En el ejercicio de la historia contrafáctica, repulsivo para algunos, apasionante para otros, se ponen en juego ciertas destrezas intelectuales que no se activan cuando estudiamos la historia como simple espectadores de ese devenir lineal e incorruptible que la mayoría de las escuelas pinta en sus pizarrones.
Pero asumiendo que nos permitimos por un momento la licencia de preguntarnos “qué hubiera pasado si”, utilizaremos ese comodín para recordar al General Martín Miguel de Güemes en el día del 200 aniversario de su paso a la inmortalidad.
Güemes ocupa un merecido lugar en la mesa redonda de los caballeros emancipadores de la nación aunque, en honor a la verdad, el pueblo argentino haya tardado largos años en reconocer la importancia y el valor de la figura del General. Probablemente este pecado, ajeno por supuesto a la generosa tierra salteña del general, haya estado precisamente motivado por esa extraña incapacidad que a veces nos invade a los argentinos para dimensionar el peso de figuras que, en vida son molestas a los oscuros intereses de algunos sectores arraigados pero, en la muerte, gozan del respeto que la corrección política les otorga ante los ojos de quienes otrora los descalificaran, juzgaran o persiguieran.
San Martín y Belgrano padecieron el infortunio de encontrar la persecución y el olvido, respectivamente, en la propia Buenos Aires que les debía libertad y bandera. Claro que, por ser Güemes un caudillo con una identidad propia bien definida y con la independencia política que le daban sus raíces en el pueblo salteño, lejos de la cuna porteña de las intrigas, pagaría un precio distinto (pero no mejor) al de los otros dos padres fundadores: desde su temprano y valeroso desempeño en la Batalla de Suipacha, su nombre sería borrado del parte de batalla enviado a la Junta en Buenos Aires, ocultando que la gloria del triunfo se debiera en gran medida a las armas salteñas. A partir de entonces las lecturas porteñistas intentarían disminuir la figura del gran general dejando a un lado tanto al joven que durante la invasión inglesa de 1806 cometió el insólito acto de tomar por asalto un buque de guerra, el Justina, liderando una carga de caballería, como al líder que se convertiría en el pilar fundamental para que San Martín pudiera marchar hacia Chile como parte del Plan Continental mientras Güemes embestía con bravura las avalanchas realistas que intentaban penetrar desde el norte.
La grandeza de aquellos hombres hizo que ambos entendieran la importancia del uno para el otro mucho más de lo que nuestro pueblo podía entenderlos a ellos en aquella temprana hora de la Patria. Ellos mismos lograron comprender que la sinergia de sus liderazgos era mucho más importante que los juicios de valor y la guerra de intereses que comenzaba a desatarse en Buenos Aires aún cuando la amenaza realista todavía se cernía sobre la joven nación.
Güemes pasaría a la inmortalidad en 1821 como el único general de la independencia caído en combate mientras se aprestaba a marchar sobre el Alto Perú para auxiliar a San Martín, luego de escribirle al Libertador que “estamos en andrajos pero ya tengo dos mil hombres preparados para marchar hasta el Alto Perú con el lema: “Morir por la Patria es gloria”. Güemes jamás abandonó, tal como lo afirma su chozno nieto Martín Güemes Arruabarrena, el ideal de una Patria Grande; Güemes fue uno de los pocos líderes de la emancipación con una cabeza y una visión globales, fue uno de los pocos, junto a San Martín y Belgrano, en pensar con una mentalidad geopolítica, fue un adelantado cuya visión y acción sembraron el camino que hoy necesitamos retomar.
Jugando a la consigna inicial de “qué hubiera pasado si…”, no hace falta pensar mucho para entender que el Plan Continental Sanmartiniano hubiera tambaleado sin la heroica resistencia salteña y güemesiana. Sin embargo, nos permitimos preguntar “¿qué hubiera pasado si Güemes hubiese recibido todo el apoyo de una Buenos Aires que ya se encontraba inmersa en la anarquía del año veinte? ¿Qué hubiera pasado si Güemes hubiera marchado con refuerzos por el Alto Perú al encuentro de San Martín, contando con el respaldo de Buenos Aires en la retaguardia?
La respuesta quizá sea una aventura, aventurarnos es soñar y soñar no cuesta nada: imagino Guayaquil con San Martín, con Bolívar y con Güemes…
Artículo: Eric Torrado - Malvinas en la Mira