Colorinches tresarroyenses: Bailando con el alma

Egresado del Teatro Colón, Ismael Jaka,dejó atrás las luces de las grandes ciudades para ejercer la docencia en una pequeña localidad del sudeste bonaerense.

Colorinches tresarroyenses: Bailando con el alma
Ismael Jaka (archivo)

Pringles 481. Alguna vez me tocó ingresar en aquella vieja casona de ladrillos a la vista. Bajar del auto y cruzar por esa puerta de madera de cedro de dos hojas, con molduras talladas, y ser recibido por un pequeño palier con un gran perchero colgado en la pared de la derecha. Algunos metros más adelante, digamos tres, se ingresaba al estudio.

Estudio de Ismael Jaka en la actualidad
Estudio de Ismael Jaka en la actualidad

No recuerdo si había sillas sueltas o bancos de madera para sentarse, pero si recuerdo que me sentaba, me sentaba a esperar que finalice la clase, a veces de mi madre y otras veces de mi hermana.

Frente a mí, una puerta que comunicaba con un patio y, al salir, un pequeño baño a la izquierda, y un enorme ventanal que dejaba ingresar la luz natural que a media tarde dibujaba luces y sombras sobre el piso de parquet y que al caer la noche era suplantada por la luz blanca de varios tubos fluorescentes instalados en el techo.

A la izquierda una pared de espejo y la barra de ejercicios; a la derecha, siempre mirando desde mi posición, Ismael Jaka dirigía su clase de Ballet, siempre erguido, con el mentón levantado, elegante y soberano frente a sus alumnos, con su cabello de plata, su polera de cuello alto y sus pantalones negros.

Ismael Jaka con Lía Nanni (facebook/Lia Nanni)
Ismael Jaka con Lía Nanni (facebook/Lia Nanni)

Ismael contaba…siempre hasta cuatro… a veces hasta ocho, y acompañaba la cuenta con un golpe de su bastón sobre el piso de parquet, bastón que no era más que un palo de escoba y que en ocasiones también le servía para marcar con su golpeteo el ritmo de la música que se expandía por todo el estudio desde un viejo pasacasete de dos parlantes.

La tecnología suplantó a la música en vivo, en sus clases y en casi todas las cosas. Cuando Ismael Jaka se instaló en Tres Arroyos, en 1957, sus primeras clases de ballet las dictó en el Club Social, cuando el club tenía sus instalaciones en el primer piso del edificio de La Previsión. Para la música no había grabadores, pasacasete o tocadiscos era ejecutada en vivo, en un piano que tocaba María Luisa Parravicini.

Luego de varias reformas realizadas en su domicilio particular en la mencionada calle Pringles, el maestro Jaka pudo contar con su estudio propio donde desarrolló la mayoría de sus años como docente.

Ismael contaba…siempre hasta cuatro…a veces hasta ocho y luego de comenzado el ejercicio que le marcaba a sus alumnos, Ismael comenzaba a recorrer el salón, con pasos felinos, elegantes y silenciosos, nunca dejaba de contar y las palabras eran innecesarias porque el control lo ejercía con su bastón, con el, tocaba las diferentes partes del cuerpo de los estudiantes que requerían una corrección en la postura, y a veces, cuando la elegancia corporal requerida para la práctica de ballet brillaba por su ausencia, utilizaba su mano con la cual ejercía una leve presión sobre la espalda de los alumnos para mejorarles la pose.

"Mucho ruido, mucho ruido… suave…suave" solía decir cuando los pasos de baile repiqueteaban en el parquet con más fuerza de la que sus oídos y el ballet podían soportar.

"Relajados, sueltos, hagan fuerza con las piernas, no con la cara. Sonrían, sonrían que no duele" era una de sus máximas.

Ismael contaba…siempre hasta cuatro…a veces hasta ocho, era rígido y exigente en sus clases, fe de ello puede dar mi hermana, siempre inquieta y charlatana, que terminó varias clases en penitencia sentada en un rincón.

Ismael Jaka (archivo)
Ismael Jaka (archivo)

No solo dictaba clases de Ballet, también de gimnasia jazz y expresión corporal para personas que no tenían dotes de bailarines ni la gracia requerida para la danza clásica, pero a pesar de las escasas condiciones de ese grupo de alumnos siempre los exigía para que den el máximo de sus posibilidades físicas y estéticas.

Pero detrás de esa rigidez, detrás de la exigencia, de la postura seria y de los gestos adustos que en sus clases imponía, había al finalizar la hora, una persona cálida, alegre y buena, que sabía reírse y relajarse. No le gustaban las fotos, huía de los flashes cada vez que podía.

Era ameno en el trato, dicharachero en las conversaciones, humilde pese a su grandeza profesional y humana; y me regalaba caramelos y pastillas que me hacían picar la lengua.

En el recuerdo queda sus "Noches de Ballet" que presentaba cada fin de año en el teatro de la Escuela 1, a total beneficio de distintas instituciones como ALPI, de la cual participaban todos sus alumnos, desde los más chiquitos a los más grandes, desde los más dotados a los menos gráciles; queda su valiosa participación en el Club Español y su aporte invalorable a la cultura de la ciudad.

Ismael Jaka con elenco de baile del Club Español (archivo)
Ismael Jaka con elenco de baile del Club Español (archivo)

Ismael contaba…siempre hasta cuatro…a veces hasta ocho y hoy me toca contar a mí; no hasta cuatro…nunca hasta ocho, contar con palabras los pocos recuerdos que tengo de Don Ismael, sin los datos bibliográficos puros y duros que se merecería la historia de un egresado del Teatro Colon que dejó de lado la inmensidad de sus logros para ejercer la docencia en una pequeña ciudad del sudeste de la provincia de Buenos Aires.

Porque de eso se tratan estos Colorinches tresarroyenses, de contar... sin fechas ni datos; pero con el alma. Con el alma que se pone cada vez que se intenta hacer las cosas de la mejor manera posible. Así, con el alma, como le enseño a bailar a todos sus alumnos, Don Ismael Jaka.