Si bien Alberto Fernández tiene en el Grupo Callao gran parte de los colaboradores que lo acompaña en la gestión diaria, el presidente no deja de apoyarse en lo que algunos llaman "la vieja guardia", aludiendo a los soldados veteranos de mil batallas, que con lealtad rodeaban a Napoleón: se trata del grupo de dirigentes peronistas, con quienes Fernández mantiene una relación que arrastra desde las décadas de los 80 y los 90.
Este jueves, Alberto Fernández los invitó a almorzar a la Casa Rosada. "Alberto encuentra en ellos el momento de parar la pelota, se sale un poco de la agenda intensa del día a día; les pregunta cómo van viendo la dirección en que marcha el gobierno. Se divierte también un poco, en medio de tanta preocupación", comentó a Vía País un colaborador del presidente.
Si bien ninguno integra el gabinete de ministros, Fernández delegó en varios de ellos responsabilidades pesadas. No hay más que mencionar a Miguel Pesce -el único radical del grupo-, nuevo titular del Banco Central, una silla caliente en el organigrama estatal. Desactivar las Leliqs con el menor daño posible para las arcas del Estado no es una tarea menor (691 mil millones de pesos).
El almuerzo ocurrió en un salón comedor del primer piso de la Casa Rosada. La cabecera fue ocupada por Guillermo Oliveri, el Secretario de Culto que vuelve al cargo que ocupó durante los doce años de gobiernos kirchneristas -sin integrar el grupo íntimo de Néstor y Cristina Kirchner-. Se considera clave su relación con el Vaticano. Al lado de Oliveri se sentaron Raúl Garré (exfuncionario de la presidencia de Cristina, sin cargo hoy en el gobierno) y Jorge Argüello, designado para volver a ser embajador en los Estados Unidos, tarea que ocupó entre 2011 y 2013. La fórmula Argüello-Fernández (sí, el actual presidente en segundo término) perdió la interna del PJ porteño para las elecciones a la jefatura porteña en 1999.
En los flancos de Alberto Fernández se ubicaron Pesce y el diputado nacional Eduardo Valdés, dirigente clave en el reencuentro entre el presidente y Cristina Kirchner a fines de 2017. La casa de Valdés fue el escenario de aquella cumbre. Junto a Valdés se sentó Julio Vitobello, flamante secretario General de la Presidencia.
Enfrente ocuparon los asientos el exministro de Justicia de Kirchner, Alberto Iribarne, designado embajador en Uruguay; Carlos Montero, quien la semana pasada juró como titular de la Sindicatura General de la Nación y el legislador porteño, Claudio Ferreño.
A principios de 2017, fue Argüello el que tomó la iniciativa de llamar por teléfono a Alberto Fernández (se había desvinculado del Frente Renovador hacía ya un tiempo) y al resto de sus viejos camaradas, a los fines de reorganizar el histórico grupo. En abril de ese año y bajo el sello de “Reencuentro Peronista”, realizaron un encuentro abierto en el café Homero Manzi, ubicado en la tradicional esquina porteña de San Juan y Boedo. El objetivo de aquel entonces era posicionar a Fernández para hipotética pelea que asomaba difícil: desafiar al macrismo en las elecciones porteñas de 2019. Sin embargo, pasaron cosas. El resto es historia conocida.