El frenesí que genera Divididos en seguidores de extrema brecha generacional ya es una impronta de la banda, que la enaltece y que en ninguna de sus presentaciones deja de despertar asombro. Bastaba quedarse un rato en la puerta para ver que cortaban su ticket hombres de más de 50 o 60 años, con su pareja en muchos casos; y en otra cola, adolescentes cuasi púberes canjeaban sus compras online –la convivencia de dos métodos de compra totalmente disímiles también habla de lo mismo-.
En diciembre de 1987, a dos días de Nochebuena, fallece Luca y en abril de 1988, Mollo, Arnedo y por aquel entonces Gustavo Collado –ex Sobrecarga- le daban vida a la primera formación de Divididos. Entonces, "30 años haciendo cosas raras" es la gira nacional para celebrar el aniversario de aquel hecho histórico y el sábado último tuvo su escala en el muy lindo escenario del Arena, donde casi cinco mil mendocinos soplaron las velitas junto al trio.
Se apagan las luces del estadio casi de golpe y casi inmediatamente sonaba un Himno Nacional Argentino, que Mollo se encargaría más tarde en explicar que había sido grabado en Mendoza. El arranque era abrupto y dejaba impávido a más de uno. ¿Por qué la decisión de las estrofas nacionales? ¿Qué habría buscado el trío con la entonación patria? Poco importaba. No había lugar para las conjeturas porque el trío ya estaba arriba del escenario.
Remera negra con un 'Divididos' que se marca en relieve en el pecho para Mollo, Catriel elegía también una remera negra, pero con el 'Divididos' vertical e impreso en blanco sobre un costado. Arnedo, estoico con su parca camisa negra y sin leyenda alguna. Con ustedes, la Aplanadora.
"Pedimos disculpas por la demora", dice el vocalista porque le recital arrancaba casi con una hora de demora. "Nosotros somos muy puntuales, pero estuvimos esperando a algunos retrasados", agregaba (el canje de entradas fue lento, retrasó todo, y despertó mucho malestar entre los fanáticos).
Hay silencio sólo por una docena de segundos. El bombo sostenido de Catriel comienza a golpear y "Che, qué esperas?" abre el agasajo. Se le pegan de manera consecuente "Los sueños y las guerras" y "Haciendo cosas raras" para resucitar el espíritu de "40 dibujos ahí en el piso" y porque, como corresponde, la historia tiene que contarse desde el principio. "Alma de budín" y "Tanto anteojo" pasaban para que llegue el primer tema que comprometía seriamente la estructura del Arena: cuando aceleró "Salir a comprar", puede jurarse que el piso del estadio vibraba por todas partes hasta el estremecimiento. Y que "Perro Funk" haya ido pegado a ese buen momento, fue sin dudas una buena decisión.
Retroceder treinta años en la historia trae inevitablemente recuerdos, pesadumbres y también atormenta a la cabeza la remembranza de los que ya se fueron. Podía intuirse que la lista de esta gira, en particular, iba a sacar un poco de telarañas al extenso andar de la banda. De hecho, casi estuvo ausente "Amapola del '66" o el mismísimo "Vengo del placard de otro" y sí se tocó casi por completo "40 dibujos…". Tampoco faltó el repaso por Sumo, ni por viejas versionas que no aparecen en la discografía de la banda, pero que ya hicieron propias como "Tengo" –el aporte del trío a un disco homenaje de Sandro- o "Sucio Desprolijo". "Mirá que yo he venido a todos los recitales que hizo acá en Mendoza, pero este me pareció el mejor", decía un fanático. La inclusión de esos viejos temas agitaba a los que acumulan más de cuatro décadas y atrapaba a los más pichones que no habían tenido la oportunidad de regocijarse de la potencia de un disco que la banda había casi proscripto.
El infaltable set de baladas estuvo integrado en esta oportunidad por "Como un cuento", "Spaguetti del rock" y "Par mil" para demostrar que esos 'fingers' además de saber acelerar también están atiborrados de virtuosismo para la armonía: música en estado puro.
El trío no dejó pasar la oportunidad para dejar mensajes sobre temas polémicos de actualidad. Algo que no es moneda corriente en sus presentaciones y a lo que, obviamente, no nos tiene acostumbrados. Primero, Mollo mostró entre sus manos una remera negra contra el "Fracking" –"se parece más a fucking", tiró el vocalista- para pedir que "dejen que el agua venga de la montaña". Más tarde, Mollo interrumpió "Light my fire" para intentar escuchar a una chica del público. Con el "¿Qué sucede? No te escucho", le puso freno al tema y se arrimó a la chica que le había lanzado un pañuelo verde. Mollo, no sin antes haberle reprochado la interrupción, dio su veredicto sobre el aborto colgando el pañuelo verde en el soporte del micrófono: "¡Ojo!, yo no estoy a favor del aborto, estoy de acuerdo con su despenalización. Porque, por sobre todas las cosas, no tenemos que coartarle a nadie la libertad de elegir". Y ya sobre el final, cayó al escenario una bandera de la lucha Mapuche que Mollo colgó sobre unos de los bafles: "No reclaman más que los territorios que le pertenecen".
Hubo mucha de nostalgia, dulces melodías aunque la potencia demoledora de la Aplanadora del Rock había aparecido en cuentagotas. ¿Quieren agite? El cuarteto tremendo de "Sucio y Desprolijo", "Rasputín", "Paraguay" y "El 38" le ponía el moño a un repertorio que ahora sí no le faltaba nada. "Falta algo más", dice Mollo. Y sí, faltaba Luca. "El Ojo blindado" y "Nextweek" cerraron el espectáculo.
¿Recuerdan lo que dijo el espectador? Asegura que fue la mejor playlist de Divididos. Y si no fue la mejor, quédese tranquilo que pegó en el palo. "Ayer no es hoy, hoy es hoy, y no soy actor de lo que fui", reza Spaguetti. Divididos pasó por Mendoza y arrasó el Arena. No es reedición; es redención.
Fotos: Gentileza Martín Pravata