Dentro de la industria textil, dos tendencias comienzan a entrar en disputa. Una de ellas es la moda circular, que viene a contrarrestar los efectos de la otra, llamada fast fashion.
Este estilo de “moda rápida” es la producción de ropa a gran escala, en el menor tiempo posible y con el costo más bajo que las industrias vuelcan luego al público. Los diseños responden a tendencias que cambian rápidamente y se vuelven descartables porque llega un nuevo estilo que lo supera.
Esta práctica está siendo catalogada por distintas organizaciones ambientales como altamente contaminante para el planeta. No solo por las enormes cantidades de agua y de CO2 utilizadas en el proceso, sino por los desechos que genera.
Las imágenes del desierto de Atacama, en el norte de Chile, se volvieron virales en las redes porque los usuarios no podían creer lo que veían: toneladas de desechos textiles se acumulan generando montañas de ropa. Parece que “sobran” prendas, cuando en realidad muchísimas personas en todo el mundo carecen de estas.
Para dar un ejemplo local, el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) reveló que el 20,2% de los chicos de hasta 17 años en la Argentina no tenía a fines del 2017 una prenda de vestir nueva en su armario. Ese porcentaje representa 2,5 millones de niños y adolescentes en el país.
La producción pareciera estar pensada desde la reducción de costos económicos para el fabricante y el lujo de quienes pueden vestir al último grito de la moda y no de las necesidades del planeta y las personas que lo habitan.
Qué es la moda circular
Sin resolver completamente este problema, la “moda circular” aparece como una contra-tendencia dentro de la industria textil. La propuesta es la contraria: reducir, reciclar y reutilizar.
Es un llamado a vender la ropa que ya no utilizas, para que otros puedan ocuparla. Jeans, camisas, remeras, abrigos e incluso bikinis pueden volver a ser la prenda preferida de alguien cuando quién la compró en primer lugar ya no la quiere usar más.
La ropa de “marca” vale mucho más, pero también pueden entrar en “el círculo” aquellas prendas que no lo sean. Si hay fallas, se arreglan: los botones se vuelven a poner, los huecos se vuelven a coser, las manchas se vuelven a teñir.
La Ciudad de Buenos Aires se llenó de galpones que proponen este tipo de tendencia. Tienen puntos de admisión de nuevas prendas que los usuarios pueden llevar y recibir dinero u otra ropa en compensación por lo que dejaron.
Así nació en Argentina el Movimiento Fashion Revolution que creó mapas interactivos de tiendas de “moda circular” y también de lugares para arreglar la ropa y accesorios dañados.
En sus redes sociales, además de la crítica ambiental, proponen pensar quiénes hacen la ropa, cómo son sus salarios y derechos laborales y de dónde vienen las telas que luego estarán en nuestro cuerpo.