En el horizonte de los cambios radicales que se están produciendo en el mundo de la energía, el hidrógeno aparece como una componente ineludible y un actor prometedor. La profunda transformación del sector energético implica una masiva migración hacia la electrificación y el abandono de los combustibles fósiles en cada uno de sus eslabones. Es este un proceso con una dinámica vertiginosa y que promete acelerarse acorde avancen los años.
El hidrógeno no será el reemplazo del petróleo ni mucho menos, será un complemento, un vector energético, que permitirá descarbonizar alrededor del 10% de la actividad energética en sectores donde es más difícil desplazar a los combustibles fósiles. Aún así, será una industria de enormes proporciones, ya que deberá producir energéticos e insumos químicos para diferentes segmentos de la economía.
La producción de hidrógeno colaborará para que el país avance en su transición energética; pero la Argentina posee además condiciones naturales para aspirar a ser un proveedor global de hidrógeno y derivados de los grandes centros de consumo, lo que genera expectativas a nivel global. Esto representa una oportunidad, que puede aprovecharse o desperdiciarse.
Podemos aprovechar el extraordinario recurso eólico patagónico para producir hidrógeno destinado a mercados de exportación, pero necesitamos generar primero algunas condiciones básicas. El puntapié inicial es contar con un marco regulatorio que permita generar condiciones que atraigan inversiones. En esta instancia se debe poner máxima atención, ya que existen chances de equivocarse y perder un tiempo precioso: el tiempo de la oportunidad.
El Poder Ejecutivo Nacional (PEN) ha mostrado interés en el desarrollo del hidrógeno y es bueno que así ocurra. Hace unos días ha publicado una estrategia nacional que nos permite evaluar las acciones que propone seguir. También ha presentado un proyecto de ley que plantea serias trabas a la inserción del país en el mercado mundial del hidrógeno. El texto ingresado en el Congreso de la Nación meses atrás establece múltiples barreras a la inversión, quitando competitividad a los actores locales frente a otros proveedores globales. Se establecen desde retenciones hasta prioridades industriales confusas.
Es que se parte de una estrategia errada, que consiste en plantear primero el desarrollo de una industria local para luego escalar hacia la exportación. Ello implica elegir un camino largo e incierto, sin tener en cuenta los tiempos con los que se cuenta y la gran competencia internacional que existirá. La industria local del hidrógeno debe nacer inserta en el mercado global en base a acuerdos internacionales de cooperación y transferencia de tecnología, pero con un claro objetivo exportador. La mirada del gobierno es temerosa respecto del mercado internacional y opta por el desarrollo doméstico más que por el global. Un error completo que nos dejará afuera de esta oportunidad.
Debemos buscar un régimen de promoción que nos coloque en una clara actitud exportadora, asociarnos con empresas y gobiernos que nos coloquen rápidamente en el escenario global y encaminarnos hacia una estabilidad macroeconómica y geopolítica, ambas imprescindibles ante la realidad energética actual.
Según el escenario trazado por el propio gobierno, conservador para algunos, en 2050 deberíamos producir alrededor de cuatro millones de toneladas de hidrógeno. Entre otras cosas, eso significar desplegar unos 55.000 megavatios de energía renovable, diez veces la capacidad actual.
Esto representaría algo así como 5.000 molinos eólicos dedicados exclusivamente a la producción de hidrógeno en torno a unos cinco polos productivos basados mayormente en puertos de la Patagonia. Esas cifras nos indican las oportunidades para el desarrollo industrial, para la generación de proveedores locales y para el desarrollo socio-económico de la Patagonia. Para ello es imprescindible que esta industria nazca integrada al mundo.
La transición energética plantea diversos desafíos y también múltiples oportunidades. La dirección que nos plantea el proyecto de ley de hidrógeno oficialista nos lleva por un camino conservador y nos hará perder esta gran oportunidad. Debemos pensar nuevamente el para qué necesitamos este marco legal para el hidrógeno. Resulta imprescindible apostar a un trabajo legislativo racional y sin apresuramientos, escuchando fundamentalmente a los actores que serán los protagonistas de esta historia.
** Villalonga presidente Globe Legislators y asesor en Energía y Cambio Climático para el Círculo de Políticas Ambientales.