La historia de la Argentina tiene una mancha negra que año a año se mantiene y cada vez quedan menos respuestas sobre dónde están los desaparecidos. En ese sentido, una de las personas que ha mantenido la lucha por la búsqueda de saber qué pasó es Taty Almeida, una de las referentes de Madres de Plaza de Mayo de la línea fundadora.
La mujer de 92 años continúa con la búsqueda de Alejandro Almeida, su hijo que fue desaparecido el 17 junio de 1975, cuando trabajaba en el Instituto Geográfico Militar y cursaba su primer año de Medicina.
Taty no estará en el país el 24 de marzo porque sus compromisos internacionales la llevan a España, donde dará tres charlas en distintos ámbitos, y compartirá panel con el exvicepresidente español, el periodista y referente de Podemos Pablo Iglesias. Pero, antes de emprender su nuevo viaje, resalta la vigencia de su lucha y la de sus compañeras: “A pesar de los bastones y las sillas de ruedas, las ‘locas’ seguimos de pie porque no estamos solas”.
“Todas las Madres tenemos una historia de vida y si no hubiera sido por la desaparición de nuestros hijos, yo pienso que no nos hubiéramos conocido porque cada cual tenía su familia y sus amistades. Es muy importante que se conozca la historia de vida de las Madres, porque nosotras no nacimos militantes. La mayoría de las Madres eran amas de casa. Yo, como otras, tenía una profesión. Como yo también “caí” en la escuela pública, soy docente. Por supuesto, estoy jubilada y jamás me imaginé que después de tantos años iba a seguir haciendo docencia por la vida con un pañuelo blanco en la cabeza”, resaltó la referente en una charla con Télam.
En ese marco, explicó que debe su rol en las Madres de Plaza de Mayo porque “mí también me arrebataron lo más preciado que tiene una mujer: un hijo. Alejandro Martín Almeida”. Y contó: “Ale tenía 20 años cuando lo detienen y desaparecen. Estaba cursando el primer año de Medicina y trabajaba en el Instituto Geográfico Militar, hoy Nacional. Antes que nada, era un militante político. Vos sabes que nunca falta un trasnochado que diga que por algo será que se los habían llevado. Y nosotras, las Madres y las Abuelas, con mucho orgullo decimos que por supuesto fue por algo. No fue ni por estúpidos ni por perejiles. Fue porque eran militantes políticos. Pero de esa militancia de Alejandro yo me enteré muchísimo después”.
“Toda mi familia era militar: mi padre era teniente coronel de caballería, retirado, y murió en 1961; mi hermano, coronel; mis dos hermanas, casadas con dos oficiales de aeronáutica; los hermanos de mi exmarido, oficiales del ejército. Los Uranga de Paraná eran radicales, en fin, anti antiperonistas totales, gorilas. ¡Y yo ni te cuento! Era una gorila... “, agregó con humor en una charla con Télam.
“Y Alejandro vivía conmigo y jamás me dijo de su militancia. Él me cuidaba, me preservaba. Tantas veces salía con su metro ochenta, me abrazaba y me decía “esta gorilita de mierda, sin embargo, la quiero”. Y yo no entendía nada, con decirte que una vez veo una estrella en una tabla de planchar, escrita con birome y le pregunto a Ale si era la estrella judía. Y ahí me dice que era la del ERP. Ale militaba en el ERP, pero para mí era chino, ¿viste? Todo ocurrió un 17 de junio de 1975, tengamos memoria, antes del golpe cívico militar clerical. Soy católica, pero que le caiga el sayo a quien le caiga. Recuerdo que llegó de la calle y me dijo “mirá mamá, mañana no voy a trabajar porque tengo un parcial, esperate que ya vengo”. Fueron las últimas palabras que escuché de Alejandro. Cuando él no venía a dormir, siempre me avisaba. Al día siguiente me levanté y no encontré nada. Y en un mueble encuentro una agenda de teléfono y en las últimas 24 hojas, 24 poesías... Tampoco sabía que Alejandro escribía poesía. Ahí las leí, ¿te imaginás? Empecé a conocer, de a poco, la otra faceta de Alejandro. Y hay una poesía, Dios mío, que me dejó a mí, que es una despedida. Sabía que lo iban a matar”, agregó en la charla.
“Empecé a conocer a Alejandro, por mi cuenta, en el ‘75. Yo tenía 45 años, no saquen la cuenta, tengo 92. Fueron 45 años que viví en una burbuja, ¿viste? Me acuerdo de que alguien, ya ni me acuerdo quién, me dijo: “Taty, tenés que ir a la Liga, ahí te pueden decir algo, te van a ayudar”. Y yo lo primero que pensé fue en la Liga de Amas de Casa, porque no tenía idea de la Liga por los Derechos del Hombre”, señaló sobre los días posteriores a Bernarda Llorente.
“Yo empecé sola. Siempre acompañada por mi familia, que no compartía para nada, pero me acompañaban ¿Y a quién empecé a consultar? Fui a ver a mis conocidos en general, el general Harguindeguy, de Caballería, había sido oficial de mi padre y era el jefe de Policía en el año ‘75, con uno de mis cuñados que fue el director de Télam en el año 72, un teniente coronel retirado, era el padrino de Alejandro. Entonces lo vamos a ver a Albano Harguindeguy y le digo “no sé si usted puede hacer algo, porque uno de mis chicos hace días que no viene, no tengo idea qué puede ser”. Y me dice: “Señora, no podemos hacer nada. Los únicos culpables, los peronistas’”, contó.
“Me costó mucho acercarme a Madres, porque yo me cuestionaba qué iban a pensar con el currículum que tenía, que era una espía. Recién en el ‘80 me acerqué a Madres. Me acuerdo que fuimos con mi hija Fabiana a la Casa de Madres y al entrar vimos en una pared fotos, fotos y más fotos. Me sorprendió, no era la única. Y me atendió la Madre con mayúscula, la dama digna, María Adela Gard de Antokoletz, quien buscaba a su hijo abogado, desaparecido hasta ahora. María Adela, que falleció lamentablemente, tenía un pelo blanco que imponía y lo único que me preguntó fue lo siguiente: “¿Quién te falta a vos?”. Era lo único que se preguntaba a los que se acercaban por primera vez”, reveló sobre su acercamiento a madres.
“Pero yo les digo a los jóvenes que no pierdan la esperanza, que ellos tienen un compromiso con Alejandro y con los 30.000. Pero la posta es de a poco. Porque a pesar de los bastones y las sillas de ruedas, las “locas” seguimos de pie y lo vamos a seguir estando porque no estamos solas. Están ustedes, están los más jóvenes. Yo voy a muchos colegios primarios, secundarios y universidades. Otras Madres también lo hacen. Es una maravilla ¿Sabés cómo preguntan los chicos? Eso quiere decir que no está todo perdido. Por eso, siempre les digo a los jóvenes que cuando estén caídos, o un poco desorientados, tienen que decir bien fuerte: “Si las Madres pudieron, ¿por qué no nosotros?” No hay que abandonar la lucha. Hagan y digan lo que nosotros hacemos y decimos desde hace 45 años: la única lucha que se pierde es la que se abandona. Así que adelante”, completó.
Con información de Télam.