Cuando Jack Nicholson repitió por enésima vez su ritual de abrir y cerrar cien veces la cerradura de su puerta, hasta el espectador menos despierto comprendió que algo no funcionaba bien. Y cuando lo vio caminar, esquivando escrupulosamente las uniones de las baldosas, lo confirmó. Por aquel personaje de Mejor Imposible, Hollywood le dio un Oscar a quien mostró al mundo un problema que, aunque difundido, no era tan conocido por la mayoría de la gente: los trastornos obsesivos compulsivos (TOC).
Es cierto. Uno llega a cierta edad y pretende que cada cosa tenga su sitio determinado. Hasta suena lógico, ¿no? Al fin y al cabo, es natural querer tener bajo control la casa y el trabajo y no sentirse en un campo de batalla. Pero cuando estos ejemplos de control se hacen ingobernables, es probable que necesitemos consultar al especialista y preguntarnos qué nos está pasando.
La idea fija
Cuando las actitudes controladoras de alguien ocupan casi toda su rutina, no sólo se está viendo comprometida su vida cotidiana, sino que puede estar manifestando lo que Sigmund Freud llamó "neurosis obsesiva": una patología que se expresa a través de ideas obsesivas, recurrentes y la compulsión a realizar rituales para cada actividad cotidiana e incluso actos indeseables. La persona desarrolla un tipo de pensamiento que la lleva a pensar siempre en lo mismo. Y esto puede volverse realmente extenuante para quien lo padece.
Las compulsiones, en cambio, tienen que ver con actos reiterativos que pueden provocar pérdidas de tiempo significativas.
Las compulsiones y obsesiones se manifiestan de muy diversas formas. De acuerdo con los especialistas, las más difundidas son:
—Temor a contaminarse: muchas veces, la persona se niega a dar la mano, incluso a un amigo, por temor a contagiarse. La limpieza excesiva resulta una manera de evitar el contagio.
—Malestar intenso ante la falta de simetrías. Quien padece este TOC, necesita un orden excesivo en la disposición de los objetos, que se organizan de una manera puntual.
—Duda repetitiva. Suele manifestarse en los actos cotidianos. Una muy común es la de asegurarse de cerrar la puerta dando cierto número de vueltas a la llave, por si acaso.
—Imágenes sexuales. Aparecen ideas pornográficas reiteradas, que la persona considera “sucias”. Frente a esto surgen compulsiones para taparlas.
La característica general del TOC es la necesidad imperiosa de controlar las ideas que habitan en la cabeza. De este modo, las personas que lo padecen rara vez se relacionan con hechos de la vida real: sus preocupaciones pocas veces tienen que ver con lo laboral, la política. La vida real.
Cuando hablamos de obsesiones, lo primero que viene a la mente son los problemas severos que requieren atención y tratamiento. Sin embargo, hay un costado positivo en las obsesiones, que es el de dinamizar en cada persona aquellos proyectos que apasionan. En estos casos, la persona experimienta esa ansiedad con total felicidad, aunque tenga que sortear dificultades y restarle tiempo a su descanso.
Pensémoslo así: usted puede llevar una vida políticamente correcta, donde todo respete cierto orden y armonía. Pero para tener una vida significativa, hay que subir la apuesta y obsesionarse un poco. Porque también es cierto que hay actividades y profesiones que requieren cierto grado de obsesión para expresar sus maravillas: basta pensar en el paso etéreo y perfecto de la bailarina de ballet o en el detalle minucioso con el que un gran chef termina sus platos, para darse cuenta de que es allí donde la obsesión hace la diferencia.
Las obsesiones productivas no son dominio de unos pocos, sino que resultan accesibles a cualquier persona. Tampoco debe tratarse de una profesión a la que se consagre la vida; puede ser un hobby o un interés personal que se vuelva significativo y transformador.
La vida es un ritual
"Cuando hablamos de una personalidad obsesiva, la palabra clave es el ritual, es decir, un patrón determinado de conductas que el sujeto se ocupará de seguir cueste lo que cueste", define la licenciada Susana López. "Este ritual está relacionado con la duda repetitiva y el autorreproche, dos características del TOC".
El razonamiento en este caso sería: "Pasó X cosa, porque en lugar de hacer A hice B". De ahí en más, el sujeto va a establecer una rutina para controlar la duda (algo preestablecido es más difícil de olvidar) y aliviar el autorreproche. Siente el ritual como una barrera de protección contra algo que el psicoanálisis llamaría "deseo autocensurado".
¿Pero entonces el TOC es un camino sin salida? No, de ninguna manera. Hay claras mejorías con psicoterapia y medicación, en conjunto o por separado. Un buen tratamiento psicoanalítico puede hacer aflorar las ideas que se esconden bajo una obsesión. Los expertos aseguran que con un diagnóstico preciso se logra superar obsesiones y compulsiones cada vez en menos tiempo. Una excelente noticia, especialmente para aquellos que, ahora, mientras leen esta nota, están también acomodando una hilera de frascos, sin apuro y sin pausa, desde hace diez minutos. •