El pequeño Taylor Lewsley tenía apenas ocho meses cuando su madre, Terri, notó algo extraño y decidió llamar a la ambulancia.
En el hospital de Derby, Reino Unido, le dieron el alta rápidamente pero el cuadro se complicó. Taylor no bebía ni comía, y apenas podía mantener sus ojos abiertos. Terri llamó esta vez al 911, lo trasladaron nuevamente y lo ingresaron en cuidados intensivos.
El diagnósitco de los médicos fue claro. El pequeño tenía una infección producto de una meningococemia, es decir, una enfermedad grave, de rápida evolución, provocada por meningococos. Entre sus características están la septicemia, la coagulación intravascular y el shock.
"Me dijeron que harían todo lo que podían pero que era el turno de Taylor de responder, y que si no lo hacía, solo tenía unas horas de vida por delante", recordó su mamá en declaraciones con la prensa.
"Me recomendaron bautizarlo y llamar a la familia para que se despidiera. No esperaban que sobreviviese, pero es un pequeño muy fuerte y luchó contra la infección", explicó.
Tras 17 días de coma inducido, Taylor despertó. Pero producto del tratamiento los doctores tuvieron que amputarle una pierna y todos sus dedos de las manos y del pie restante, ya que el tejido había muerto. Luego, le amputaron la otra pierna porque estaba débil e intercedía en su recuperación.
"No hay nada peor que ver morir los miembros de tus hijos pero fue la mejor decisión que tomamos porque, finalmente, puede caminar y tener independencia", reflexionó Terri.
Taylor pudo dar sus primeros pasos, con tres años, gracias a unas prótesis decoradas con el "Hombre Araña" (Spiderman), su superhéroe favorito.
"Verlo caminar por primera vez fue muy emocionante. Él es increíble y estaba tan feliz", dijo su mamá, y agregó: "estoy muy orgullosa de él. Si quiere hacer algo, encontrará la manera, y desde que comenzó a caminar otra vez, no ha mirado atrás".