Perseverancia y paciencia son sin duda dos virtudes que todo pescador que se aprecie de tal, debe tener. Esas mismas virtudes fueron la que demostraron a lo largo de los años, aquellos primeros mentores, organizadores y directivos del Club de Cazadores que dieron vida a la primera edición de las 24 Horas de la Corvina Negra, allá por el año 1962.
Hoy, incuestionablemente, las "24 Horas" se ha convertido en el concurso pesquero en mar abierto más importante de América, no solo por su duración, su logística y su organización sino también por la calidad de sus premios y la cantidad de inscriptos que año tras año copan las playas de Claromecó, Reta y Orense, buscando todos el mismo sueño, el sueño de "la negra".
Pero no fueron fáciles los inicios. Quince ediciones tuvieron que pasar para que la entidad organizadora comenzara a obtener reales beneficios económicos del concurso. Lo recaudado con las primeras ediciones solamente cubrían los costos organizativos y el valor de los premios entregados siendo a partir de la l9ª edición cuando comenzaron a darse superávit de importancia.
Allá, a inicio de los `60, algunos sin duda, habrán pensado que organizar un concurso de pesca de estas características, rozaba la locura, que no era imposible pero si muy difícil de llevar adelante. Seguramente alguno de los socios fundadores del Club de Cazadores, que se conocieron bajo la sigla REGARTULCHAHOE" (formada con sílabas de los apellidos correspondientes a los seis integrantes: Enrique y Ernesto Ré, Emilio García, Bernardo Tula, Ever Chachero y José Hoe) habrá expresado sus dudas y habrá querido llevarse el mérito de la razón, cuando los 58 inscriptos de la primera edición no alcanzaron para cubrir los costos organizativos.
Sin embargo nadie claudicó, el concurso siguió organizándose y pasito a pasito, con paciencia de araña, año tras año fue ganándose su lugar. Eran épocas de corvinas gordas y pocos participantes, en los que se otorgaban como recompensas, trofeos y artículos de camping y algunos premios especiales como por ejemplo, a la Corvina Negra mayor de 25 kilos se le otorgaba una medalla de oro, mientras la segunda se adjudicaba una de plata. Ese premio especial continuó otorgándose durante algunas ediciones bajando el peso a 10 kilos para hacerse merecedor de la condecoración.
Muchas reglamentaciones han cambiado desde el inicio de “Las 24” pero hay una que permanece inalterable: Negra mata a Blanca, Blanca mata a Dorada, y Dorada reza para que no haya ni blancas ni negras.
Esto bien lo sabe Elena B. de Stornini que en 1970 se convirtió en la primera mujer en ganar el tradicional concurso, con una particularidad, su Corvina Negra acusó en la báscula apenas 0,920 kg. Si tenemos en cuenta que en la edición anterior la Corvina Negra ganadora peso 23,400 kg y en la posterior 15,650 kg y que, en el año en que resultó vencedora Doña Elena, hubo varias Corvinas Blancas de gran porte, puede decirse que la diosa fortuna no solo le sonrió a nuestra ganadora, sino que carcajeó a su favor.
Fue a partir de esa “Injusticia” que se estableció en la edición Nº 10 de 1971 que todas las corvinas deberán tener un peso mínimo de dos kilogramos para poder clasificar.
Asi llegamos a los “Fabulosos años 80” la decimonovena edición de 1980 sorprendió a propios y extraños cuando se alcanzó el record de 2855 inscriptos, superando en un millar los anotados el año anterior. Un nuevo salto cuantitativo sucedió al año siguiente cuando se alcanzaron las 4017 cañas.
"Las 24" se instalaron definitivamente en el mapa de los concursos de pesca más importantes de la cosa argentina. Los premios iban creciendo a la altura de lo esperado y magnificándose año tras año. Del 79 al 82 las recompensas para los ganadores fueron: un buggy, una Casilla Rodante y dos lanchas respectivamente.
