Después de tres días de intensos festejos y completando el calendario del Carnaval Grande, este martes miles de jujeños se reunieron en encuentros más íntimos en familia y pequeños grupos de amigos para compartir una celebración también fuertemente vinculada con la cultura andina, que consiste en chayar -o ch’allar- productos y bienes personales o familiares logrados en el último año, todo entre agradecimientos a la Pachamama y augurios de prosperidad.
“La palabra ch’allar significa en aymara ‘rociar’. Es la acción humana de echar o regar, sobre la tierra o bienes materiales, elementos simbólicos como gratitud a la Madre Tierra (Pachamama)”, dice el autor Noel Aguirre, a lo que el maestro rural, escritor y músico humahuaqueño Fortunato Ramos agrega que “los festejos de la chaya tienen una parte de los carnavales, no son tan originales, no es propio, y tienen su raigambre y relación con la tierra porque nosotros desenterramos el Carnaval, lo sacamos de la tierra y ahí lo volvemos a sepultar el Domingo de Tentación”, explicó.
Cuando se hace el ritual de desentierro del Carnaval el sábado que marca el inicio de los festejos, un hombre que se disfraza de diablo -siguió diciendo Ramos- baja desde la cima del cerro, llega a la apacheta de la Pachamama y en torno al agujero la comparsa “pide permiso a la Tierra para darle de comer y beber; se coloca cigarrillos, hojas de coca y con todo eso se va chayando y se pide a la Pacha para recibir al Carnaval”.
Establecida esa relación, y cuando ya el Carnaval Grande va llegando a su fin, el día martes se acostumbra chayar autos, motos, casas, herramientas, implementos de labranza, herraduras de caballos o cualquier pertenencia que se esté estrenando, todo lo cual se adorna con flores, papel picado, serpentina, talco y rociados con alguna bebida alcohólica por sus dueños, y al momento de pedir las bendiciones se agradece por el bienestar y progreso.
El rito de la chaya tiene relación “con una parte netamente ancestral de nuestros antepasados, y se conjuga un poco con esta costumbre carnestolenda”, definió Ramos.
En la región de la Quebrada y Puna, en particular, pero también en el resto de la provincia, se vive este día con intensidad pues la jornada invita a la reflexión y a fortalecer los lazos familiares.
SENTIDO TRIBUTO A LA MADRE TIERRA
Según la tradición, Martes de Chaya es un festejo con espíritu familiar, y la celebración se realiza en las casas de quienes lo quieren organizar.
Se trata de una práctica aimara consistente en humedecer el suelo o algún elemento para el cual se busca protección, con chicha, vino, alcohol, cerveza u otra bebida.
Tiene su origen en los rituales relacionados con la agricultura, en los que en agradecimiento a los frutos que se recibe de la tierra se convida a la Pachamama con ofrendas y regalos.
El ritual que se practica el Martes de Chaya es muy parecido al del 1 de agosto, Día de la Pachamama, en virtud de que en muchas casas también se acostumbra a “dar de comer” a la tierra y sahumar, con la diferencia que en esta ocasión se hace visible y se evidencia la cosecha, la abundancia, los logros, para representar una etapa diferente casi terminando el ciclo agrario.
En ese marco, “se trata no solo de agradecer los bienes obtenidos sino también renovar fuerzas para un nuevo año”, según la tradición.
El Martes de Chaya es una de las fiestas más tradicionales de la región andina que marca el final del Carnaval Grande y el inicio de la Cuaresma con el Miércoles de Ceniza y el comienzo del Carnaval Chico, que culmina con el entierro del Pujllay que descansará hasta el año próximo.