El índice de inflación de mayo que fue de 1,3 por ciento -la mitad del 2,6 de abril-, y la visita a Buenos Aires por unas horas de la canciller de Alemania, Angela Merkel, fueron para el Gobierno los dos puntos más satisfactorios de la semana que pasó. Ninguno de los dos consiguen por sí solos revertir las situaciones de descontento que atraviesan el entramado social. Pero para el oficialismo marcan nuevos hitos de una tendencia positiva hacia la recuperación económica.
En la Casa Rosada esperan que esa línea se mantenga hasta fin de año, en que deberán aplicarse los aumentos postergados en luz, gas y otros servicios. Será un respiro a los salarios, conformados con paritarias por cercanas a la inflación anual, o con cláusulas gatillo para emparejarla. Siempre y cuando no haya una disparada de precios, la idea es que para octubre, mes en que se realizarán las elecciones legislativas, el contexto económico-social sea mucho más distendido que el actual.
En cuanto a la visita de Merkel, que motivó el montaje de un operativo de seguridad aún más estricto que el que protegió el año pasado a Barack Obama, tiene todavía más valor simbólico que real. No se cerraron acuerdos trascendentes ni se comprometieron inversiones cuantiosas. Pero ella es prácticamente la presidenta de la Unión Europea y está calificada como la mujer más poderosa del mundo. Un elogio suyo sobre la marcha del país –que lo hizo y con generosidad- trasciende el marco de la relación bilateral.
El camino recorrido por Mauricio Macri en su objetivo de reinsertar a la Argentina en el mundo, aun con indefiniciones confusas en materia de política exterior, ha sido quizás el terreno donde ha conseguido mejores resultados. El Presidente cree que está realizando una inversión que tarde o temprano será beneficiosa para el país.
La pulseada
Cada vez con mayor virulencia, la disputa interna en el peronismo de la provincia de Buenos Aires está comenzando a resolver uno de los conflictos políticos más importantes de los últimos años: si el kirchnerismo es peronista o si el peronismo es kirchnerista. Vista desde semejante simplificación, la contienda está destinada a calar hondo en la definición ideológica de los perfiles que tendrá hacia 2019 la principal fuerza de oposición al actual gobierno.
El lanzamiento el viernes en un acto a puertas cerradas de la candidatura del ex ministro Florencio Randazzo, para competir con el espacio que lidera la ex presidenta Cristina Fernández, implica la institucionalización de un quiebre que estaba solapado. Las candidaturas pasan a ser de menor importancia ante la trascendencia de esa ruptura. "Está bien que esto suceda, ahora nos encaminaremos hacia la renovación del peronismo", se ilusiona un dirigente de otro distrito, pero con funciones de importancia a nivel nacional.
Ese sector peronista que agrupa a gobernadores, legisladores y numerosos intendentes de todo el país, ha visto con simpatía la movida de Randazzo, pero varios de sus integrantes insinúan que eso no convierte al ex ministro en dueño de un liderazgo nacional. No quieren apresurarse, pero la desconfianza está instalada porque hasta ahora no se le ha escuchado a Randazzo una sola crítica a la gestión presidencial de Cristina ni a su manera de hacer conducción política.
Falta todavía mucha discusión, pero si la interna bonaerense se judicializa, como todo indica que ocurrirá, la división se hará de hecho. Por un lado el kirchnerismo duro, aliado a sectores no peronistas como los de Martín Sabatella, el partido Miles de Luis D'Elía, Amado Boudou, agrupaciones piqueteras de izquierda y otros, compitiendo con los peronismos "más democráticos".
Con todos
Esa pelea de fondo en la oposición, que dejará múltiples heridos políticos en la banquina, dibuja un escenario favorable para Macri, siempre y cuando sus estrategas no crean que todo les será fácil. La historia demuestra que el peronismo, con mayores o menores dolores internos, se recompone y renueva de manera permanente su vocación de poder.
Una encuesta que se conoció a mediados de semana señaló que en los cuatro principales distritos electorales del país –Buenos Aires, Capital Federal, Córdoba y Santa Fe-, el 45,9 por ciento de los votantes está indeciso o no se identifica ni con el macrismo ni con el kirchnerismo. La batalla ideológica del peronismo seguramente dividirá aguas también en la sociedad y eso comenzará a verse en octubre.
Algunos otros datos de la semana también quedaron para el comentario. La celebración el 7 de junio del Día del Periodista trajo esta vez algunas sorpresas. La Corte Suprema de Justicia suspendió el tradicional agasajo a la gente de prensa, aduciendo una agenda complicada de sus miembros. En realidad, el clima de convivencia entre los supremos no es el mejor luego de aquel fallo sobre el 2 por 1 que favorecía a un represor condenado.
Para evitar caras largas o conversaciones inapropiadas luego de compartir el brindis con los periodistas, el presidente del Tribunal, Ricardo Lorenzetti dispuso cancelar el evento. Esa actitud no hizo más que confirmar que las tensiones internas son muy fuertes y que será muy difícil encontrar en el futuro fallos unánimes del cuerpo.
Esto ocurre nada menos que en la cúpula de un poder del Estado y en un momento en que la sociedad contempla con decepción a la Justicia. La corrupción y los delitos atribuidos a la inseguridad no encuentran sanción, y muchos jueces siguen mirando más al escenario electoral que a la Constitución y las leyes que deben aplicar.