Estimado Don Alejandro Borensztein: Lo sigo desde hace mucho tiempo. “Tengo todos sus discos de los dos lados” como diría a modo de broma el bueno de Juan Carlos Mesa en su querido y entrañable programa “Mesa de Noticias.”
Me gustan sus columnas en Clarín. Me gusta su humor, su acidez, su cultura general que demuestra semanalmente, y hasta su manera a veces despectiva, como lo fue, sin dudas, con la localidad de Claromecó en su nota del 22 de diciembre pasado.
¡Entiendo, entiendo! Usted mencionó a Claromecó como pudo haber mencionado cualquier otra localidad, y aunque no me sentí ofendido por su comentario, creo tener la obligación, por el solo hecho de habitar en Tres Arroyos, a escasos 70 kilómetros de Claromecó, de defender a nuestra pequeña pero maravillosa localidad balnearia.
Vea usted, estimado Alejandro, algunos pequeños datos para empezar: Claromecó tiene uno de los faros más altos de la costa argentina, junto con el Querandí de Villa Gesell y solo superado en altura por el Faro Recalada a Bahía Blanca en Monte Hermoso, también fuimos participes de una publicidad de una empresa telefónica que usted recordará como "Claromecopa."
En sus playas, junto con Orense y Reta se lleva a cabo desde hace más de 50 años, el concurso de pesca más importante del país, "Las 24 horas de la Corvina Negra" que este año, para que se dé una idea, reparte más de 9 millones de pesos en premios y siete automóviles cero kilómetro.
Y como si fuese poco Claromecó fue mencionado por el grandísimo Adolfo Bioy Casares en su cuento "El Gran Serafín" publicado en el libro Historias Extraordinarias. ¡Mire usted que lujo!
Está claro que no tiene la infraestructura de otras localidades balnearias en las que usted estará acostumbrado a pasar el verano, Don Alejandro. No tiene por ejemplo, edificios frente al mar, edificios abarrotados de gente que viene y que va sin que nadie conozca a nadie. En Claromecó sobre la costanera hay casitas, algunas lujosas otras sencillas, de uno o dos pisos, pero todos los vecinos se conocen, comparten mates y se prestan leña para el asado que nunca tiene día ni horario, cuando pinta, pinta.
Tampoco tiene muchos ni lujosos paradores en la playa, pero si viera usted, Alejandro, lo bien que lo atienden a uno, lo cómodo que lo hacen sentir y lo rico que se come, quizás entendería que no todo es jacuzzi, piletas y terrazas auspiciadas por…
Si usted es de los madrugadores tendrá la posibilidad de ver el amanecer con el sol saliendo desde el mar, pero si usted es de los remolones que baja tarde a la playa, porque lo quema el sol y no le gusta andar todo pegoteado por el bronceador, no se preocupe, tendrá la oportunidad de ver unos atardeceres de la gran siete, también con el sol escondiéndose en el mar. ¡Mire usted, otro lujo! Porque acá, al igual que en Monte Hermoso, el sol sale y se pone en el mar.
Vengase Don Alejandro a disfrutar de nuestras playas, le aseguro que cuando usted clave su sombrilla en la arena y se instale, no va a tener que soportar la conversación de ningún vecino, y tampoco va a tener que pedirle permiso a ninguna personas o rogarles que corran la heladera, la reposera o las ojotas cuando tenga ganas de estirarse para dormir una siestita.
Y si viene con los pibes podrá ayudarlos a hacer castillitos de arena, pistas de autos y hasta un pozo gigante sin correr el riesgo de perder la reposera, la sombrilla y la heladera portátil de su vecino de playa adentro del pozo.
Hasta podrá jugar al tejo si quiere o prenderse en un picadito en la arena mojada sin joder absolutamente a nadie. Así de amplias y grandes son las playas de Claromecó.
Vengase, Don Alejandro que si hay mucho viento nos vamos para el Vivero Dunícola, ahí puede descansar, jugar con sus pibes, hacer deportes, recorrerlo y hasta perderse si tiene ganas, de lo grande que es. O nos vamos al arroyo a seguir disfrutando del sol, o hasta Puerto Mosquito que queda ahí nomás.
Si usted prefiere más tranquilidad puede irse hasta el segundo o tercer o cuarto salto a instalarse, o alquilar una casita en Dunamar, rodeado de vegetación.
Con respecto a los precios vengase a hacerse el hippie una semana y veremos cómo le va. A más de uno con billetera gruesa hemos dejado boquiabiertos. No es algo para sentirnos orgullosos, pero es una realidad que tampoco podemos negar.
Vengase Don Alejandro, vengase con los pibes, con sus hijos o sus sobrinitos, que cuando los vea saltar, correr, construir, cavar, e irse de su lado sin peligro alguno de perderse, o sin riesgos de ser atropellados por cuatriciclos o de lastimarse contra las piedras del fondo por la bravura del mar, usted estimado, terminará diciendo, lo que decimos todos por acá: “¡La Pucha, que paraíso Claromecó!”