Le movieron el piso. En 1960 un cruento sismo sacudió Chile, y ocasionó casi seis mil muertos. Surgieron dudas sobre si podría organizar el Mundial de 1962. "Porque nada tenemos, todo lo haremos", aseguró Carlos Dittborn Pinto, presidente de la Federación Chilena. A 33 días del inicio del torneo, falleció por un paro cardiaco.
Fiebre por Garrincha. Con Pelé afuera en el segundo partido por una lesión muscular, la figura del Brasil campeón fue Garrincha. Imparable, Mané lo llevó al bicampeonato al vencer 3-1 a Checoslovaquia. En esa final, acusaba 39 de fiebre e igual se lució. "No salí en las fotos de los festejos porque me fui derecho al vestuario", comentó. Increíblemente, lo habían expulsado en la semi con Chile pero Fifa lo "indultó".
Legión argentina. Una vez más, Argentina se quedó con las ganas de ser la sede de la Copa del Mundo. Dirigida por el Toto Lorenzo, la eliminaron en primera ronda. Alfredo Di Stéfano, astro del Real Madrid, iba a jugar para España y una lesión lo dejó afuera. Y el goleador Omar Sívori, ex River, lo hizo para Italia. La selección de España presentó en su lista futbolistas de cinco nacionalidades.
De diez. Con la lesión de Pelé, el técnico Aymoré Moreira dispuso el ingreso de Amarildo Tavares, y fueron los únicos 12 jugadores que utilizó en los seis partidos del torneo. Último Mundial para el defensor Nilton Santos, como bicampeón y a los 37 años.
Batalla de Santiago. Chile-Italia, de los partidos más violentos de los Mundiales. El clima venía caldeado por las críticas de los medios italianos ("país pequeño, pobre y orgulloso", escribieron), y se molieron a patadas. A Italia le expulsaron dos jugadores (uno a los siete minutos) y Leonel Sánchez le rompió la nariz a Humberto Maschio, argentino nacionalizado italiano, sin ser sancionado.
Mufa. La Selección de Uruguay no llevó al torneo la camiseta con el número 13. Alegaron que traía mala suerte. Sin embargo, 13 fueron las Selecciones que jugaron los Mundiales de 1930 y 1950, y en ambos Uruguay se coronó campeón. En Chile '62, ganaron en el debut ante Colombia pero perdieron con Yugoslavia y la URSS, y quedaron eliminados.
Patada asesina. El delantero yugoslavo Mujic le propinó una desleal patada a Dubinski, defensor de la Unión Soviética, y le provocó fractura de tibia y peroné. Como el árbitro no lo vio, no lo expulsó. Lo echaron sus propios compañeros. La herida nunca cicatrizó y en 1969 Dubinski murió por una infección. En el Mundial de Chile hubo 50 lesionados al cuarto día del torneo, incluidos tres fracturados. Una carnicería.
Arbitro vengador. El brasileño Joao Etzel Filho arbitró el increíble Unión Soviética 4-Colombia 4. "Yo empaté ese partido", confesó después, sobre la remontada colombiana, cuando faltaban 22 minutos y perdía 4-1. "Soy descendiente de húngaros y odio a los soviéticos por la invasión de 1956", argumentó. Ese día, Marcos Coll convirtió el primer gol olímpico de los Mundiales. Decían que Lev Yashin, el magnífico arquero soviético, estaba pasado de tragos.
Se achicaron los arcos. Seis futbolistas con cuatro tantos, los goleadores de la Copa. Inédito, para mal. El brasileño Vavá, uno de ellos, fue el primero en anotar en dos finales. El promedio resultó de 2,8, la mitad del registrado en Suiza 1954.
Estadio de terror. El Estadio Nacional fue sede de la final que consagró a Brasil, y que vio a Chile en un histórico tercer puesto. En 1973, durante el gobierno de facto del general Augusto Pinochet, lo utilizaron como centro de detención, tortura y muerte. "La historia es nuestra, la hacen los pueblos". Una de las últimas frases del derrocado presidente Salvador Allende, escrita en las paredes del estadio.
La herencia. Fue el último Mundial para Jules Rimet, quien falleció en octubre de 1962. Dejaba como legado una Copa del Mundo que es un acontecimiento único y un negocio millonario, y una Fifa que levantó un imperio: en 2015 reveló reservas por 1.523 millones de dólares. Hasta su caída en desgracia por el escándalo de corrupción.