Si a la situación traumática de perder un hijo durante el embarazo se le suma la entrega de la partida de defunción sin el nombre del bebé, la angustia se ahonda. Eso le pasa a miles de padres que reclaman una ley de identidad de bebés fallecidos en el vientre materno para que dejen de ser declarados por el Estado como NN.
El pedido se centra en la creación de un registro en el que se inscriban a los bebés fallecidos con nombre y apellido para no ser declarados NN, es decir, que todas las defunciones fetales sean registradas sin importar la edad gestacional ni el peso.
Actualmente, los bebés que fallecen en el vientre materno antes de la semana 20 de gestación o que pesan menos de 500 gramos, además de no ser inscriptos en los Registros de Defunción son desechados como residuos patológicos.
En ese sentido, el artículo 72 del proyecto de ley propone implementar un formulario, denominado "Certificado Médico de Nacimiento sin Vida", en el que constan los datos personales tanto de la madre como del nacido sin vida. Mientras que, en ningún caso, el certificado contiene las iniciales “NN” con el fin de respetar el nombre elegido por los padres.
El proyecto, con el que también se busca contar con una estadística de salud pública que aún no existe, fue redactado por la fundación "Era en abril", que agrupa a madres que pasaron por la experiencia de perder a un bebé durante el embarazo.
La iniciativa fue presentada por la diputada María Emilia Soria (FpV) en la Cámara baja el 10 de marzo de 2016 pero como perdió estado parlamentario, lo volvió a presentar el 6 de marzo de 2018. El tema no llegó a ser debatido ni en comisiones.
El proyecto también lleva las firmas de la diputada oficialista Cornelia Schmidt-Liermann y de los opositores Claudio Doñate, Gustavo Bevilacqua, Darío Martínez y Julio Solanas.
Era en abril
Ante la posibilidad de que este tema pudiera confundirse con el debate por la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), Jessica Ruidíaz, fundadora de "Era en abril", explicó que la ley que promueven "no tiene nada que ver con el aborto".
Ruidíaz explicó que en este caso no hay grieta entre quienes puedan estar a favor o en contra, porque "este tipo de violencia" en la que el Estado no reconoce a los nonatos afecta a todas las personas por igual.
“Era en abril” provee una contención integral en distintos niveles, grupos de ayuda mutua, acompañamiento profesional con profesionales especializados en el duelo por la muerte gestacional, neonatal e infantil; ofrece información, asesoramiento y capacitación a profesionales sanitarios; promueve programas de prevención y concientización relacionado con la problemática.
La fundación recibe y asiste a unas 60 madres por semana por el duelo perinatal. Ahora, la entidad está elaborando otro proyecto de ley para que se establezca un protocolo con doce puntos principales para la asistencia de las familias que perdieron un bebé, para que se implemente a nivel nacional.
“Hace 13 años que estamos trabajando en esto, porque los padres se van (de los hospitales y las clínicas) con los brazos vacíos, se los empuja a hacer un duelo en soledad y terminan con ataque de pánico, depresión y estrés postraumático", expresa.
El caso de Mariana
Cuando cumplió el noveno mes de embarazo, Mariana Moreno esperaba el día del parto con lógica ansiedad. Ya tenía cuatro de dilatación y en el hospital porteño Durand le dijeron que volviera a su casa y regresara horas después para el parto, en el que recibiría a su hijo Joaquín.
Faltaban 20 días para la fecha probable de parto, pero se adelantó y fue el 2 de abril del año pasado. De repente, el panorama pasó de claro a oscuro cuando el equipo médico del Durand le informó que no había latido y que el bebé había fallecido adentro del vientre.
En medio de su profundo dolor, Mariana recibió un duro golpe final cuando las autoridades del nosocomio le entregaron una fotocopia del certificado de defunción con su nombre y su hijo declarado como NN.
“Estaba con cuatro de dilatación, hicieron que me fuera a casa con mi nena de cinco años. Habíamos quedado que nos veíamos tipo 17:00. La partera me dijo que se comunicaba con el equipo para recibirme”, le cuenta Mariana a este medio.
Mariana recuerda que cuando la ocultaron en la sala de parto, el latido no se escuchaba. "A los 10 minutos, escucharon un latido muy bajo. Me decían 'va a empezar a sonar'. La partera me empezó a tomar el pulso. En ese momento, se desató la desesperación. Los médicos no sabían qué decirnos. Nos explicaron que en las muertes que son intrauterinas no pueden hacer nada", relata.
Los médicos le explicaron a Mariana que es probable que se hayan confundido los latidos del bebé con los de ella. “Los jefes de obstetricia me dijeron que lo que pudo haber pasado es que el ritmo cardíaco de un bebé ronda los 140 latidos y los de una mama taquicárdica van de 110 a 160 en un rango similar”, cuenta.
En la sala de parto, les dijeron a ella y su pareja, Gastón, que se trataba de un desprendimiento de placenta que causó asfixia intrauterina, motivo por el que falleció Joaquín y que fue confirmado más tarde por la autopsia.
Parecía que lo peor ya había pasado. Luego de la cesárea de urgencia, Mariana se despertó con Joaquín en brazos, lo besó como nunca a nadie y a los pocos minutos se lo arrebataron de sus manos.
Su hijo pasó a ser una cuestión administrativa. ¿Por qué? Es que a las pocas horas recibió un certificado de defunción con una particular descripción: feto masculino NN, acompañado por el nombre de la madre.
"No lo consideran una persona porque no llegó a dar un suspiro afuera del vientre. El corazón le latió durante nueve meses. No necesitás hacer ningún tipo de trámite sobre un feto muerto. Me están diciendo que mi hijo no existió y yo armé una vida en base a eso: le compré la cuna, la ropa y, de pronto, te cambia el panorama", recuerda con la voz quebrada.