En 1983 se entregaron cuatro automóviles, una Estanciera al ganador y tres todoterrenos para los siguientes ubicados, y Don Abraham Van der Horst se hizo acreedor a esa Estanciera de fabricación brasilera, extrayendo la mayor corvina en la historia del concurso: una negra de 25,450 kg. pescada en el Salto de Christian, que se convirtió también, en la última gran corvina pescada en el concurso.
En 1984 se entregó de premio el primer automóvil cero kilómetro acrecentando el prestigio del concurso que llegó a su punto máximo en 1987 cuando se registró el record mundial de 6862 inscriptos.
En 1992, adaptándose a los nuevos tiempos se realiza la primera edición del concurso paralelo a la Pieza de Mayor Peso y la década transcurre sin grandes sobresaltos con la particularidad que en el año 1998 Antonio y Orlando Andrés, padre e hijo, ocupan el primer y el segundo escalón del podio de los triunfadores.
El prestigio alcanzado por las 24 Horas de la Corvina Negra no pudo escapar a la crisis de principio de siglo y durante todo el 2001 los organizadores del evento tuvieron que batallar y encontrar nuevas soluciones que permitieran no discontinuar el concurso y así lo hicieron pese a los graves problemas económicos del país que se reflejaron en la cantidad de 1626 inscriptos en la edición de 2002, el más bajo desde 1978.
Para que el concurso tuviese su continuidad se reemplazaron los automóviles cero kilómetros por premios en efectivo. Esta modalidad se mantuvo hasta el año 2006 inclusive. Durante el 2004, se adicionó el premio Participación Gobierno de la Provincia de Buenos Aires consistente en un Auto Fíat Uno 0 Km. entregado al Club para sortear entre los participantes del concurso que adquirieran un bono adicional y que el producto de lo recaudado fuese donado en partes iguales al Instituto Secundario y a la Sala de Primeros Auxilios de Claromecó, repitiéndose el sorteo en el 2005.
En el año 2007 volvieron los 0 kilómetros a formar parte de los premios.
Las 24 Horas de la Corvina Negra es la carta de presentación de nuestras costas. Claromecó, Reta y Orense han trascendido las fronteras del país gracias al prestigio del concurso. Cientos de miles de pescadores han probado suerte a lo largo de 58 ediciones.
"Las 24 horas" atraviesa a todos los tresarroyenses, cada uno tendrá alguna historia, alguna anécdota que contar, alguna experiencia que relatar en cualquier sobremesa. Todavía hay muchos que recuerdan aquellas viejas largadas al mejor estilo "de las carreras de Le Mans" cuando la reglamentación establecía que los inscriptos debían reunirse para recibir la tarjeta que los habilitaría para intervenir en la prueba. Recibida la tarjeta, los concursantes partían a la carrera hacia sus vehículos para llegar lo antes posible a los lugares de privilegio y el público se agolpaba, principalmente en la bajada de Dunamar previendo las encajaduras de los más rezagados luego del incesante bajar de los automotores.
Ciento de miles de pescadores, cada cual con su recuerdo y su historia, pescadores sin experiencia que se alzaron con el premio mayor, padres e hijos, juntos en el podio, historias de triunfos y fracasos, de alegrías extremas y máximas desventuras, de golpes de suerte, y desafortunada realidad.
Miles de historias podrían relatarse y elegirse para pintar este mundo de la cita máxima que cualquier pescador tiene en el país, pero hay una que, como tresarroyenses, nos atraviesa y nos conmueve. Una historia que se divide en tres capítulos.
El 10 de abril de 2013 Federico “blanco” Filas, reconocido deportista tresarroyense y apasionado de la pesca y el mar, falleció ahogado cuando la embarcación en la que pescaba desapareció a siete mil metros de la costa de Reta. Su cuerpo nunca fue hallado y descansa para siempre en las aguas interminables que fueron siempre su pasión.
En febrero de 2014 durante Quincuagésima tercera edición de las “24 horas” Sebastián “Japo” Filas, hermano del desaparecido Federico, le salva la vida a un pescador oriundo de Bahía Blanca que estuvo a punto de morir ahogado mientras participaba en el concurso. Sebastián sin medir los riesgos de un mar embravecido y con toda la carga a cuestas del trágico final de su hermano, no lo dudó y arrojándose al mar rescató a aquel desconocido.
