Numerosos libros, investigaciones y películas dieron cuenta de los pasos que dio por la Argentina y Brasil el siniestro médico de Auschwitz, Josef Mengele, como así también los de Otto Adolf Eichmann, uno de los máximos jerarcas del nazismo.
Estos casos emblemáticos nos son los únicos y se sabe que muchos otros partícipes del Holocausto eligieron el sur de América para esconderse de la condena mundial; pero, ¿vinieron solos?, ¿adónde fueron a parar todos los capitales acumulados?, ¿cómo ocultar las evidencias de los saqueos? Todo imperio tiene estrategias que le permiten llegar, mantener y ejecutar el poder. Y otras que también se aplican a la hora de la caída.
Hacia fines de la Segunda Guerra Mundial, quizás luego de 1943, cuando el ejército de Hitler fue derrotado en Stalingrado −hecho que marcó uno de los mayores puntos de inflexión en la contienda−, el Tercer Reich comenzó a diseñar un plan de fuga que permitiera a sus miembros no solo refugiarse lejos de Europa, sino poner a resguardo todo el dinero acumulado durante los años de poder. Porque además del exterminio aberrante de millones de judíos, los nazis consiguieron hacerse de un tesoro invaluable producto de las pertenencias, el oro, las joyas, las obras de arte y todo lo que fueron robando a las familias devastadas en el Holocausto.
Muchos países de América del Sur parecían ser un buen destino para ocultar el botín nazi, ya que estaban un poco más alejados del impacto directo que la guerra había generado en el resto del mundo. Sin embargo, Argentina tenía dos atractivos particulares: era el único país que se había mantenido neutral (y así lo hizo hasta poco antes de terminado el conflicto, cuando la victoria de los Aliados ejercía una presión muy difícil de evadir en costos políticos) y, por otro lado, contaba con todo el territorio patagónico, extenso y silencioso.
Juan Domingo Perón fue una de las piezas clave de este entramado debido a las relaciones estrechas que mantuvo con la Alemania nazi incluso antes de su primera presidencia, cuando aún era Ministro de Guerra del gobierno militar. También por la ya mencionada neutralidad que adoptó el país hasta el final de la contienda y porque muchos personajes de extrema cercanía a Perón aparecen vinculados a los jerarcas nazis responsables de triangular dinero con empresas y bancos. Y, finalmente, por el poco control en la política de puertas abiertas, que si bien permitió el ingreso de miles de austríacos, alemanes y croatas pobres que huían de una Europa hambrienta, lo hizo también con criminales de guerra con documentación falsa.
Aunque son pocos quienes se animan a afirmar con certeza los vínculos concretos que se establecieron, las responsabilidades directas de Perón y las posibles ventajas que haya obtenido en esa triangulación con la Alemania de Hitler, también son muy pocos los que niegan esta relación, aun teniendo en cuenta la complejidad de la época.
Botín de guerra
Hablar de aquello que el nazismo robó suele ser muy doloroso para la comunidad judía: implica repensar sus propias historias y reabrir heridas que van al hueso, al terrible destino de sus familias. Porque la fortuna que ostenta el tesoro de la Alemania nazi (se habla de 40 mil millones de dólares) fue constituida no solo a partir del saqueo a las familias adineradas, sino con todo aquello de lo que despojaron al pueblo judío en los campos de concentración: dientes de oro, alianzas, relojes, entre otras cosas.
Es imposible declarar todo lo recaudado durante el Holocausto sin acercarse al espanto. De allí la urgencia de esconderlo, de darle cauce por el mundo, ocultando rastro y destino. En 2016, en el norte de Alemania, un arqueólogo encontró enterrados dos sacos con monedas de oro del Tercer Reich. Por su parte, el gobierno de Polonia declaró que dos investigadores encontraron un túnel en Walbrzych que escondería gran cantidad de oro nazi. La prensa mundial y las autoridades en general enseguida pusieron atención a esto, porque si bien parecen parte de una trama de ficción, estos hechos mueven hilos muy poco felices de la historia alemana que deben ser esclarecidos.
En Argentina, según los testimonios de los pobladores de la Patagonia atlántica que supo reunir con calidad (entre otros investigadores del tema) el periodista Mario Markic tanto en sus trabajos escritos como audiovisuales, el oro llegó en submarinos que entraron luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial.
Con el correr del tiempo, fueron apareciendo restos de naufragios que ameritaron la apertura de investigaciones con buzos profesionales y grandes equipos de trabajo, y aunque no lograron terminar de develar el misterio (tal investigación requiere de un presupuesto extenso) sirvieron para acompañar científicamente el relato colectivo.
Pero claro, estas no fueron las únicas formas que encontró el Tercer Reich para ocultar por el mundo, el gran capital acumulado. Y es aquí donde entran en juego otros actores más poderosos, como bancos, empresas y políticos que permitieron que tuviera lugar uno de los hechos de lavado de dinero más transcendentes de la historia.
Gran parte de estas pruebas aparece en los archivos de inteligencia de los ejércitos Aliados sobre los movimientos que existían entre la Argentina y Alemania. "El informe norteamericano comprometía a las empresas con el espionaje nazi. En ese momento se estaban produciendo la fuga de jerarcas y de capitales, y esta nueva ruta del oro iba a ser cada vez más importante en la Guerra", revela Jorge Camarasa en el inicio del documental Oro nazi en la Argentina, que junto a valiosos testimonios, como los de Jean Ziegler, Beatriz Gurevich y Uki Goñi, le dan vida a una de las investigaciones más profundas que existen sobre el tema hasta el momento.
Estos hechos, tanto las increíbles historias de submarinos, como las tramas perversas del poder, también pueden verse reflejados en el documental El escape de Hitler, del cineasta Matías Gueilburt, estrenado en 2011, en el que se hace referencia a las investigaciones de la historiadora alemana Gaby Weber, quien realiza impactantes denuncias de cómo ingresaron a la Argentina y qué destino tuvieron parte de estos capitales. Para lectores interesados en esta fabulosa trama, El lavado del dinero nazi en la Argentina, de la misma autora, ayuda a completar la información.
La investigación
En enero de 2017, la señal Netflix incorporó a su plataforma el documental Oro nazi en Argentina, una producción de HBO dirigida por el cineasta Rolo Pereyra y basada justamente en el libro Odessa al Sur del ya citado Jorge Camarasa. Si bien el material tiene algunos años (fue estrenado a fines de 2004) reúne elementos y testimonios de una contundencia tal que lo hacen profundamente actual no solo porque está avalado en una investigación de más de 10 años, sino por la diversidad de testimonios y documentación que revela.
En él se puede ver cómo las empresas y bancos, a través del espionaje y los vínculos políticos, fueron ganando terreno en el país para hacer entrar capitales de origen nazi aprovechando las necesidades del país y los intereses personales de altos funcionarios del gobierno.
El documental avanza y es categórico a la hora de vincular a bancas Suizas, a la misma Eva Perón, a su controvertido hermano Juan Duarte y al Vaticano en la increíble trama detrás del oro robado durante los oscurísimos tiempos del Holocausto. En simultáneo deja entrever que esta es solo una parte de la historia y que los vínculos del nazismo con Argentina sobrevivieron al gobierno peronista y siguieron avanzando con fuerza durante gobiernos posteriores.