La semana pasada, voces desde la Cámara de Comercio de General Alvear y desde la Federación Agraria Argentina empezaron a advertir la penosa situación que se vive en el sur provincial, y que llevará a que muchas más fincas desaparezcan este año (lo cual ocurre desde hace décadas, debido a la falta de políticas certeras, de los distintos gobiernos, que apoyen al agro y a la industria agroalimentaria de Mendoza).
El abandono va ganando terreno en los oasis productivos y, con él, el desierto vuelve a Mendoza.
El damasco se pactó (no decimos se pagó porque los productores están recibiendo cheques a 30 y 60 días por su exigua cosecha) en $1,80 el kilo. Lo mismo que el año pasado a pesar de lo mucho que han subido los costos en el agro: pensemos en el gasoil, los agroquímicos, y el pago de la cosecha.
Esta temporada los agricultores habrían podido tener una cosecha excepcional, ya que las plantas están cargadas de frutos, pero que no fue así. Miles de kilos de fruta hoy yacen en la tierra, como una siembra de esperanzas caídas. Otras miles de toneladas están siendo entregadas a precios por debajo de la rentabilidad del agricultor.
Pasó con el damasco, con el durazno y ahora con la ciruela. El clima fue bueno y la calidad de la fruta fue la mejor; pero no ayudó el mercado.
Una de las respuestas que se da desde el Gobierno provincial es que las líneas de financiamiento a tasa cero, del Fondo de Transformación, están disponibles para que los productores puedan hacer frente a la cosecha.
Sin embargo si bien puede ayudar a ciertas inversiones, no es eso lo que se necesita ya que la situación es tan grave y se arrastra desde hace tantos años que muchísimos productores no tiene ni siquiera la garantía necesaria que pide como requisito básico el organismo.