúne todas las semanas con Mauricio Macri, apeló a un recuerdo cinematográfico para definir cuál es el más importante de todos los grandes problemas que tiene hoy el Presidente. "Es el tiempo", dijo, e imaginó que lo mejor que le podría pasar es que una noche de éstas se le apareciera por Olivos el doctor Emmett Brown, aquel excéntrico científico de la película "Volver al futuro", creador de un vehículo para viajar por el tiempo y lo invitara a subir.
Como eso es ficción y definitivamente no va a ocurrir, Macri ruega que los días de este marzo cargado de conflictos pasen lo más rápido posible. Tiene dos razones valederas para eso, y son que luego de las multitudinarias expresiones de protesta callejera las tensiones acumuladas se vayan aflojando, y que los débiles signos de recuperación que han comenzado a insinuarse en la economía entren en una etapa de consolidación.
La semana que pasó tuvo para el Gobierno todas las características de una tempestad. Lo cargó de datos negativos sobre lo que ocurre en los sectores medios y bajos de la sociedad, y encendió luces de alarma que si bien ya eran percibidas, ahora plantean el agregado de la urgencia. La manifestación de los docentes, la enorme movilización convocada por la CGT y hasta la marcha de las mujeres que también sirvió para desahogar voces disconformes, se sumaron a los dolorosos datos sobre la pobreza y la indigencia que difundió el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica.
Si a este combo de adversidades se le agregan las desinteligencias internas que el oficialismo no puede ocultar, y la caída en las valoraciones sobre imagen y gestión que muestran hasta las encuestas de la Casa Rosada, una lectura lineal diría que el problema es casi irresoluble. Pero existe la política, el ámbito donde todo es posible.
En parte del Gobierno, y hasta en sectores vinculados a la oposición política y sindical que protagonizaron aquellas protestas contundentes, se evalúa también que no todo lo ocurrido es negativo para Macri. Ese análisis político capta con claridad lo que la sociedad observa, no como un atenuante a la difícil situación que se vive, sino como dato revelador de un sentimiento generalizado.
Aun admitiendo la escasez de los salarios docentes, la prolongación del conflicto que impidió el inicio normal de clases y la actitud extrema y provocativa de los dirigentes gremiales del sector, fueron señales que la gente rechaza. Lo mismo ocurrió con los desbordes e incidentes de la interna sindical que se produjeron al finalizar el acto de la CGT, y con la violenta estudiantina feminista del miércoles en plaza de Mayo atacando la Catedral Metropolitana.
Esas imágenes mostraron una Argentina que la gente asocia con el pasado y a la que no quiere volver. No es ésta una expresión de circunstancia, sino lo que está debidamente acreditado en decenas de encuestas de opinión. El rédito político de quienes realizaron o están detrás de esos hechos, es entonces tan pesado como la carga de los reclamos legítimos para el Gobierno.
Una consultora que hace conocer sus mediciones a empresas de primera línea, pero que también son leídas con atención en la Casa Rosada, cerró febrero con cifras de una reveladora encuesta nacional sobre imágenes positivas y negativas de los principales dirigentes. Pero un detalle del informe llamó la atención: lejos de atenuarse, la grieta entre los nostálgicos del kirchnerismo y los partidarios del cambio sigue profundizándose.
Hay sin embargo dos preocupaciones que según ese estudio están por encima de cualquier grieta, y son compartidos por todos: inflación e inseguridad.
Los números Fuentes del Gobierno admiten que hoy la imagen del Presidente a nivel nacional ronda el 41 por ciento, y que del otro 59 por ciento que no lo valora, el 51 tiene alguna expectativa de que la situación mejore. No son cifras de catástrofe para la Casa Rosada, pero justifican la urgencia que muestra Macri por revertir la tendencia.
Un promedio de esa y otras encuestas conocidas este mes, indica que Cristina Fernández de Kirchner conserva su activo de entre 25 y 30 por ciento, con una alta imagen negativa de más del 64 por ciento. Emerge la figura de Florencio Randazzo como expresión de una renovación peronista con más del 20 por ciento, mientras Sergio Massa cae a menos del 17 por ciento.
Cerca de Massa, aunque todavía no lo hacen en público, las autocríticas son severas. De ser hace seis meses una figura posible para unir a los sectores no kirchneristas del peronismo, la polarización alentada por el Gobierno para confrontar con la expresidenta, y actitudes suyas cargadas de oportunismo y demagogia, han depreciado su imagen. Algunos de sus amigos dicen que el mayor error fue disputarle la dureza opositora a Cristina, lo que lo acercó al discurso del kirchnerismo.
“Si la grieta se profundiza, no hay camino del medio”, razonan en el Frente Renovador, a la vez que se sorprenden por el “mutis por el foro” que hizo el experimentado José Manuel De la Sota, un puntal de ese espacio. “El Gallego se borró”, comentan casi enojados en la zona de Tigre.
Fuera de las especulaciones políticas, la semana que inicia estará marcada por la fuerte discusión interna en la CGT. Pocos piensan que el paro general podrá evitarse luego de lo sucedido el martes pasado. Pero los costos que pagarán algunos dirigentes serán demoledores.