Gustavo Marín, de 22 años, el joven preso de Almafuerte que fue tatuado y torturado en una celda, recibió el beneficio de la prisión domiciliaria la semana pasada.
El Estado es responsable por la integridad física de todos los reclusos por lo que este ataque fue el argumento perfecto de la defensa del joven para permitirle pedir la domiciliaria.
El joven tiene numerosas heridas cortantes y tatuajes en toda la cara además de la depresión y el estrés agudo que el reo sufre tras la tortura que recibió durante siete horas.
Marín fue trasladado el jueves pasado a la casa de su madre donde completará la condena, de la cual le quedan dos años, y se someterá al tratamiento para quitarle los tatuajes. Ya le realizaron una sesión de rayos láser pero cada una es muy dolorosa ya que quema la piel para quitar las marcas.