El 19 de marzo del 2020 el presidente, Alberto Fernández, anunció en cadena nacional que el país ingresaba por dos semanas a un Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) por el avance del coronavirus en el mundo, el que se extendió por algunos meses. Ese fue el comienzo de un año cargado de miedo e incertidumbre, pero también de mucho aprendizaje y de cambio para todos.
La vida de cada argentino cambió por completo, es algo en lo que seguramente todos coincidimos. Hay quienes supieron adaptarse y encontrar una luz en lo que con el tiempo se convirtió en la “nueva normalidad”, pero a otros les pegó muy duro porque no solo perdieron sus trabajos sino también a seres queridos que murieron a causa del COVID-19.
Las relaciones interpersonales ya sean laborales, familiares o con amigos se modificaron. En reiteradas ocasiones escuché y leí cómo la pandemia nos ayudó a valorar más a quienes nos rodean, las pequeñas cosas de la vida y a ser agradecidos con lo que tenemos. Porque de pronto, y sin avisar, llega una pandemia y te cambia la vida de un día para otro.
Tanto cambia todo, que nos parece lejano cuando recordamos los retenes de seguridad, los permisos de circulación, ASPO, DISPO, los días de salida según el DNI, la habilitación de reuniones familiares hasta 10 personas, los horarios establecidos para salir y para volver, los entrenamientos en casa, las cientos de recetas, los cumpleaños en cuarentena y las miles de videollamadas de trabajo, con amigos, con el psicólogo, con la familia.. y seguro algo más quedó en el tintero.
La pandemia en Mendoza
El 20 de marzo arrancó la cuarentena en Argentina y al otro día dieron a conocer el primer caso de COVID-19 en Mendoza. Fue importado por una mujer de 62 año que ingresó a la provincia proveniente del Norte de Italia. El gobernador Rodolfo Suarez fue el primero en anunciarlo en las redes y luego hubo una conferencia de prensa, la primera de muchas que vinieron después.
Con los días poco a poco comenzaron a aumentar los contagios. Al principio se conocían los nexos, y era noticia quién se había contagiado y por qué, como ocurrió en agosto con el famoso Caso 98 en Maipú, el que generó revuelo en la provincia por una fiesta clandestina con un importante número de personas y de donde se desprendieron varios contagios. Pero fue recién los primeros días de agosto que declararon la circulación comunitaria del virus en Mendoza, uno de los meses con más casos en la provincia.
Los trabajadores de la Salud se llevaron la peor parte, acostumbrados a usar ambo y barbijo, se sumaron los trajes, máscaras, guantes y todo tipo de vestimenta que los ayudara a protegerse de los contagios. El desconocimiento de la enfermedad, y el miedo no solo a contraerla ellos, sino también de llevarles el virus a sus familiares, fue lo más duro que tuvieron que pasar, como así también el cansancio por la sobrecarga de trabajo debido al colapso de los hospitales y clínicas.
Además, tuvieron que soportar la pérdida de sus compañeros, quienes contrajeron la enfermedad trabajando y no pudieron contra el virus. Son más de 15 los médicos, enfermeros y trabajadores de la salud que murieron en la provincia y la mayoría de los decesos se dieron en el mes de septiembre.
En cuanto al sector económico, en Mendoza en cuestión de unos meses el comercio y el sector turístico, los más golpeados por el cierre de sus puertas, poco a poco pudieron salir adelante. En mayo pudieron abrir los restaurantes, bares y café pero con mesas de hasta 4 personas y con límite de horarios.
Algunos se vieron obligados a reinventarse, como los salones de fiestas y boliches que se convirtieron en bares, pero otros debieron cerrar sus locales por no poder hacerle frente a las pérdidas que tuvieron durante el tiempo que no pudieron trabajar por la estricta cuarentena.
Los protocolos fueron la única opción para que empresas, comercios, bares, restaurantes, bodegas, oficinas y demás pudieran funcionar. El uso del barbijo, la distancia social, el alcohol en gel y las desinfecciones se volvieron parte de nuestra rutina y eso posibilitó mayor apertura, algo que destacó a Mendoza del resto de las provincias.
En junio comenzó a funcionar el turismo interno y muchos mendocinos por primera vez pudieron visitar una bodega, ya que muchas lanzaron promociones a precios más accesibles respecto a cuando hay mayor circulación de turistas nacionales y sobre todo extrajeros. Los hoteles y dueños de cabañas, se adaptaron a las nuevas disposiciones y en vacaciones de invierno pudieron recibir a sus huéspedes. Ya en verano fue otro el panorama y Potrerillos y San Rafael fueron los destinos más elegidos para disfrutar de unos días de descanso.
Así vinieron otras aperturas y habilitaciones como las misas, la reaperturas de los gimnasios, clubes, piletas de natación, jardines maternales, albergues transitorios, espacios culturales. Y la posibilidad de reunirse con más de 10 familiares y amigos para las Fiestas de Fin de Año, pese a que muchos ya no respetaban la prohibición desde hacía tiempo. Y por último los cines.
Incluso, este año hubo Vendimia, tal como lo había anunciado con anterioridad el Gobernador y la ministra de Cultura. Se trató de una película a la que titularon Historias de Vendimia, es un film capitular dirigido por 16 hombres y mujeres reconocidos en la provincia, con las actuaciones de mil artistas locales, entre músicos, bailarines, actores y actrices.
La educación en pandemia
Los chicos no pudieron tener clases en las aulas y tuvieron que aprender a través de dispositivos electrónicos, pero no todos corrieron con la misma suerte porque muchos no contaban con los recursos para poder conectarse con sus maestros desde una computadora, tablet y celular. Los docentes se encontraron con la difícil tarea de la virtualidad, es que muchos de ellos no tenían los conocimientos para dar una clase virtual ni tampoco contaban con los recursos, al igual que sus alumnos. Sin embargo, la educación pudo -de algún que otro modo- salir a flote y la segunda mitad del 2020 los encontró a estudiantes, educadores y más preparados.
Con el inicio del ciclo lectivo 2021 se modificó aún más la forma de aprender y las relaciones dentro de las escuelas, porque además de las reglas de cada institución educativa se sumó el protocolo que el Gobierno de Mendoza envió a las escuelas para evitar contagios. Así nacieron las “burbujas” y la combinación de clases virtuales con las presenciales, etapa en la que nos encontramos actualmente. También con algunos desencuentros entre docentes y la DGE por la recarga horaria y de trabajo. Por otro lado los cursos y escuelas completas que tuvieron que aislarse por casos de coronavirus, un escenario que al parecer se repetirá a lo largo del año.