La famosa "Fiesta de la carne de perro" comenzó esta semana en la ciudad de Yulín, al sur de China, a pesar de las restricciones que impuso el Gobierno del país asiático y de la pandemia de coronavirus.
Se trata de un evento que se realiza cada año, a fines de junio, en el que miles de canes son sacrificados. Sin embargo, se salvará la vida de algunos gracias a un grupo de activistas.
Con el impacto de la pandemia, el Gobierno chino aprobó una ley que prohíbe el comercio y consumo de animales salvajes. La ley no se aplica específicamente a los perros, pero el ministerio de Agricultura acaba de reclasificarlos como mascotas, eliminándolos de la lista de animales comestibles.
En este contexto, el estadounidense Jeffrey Bari creó un refugio cerca de Pekín, donde acoge a unos 200 perros salvados de un destino fatal que los esperaba a miles de km al sur de la capital.
"Es inhumana y bárbara", afirmó sobre la fiesta de Yulín este defensor de los animales, que intenta encontrar familias de acogida para sus huéspedes.
Los militantes por esta causa salvan a centenares de perros todos los años, organizando verdaderas redadas en los mataderos o interceptando camiones que, cargados de canes, se dirigen hacia el sur donde aún existe la tradición del consumo de su carne.
"Tenemos un sentimiento de placer cuando logramos cambiar el destino de un perro", aseguró Miss Ling, una voluntaria que ayuda en el refugio de la ONG "No Dog Left Behind" (ningún perro abandonado).
En Yulín, donde la fiesta comenzó el domingo (dura una semana), decenas de perros se hacinan en jaulas estrechas, confirmó la agencia AFP. Como es habitual todos los años, los animales sacrificados se acumulan en los mostradores de las carnicerías.
Sin embargo, los proveedores especializados reconocen que este mercado comienza a sufrir dificultades. "Hay cada vez menos clientes", declaró a la AFP Chen, un empleado que asegura que el problema radica en la obsesión por la seguridad alimentaria que, como consecuencia de covid-19, se extendió por todo el país.