Pasar la sal de mano en mano parece un acto inofensivo, pero en muchas culturas se considera un gesto cargado de mala suerte. En distintos países, existe la creencia de que entregar el salero directamente puede traer discusiones, rupturas de amistad o incluso problemas económicos.
La sal, desde la antigüedad, fue un elemento muy valioso. En tiempos del Imperio Romano llegó a usarse como moneda de intercambio: de ahí proviene la palabra “salario”.
Su importancia la convirtió en símbolo de pureza, prosperidad y unión. Por eso, derramarla o manipularla de forma descuidada se asociaba con malos presagios.
El gesto de pasar la sal directamente de mano a mano se interpretaba como un quiebre en esa armonía: dos personas “cortaban” la energía positiva al no dejar que el salero descansara primero sobre la mesa. Esa interrupción podía representar una futura pelea o un vínculo roto.
Cómo se evita la mala suerte
La tradición popular indica que, en lugar de entregar el salero de mano en mano, debe apoyarse sobre la mesa para que la otra persona lo tome por sí misma. De esta manera, se evita la transmisión directa de la “mala energía” y se protege la relación.
En algunos lugares, además, si la sal se cae en la mesa se aconseja lanzar un poco por encima del hombro izquierdo como gesto de protección.
¿Por qué se mantiene la costumbre?
Aunque muchos lo toman como una simple superstición, lo cierto es que esta costumbre ha sobrevivido durante siglos. Hoy en día, incluso personas que no creen en la mala suerte suelen seguir la regla de apoyar el salero en la mesa, más como un gesto de respeto cultural que como una creencia real.
En definitiva, pasar la sal de mano en mano no cambia el destino, pero sí refleja cómo ciertos rituales cotidianos sobreviven al tiempo y todavía influyen en la manera en que compartimos la mesa.