El dueño de una firma dedicada la venta de suplementos nutricionales en Rosario estuvo cerca de ser asesinado por encargo de su exempleador. El “jugador rojo”, como lo bautizaron los encargados de seguirlo para planear su muerte, se salvó gracias a las escuchas telefónicas por las que ahora imputaron al empresario para el que trabajaba.
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Según el Ministerio Público de la Acusación (MPA), el plan fallido forma parte de un negocio más amplio montado por miembros de bandas narcocriminales y la barra brava de Newell’s. Según la evidencia recabada por las autoridades, Lucas Daniel Farruggia aceptó pagar 500.000 pesos por el homicidio del empleado con el que había roto relación.
Al repasar la evidencia hallada en los celulares secuestrados, los investigadores advirtieron que el titular de Nutrilab había pedido precio por atentar contra otros locales del mismo rubro. “Evidentemente era una cuestión de eliminar a la competencia”, afirmó el fiscal Matías Edery durante la audiencia.
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El funcionario judicial planteó que Farruggia recurrió a una “empresa de sicariato” en Rosario. Entre los otros tres imputados hay dos que ya habían sido acusados el viernes por el asesinato de Nicolás Ocampo. El “Fino” supo trabajar para Esteban Lindor Alvarado, señalado como el principal narcotraficante de la provincia, y sostienen que fue víctima de un encargo similar.
Un ataque fallido y otro sin ejecutar
En base a las escuchas telefónicas remitidas por la fiscal federal Adriana Saccone y otras encargadas luego, el MPA indicó que el crimen por encargo empezó a gestarse hace dos meses. El 4 de marzo detectaron la primera llamada entre uno de los instigadores y Germán Roberto Ponce, a quien recién detuvieron este lunes como el intermediario que conseguía a los ejecutores de las balaceras y otras acciones intimidatorias.
El hombre cuyo apellido aparece vinculado a “Los Monos” y la barra brava rojinegra pivoteaba entre Farruggia y Fabio Alejandro Giménez, detenido en la Unidad Penitenciaria 3. Aunque estaba tras las rejas, también se lo considera autor intelectual de un plan que salió mal y otro que no llegó a concretarse por la intervención de la Justicia.
El detenido en la cárcel de Zeballos y Riccheri fue quien consiguió la mano de obra y coordinó las tareas de inteligencia con Ponce para seguir los movimientos de la víctima. El empresario apuntado tenía su negocio X-Nutrition en Avenida del Rosario al 2700 y el miércoles 21 de abril fue víctima de un ataque a balazos del que salió ileso. Ese día la Policía arrestó a Uriel Alejandro Reynoso por el hecho, aunque tardaron dos semanas más en descubrir que había un plan criminal en marcha.
Luego ese hecho, el hombre llamado M. empezó a moverse con custodia, aunque seguía utilizando el auto rojo con el que lo asociaban. Al ser detenido el primer tirador, empezaron a buscar alternativas para emboscarlo. Giménez redobló la apuesta desde prisión: propuso matar al hermano para luego asesinarlo a él en el velorio.
Actitud y ganas
Mientras estaba encerrado, “Chaque” discutía frecuentemente con Ponce sobre el monto que debía cobrar junto a los sicarios. En esa negociación, Farruggia llegó a ofrecer dinero para costear la defensa particular de Reynoso, que ya estaba tras las rejas. El problema era que le habían incautado un celular en el que había fotos y mensajes sobre el hombre al que no había podido matar.
Lo que inicialmente costaba 350.000 pesos aumentó a 500.000 luego de entregar un anticipo de $100.000. “Cuando lo hagan, me tienen que dar un día porque tengo que cambiar la plata, no la tengo conmigo”, manifestó el empresario imputado luego de cerrar la negociación.
De su parte, Giménez insistía con el plan para matar a ambos hermanos e incluso hablaba de otros trabajos que tenía en carpeta. A la hora de defender su gestión para encargar esos delitos y subir la cotización, se jactaba y decía: “Fijate que le pongo actitud y ganas”.
Las conversaciones para ejecutar el crimen llegaron a un punto cúlmine la noche del domingo 9 de mayo. A la mañana siguiente, M. y su hermano N. ingresaron al programa protección de testigos y les perdieron el rastro. Ese día, Farruggia había advertido: “Si fallan, no pago nada”.