En estos tiempos, ¿quién no tiene ganas de trabajar?

Según datos de la Organización Internacional del Trabajo, unas ocho millones de personas están ocupadas, pero en condiciones de vulnerabilidad.

En estos tiempos, ¿quién no tiene ganas de trabajar?
El trabajo y la informalidad: en estos tiempos, ¿quién no tiene ganas de trabajar?

“Se necesita chica (con ganas de trabajar)”, leí en un cartel sobre un maniquí que lucía un conjunto de ropa interior en Once, zona del barrio de Balvanera. Yo, salía de la sesión con mi psicólogo, y como todos los viernes, opté por volver a casa caminando.

Maniquí en una tienda de Once, zona de Balvanera. “Se necesita chica (con ganas de trabajar)”.
Maniquí en una tienda de Once, zona de Balvanera. “Se necesita chica (con ganas de trabajar)”.

A pesar de que el típico cartel en búsqueda de empleados es algo completamente normal, sobre todo en esas calles, esa mañana la frase “con ganas de trabajar” resonó varias veces en mi cabeza. Pensé mil cosas y me acordé de tantas otras.

Cuando uno se inserta en el mundo laboral, comienza a entender cómo funciona todo, más con el transcurso de los años. Las situaciones que antes no hacían ruido, ahora sí, pero sobre todo porque además de las “ganas de trabajar”, necesitás el dinero para llegar a fin de mes, y con suerte, si no tenés muchos gastos, podés destinar una cierta parte a ocio y entretenimiento.

¿Es importante el tiempo de ocio y entretenimiento?, sí. No solo somos nuestra profesión o trabajo, somos los hijos, los hermanos, los amigos y nuestro tiempo libre, lo que hacemos con él, lo que damos al otro… todo encaja perfectamente. Sin embargo, hay personas que no solo tiene un empleo, sino dos, porque claramente a veces con uno no alcanza.

En esa cadena de pensamientos, mientras caminaba y veía decenas de personas sobre las veredas, miles de locales y manteros, me remití al primero: “Se necesita chica (con ganas de trabajar)”. Ahí es cuando pensé en los sueldos, la informalidad, las condiciones laborales a la que el ser humano queda expuesto cuando ya no hay margen de opción. Sin embargo, hay que aguantar y seguir, echarle ganas y sonreír, porque si no terminás afuera y sin plata para sobrevivir, porque de eso se trata, de sobrevivir.

Rebobiné. Mi mente se transportó a la temporada de verano 2019-2020, cuando en Miramar, mi ciudad, me desempeñé como empleada de un local de accesorios. Éramos todas mujeres, intentábamos ir lo más prolijas posible: peinadas, maquilladas y bien alegres, porque esa era la regla: sonreír y repetir sin parar: “Buenas tardes, cualquier cosita que necesite me dice”.

Al final del día la mandíbula dolía y esa mueca se transformaba en cansancio, otras veces en bronca y tantas otras en angustia. Los productos subían, pero nuestros sueldos no. Tampoco gozábamos de obra social: el lado b laboral, el que muchos eligen tapar y si optás por denunciar, quieren “hacerte callar”.

Volvió de nuevo el cartel de Once: “Se necesita chica (con ganas de trabajar)” y me culpé por ocasiones en las que me enojé con un empleado/a por tener mala cara al momento de atenderme. También me vi reflejada en aquella persona que tiene que mostrar su “mejor cara” por dos pesos con cincuenta en una tienda que factura millones de pesos al mes, donde su empleador tiene una excelente posición económica, pero opta mirar a un costado sabiendo que está ejerciendo un poder sobre el otro, un individuo indefenso que, en algunos casos, no le queda otra.

Pensé que yo tampoco estaba tan mal y que había conocidos soportando un peor salario y el famoso “derecho de piso”, por el que todos pasamos alguna vez. Mientras escribía estas líneas, se me puso la “piel de gallina” y mi garganta se cerró. No sabía si sentirme agradecida, afortunada o qué.

Horas después de comenzar a redactar esta nota, justamente en el Día Internacional del Trabajador, leí un hilo en Twitter: “El trabajo no dignifica. Hablar de dignidad es otorgarle un sentido de moralidad y status social a algo de forma hasta mágica y estanca. ‘No te quejes porque por lo menos tenés trabajo’, ‘Te pagan mal, pero al menos te pagan’. Lo que dignifica son los derechos laborales”.

Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) publicados en marzo de 2023, el 45% de los trabajadores en Argentina son informales, es decir, que unas ocho millones de personas están ocupadas, pero en condiciones de vulnerabilidad. Mientras que las mujeres son las más afectadas.

En ese sentido, un informe de “Igualar” sobre la participación de las mujeres en el trabajo, el ingreso y la producción, realizado por el Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad de Argentina, demostró que en el segundo semestre de 2022, la tasa de informalidad en las mujeres fue del 39,3%.

Entonces, me pregunté ¿cómo puede una chica tener ganas de trabajar con todo lo que eso implica?