El capítulo final sucedió en la última edición de las 24 horas de la Corvina Negra, cuando Matías Filas, hijo de Sebastián y Sobrino del eterno Federico se convirtió en el ganador de la edición número 58.
“La corvina me la mandó mi tío” relató en aquel momento Matías, y como no creerle si quizás el propio Federico, eterno guardián de los mares fue quien ayudo a su hermano a rescatar a aquel bañista que se ahogaba. Como no perdonarle a Matías esa “Ayuda divina” que sin duda recibió para tallar su nombre entre los pescadores más privilegiados de la historia.
El sueño de la Corvina Negra está nuevamente en marcha. Esa negra ausente desde el 2008, que se esconde y se hace desear desde hace ya más de una década.
Será la edición número 59 y la primera sin la presencia física del querido y recordado Ricardo Héctor Guido, simplemente "Popi" para todos; la voz de las 24 horas por más de 50 años, el detallista, el de los relatos, el que conocía la historia del concurso como si fuese un rincón de su casa. Algunos de esos datos que Popi escribía en su columna "Rumbo a las 24" que aparecía en La Voz del Pueblo fueron "pescados" por este redactor, una pequeña manera de homenajearlo y recordarlo, siempre. Faltará su conteo regresivo del diez al uno para iniciar y finalizar este concurso que fue parte importante de su vida.
Se vienen las 24 horas de la Corvina Negra, el mayor concurso de pesca en mar abierto de América… y es nuestro, como es nuestra la emoción y el orgullo que cada año nos atraviesa cuando el tradicional conteo da inicio al sueño repetido de miles… el sueño de la negra.
Para finalizar les regalo una historia más de pescadores y de las 24 horas, quizás exagerada, quizás poco cierta, quizás difícil de comprobar como suelen ser algunas historias de pescadores.
Dicen que dos hombres se encontraron en una casa de pesca, ambos, supuestamente para ultimar sus detalles de lo que sería sus participaciones en las 24 horas. Dicen que charlaban amigablemente, sobre cosas del concurso: donde pescar, como pescar, como encarnar etc. etc. Dicen que uno de ellos cuestionó las habilidades pesqueras del otro y que la discusión fue subiendo de tono frente a varios testigos. Dicen que la indignación del pescador atacado fue tal, que acepto una apuesta del verborragico segundo pescador. Dicen que fue un asado, que se encontrarían en un punto determinado al finalizar el concurso y si hubo pique compararían el tamaño de sus piezas y habría un ganador de la apuesta. Dicen que sellaron el pacto con un apretón de manos, que en aquella época valía más que cualquier papel firmado.
Dicen que el problema fue que el atacante ni siquiera era pescador, no estaba anotado en el concurso y ni siquiera le gustaba pescar, pero que no estaba dispuesto a perder la apuesta por lo que decidió seguir el juego o la broma hasta el final.
Dicen que al otro día, varios de los testigos de aquella apuesta llegaron al punto de encuentro, y que ambos apostadores se hicieron presentes, demostrando caballerosidad suprema, pese a que el agredido no había logrado pescar nada. Dicen que el charlatán dijo que sí había pescado algo pero, como era tan grande no pudo trasladarlo, que debían acompañarlo hasta su camioneta. Así lo hicieron todos, testigos y apostador. “Yo pesque esto” dijo el hábil apostador.
Dicen que la sorpresa y las risas fueron enormes cuando montado sobre la caja de la camioneta y apoyado sobre el techo estaba, cubierto con una lona, el enorme pescado del cartel publicitario de Klaromecó Camping Sport que estaba ubicado en el cruce de la ruta 73 y 228.
Dicen que el bromista pagó la apuesta. Dicen que se hicieron amigos. Dicen que se cartearon durante muchos años. Dicen que esa misma noche, el pescado del cartel, volvió a su lugar.