¿En que piensan los que no piensan en ser padres?

En muchos países, sobre todo en los más desarrollados, la vida sin hijos es tendencia hace rato. En la Argentina, en cambio, son pocas las parejas que aceptan y defienden en público su decisión de saltearse la paternidad.  

¿En que piensan los que no piensan en ser padres?
vivir sin hijos via documentos

Domingo familiar. Dos de las hermanas –separadas– se ocupan de sus hijos pequeños. La prima – ya divorciada– le cambia los pañales al suyo. Los anfitriones –Gabriela, de 36 y Esteban, de 40– muestran fotos de su reciente viaje a Grecia, un atardecer en Santorini: "¿Ves ese hotelito en la punta, con el jacuzzi al aire libre y la mejor vista? Ahí estábamos nosotros", comenta ella entusiasmada. La prima entorna los ojos y ve, además del jacuzzi, dos copas de vino y el mar turquesa de fondo. Después, vuelve la vista al pañal.

Gabriela es la única de las tres hermanas que decidió –junto a su marido– no tener hijos. Llevan 18 años en pareja. Mientras sirve cafés hechos con su flamante máquina Nespresso, sonríe y comenta que en mes y medio viajarán a Nueva York con unos pasajes que consiguieron a muy buen precio.

La de Esteban y Gabriela es una de las tantas parejas DINK que viven en la Argentina. El acrónimo, no tan escuchado en el país, es inglés (Double Income, No Kids) y refiere a las parejas de adultos en las que ambos miembros generan ingresos y deciden no tener hijos. Suelen tener entre 25 y 40 años, viven mayormente en ciudades, cuentan con buenos salarios y un nivel educativo elevado. Su estilo de vida está orientado al crecimiento personal: priorizan estudiar, perfeccionarse, desarrollarse profesionalmente y –con el dinero y el tiempo libre– viajan, salen a cenar, compran lo último en tecnología y moda. En este esquema de prioridades, los niños son percibidos como un límite.

(Getty Images)
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En muchos de los países desarrollados, la vida sin hijos es tendencia hace rato. En la Argentina, en cambio, todavía parece pesar el combo de mandatos y preconceptos, y son pocas las parejas que aceptan y defienden en público su decisión de saltearse la paternidad. Los grupos en las redes sociales parecen confirmar esta idea: "Childfree sin hijos Argentina" y "Parejas sin hijos" son foros cerrados que funcionan en Facebook y que, en los últimos años, se convirtieron en una suerte de confesionario para aquellos que no quieren tener hijos y que ahí encuentran un lugar para contar su historia sin que se juzgue su elección. A los casos más extremos se los llama child haters, y son aquellos que directamente no soportan las situaciones con niños.

El fenómeno genera reacciones en el entorno. La de los amigos que no entienden cómo eligen perderse de ser padres; la de la familia, ansiosa por la llegada de sobrinos y nietos; la del marketing, que indaga de qué modo venderles viajes y objetos de consumo; y la de las Ciencias Sociales, que intentan explicarle al resto de la humanidad de qué va todo esto de no querer ser padres.

En el espejo

Mariana Cortez, de 24 años, es estudiante de quinto año de Ingeniería en Sistemas y está en pareja con Julián Cepeda, de 27, que trabaja en un estudio de Arquitectura: "Un hijo nos robaría todo: planes, sueños, tiempo y recursos que hoy tenemos para dedicarnos a nosotros", sostiene ella. "Nos gustan los niños, adoro a mis sobrinos y a los de Julián. Juego con ellos y nos llevamos bien, pero solo por un rato. Si se ponen caprichosos, se los devuelvo a los padres. No tenemos problemas con nuestros amigos que tienen hijos, pero no es lo que queremos para nuestra vida".

Tampoco María, una médica de 25 años, en pareja hace seis con Enrique, un abogado de 26, tuvo problemas para desplegar su desinterés por la maternidad: "De niña nunca jugué a la mamá, ni a la cocinita ni nada similar. Me interesaba más lo relacionado a ciencias naturales, tener microscopios, atrapar insectos, jugar al doctor, dibujar o pintar. Soy médica: como estudiante cursé obstetricia y reafirmé mi decisión de nunca embarazarme. No es algo que quiera para mí. Cuando conocí a Enrique, se lo planteé y por suerte lo aceptó". Él asiente: "La quiero a ella por cómo es, no por los hijos que pueda darme. No es la única forma de realización". Aseguran que en su pareja siempre hubo diálogo y confianza, por lo que ella se sintió cómoda para plantearlo desde el principio como un tema más. "Decidí ligarme las trompas porque estoy segura de mi decisión", explica. Enrique advierte que su modo de vida no podría incluir hijos: "Trabajamos full time, seguimos estudiando y hemos viajado juntos por Latinoamérica y Europa, y tenemos planeado seguir viviendo así. Nos gusta nuestra vida. No se trata de no asumir responsabilidades o de vivir de fiesta: somos superresponsables en nuestra vida en todos los aspectos".

Luca Giuliano García, emprendedor y artista de 22 años y Laura Silva, una artista multidisciplinaria de 34, cuentan que el tema se dio naturalmente: "No tenemos temas tabú. Es una decisión demasiado importante como para no hablarla, y va más allá de la pareja, porque una relación puede terminarse, pero tener un hijo es para toda la vida". Observaron su entorno y tomaron nota de dos puntos. El primero de ellos, que las familias que conocían no les parecían felices: "Verlas nos generaba estrés, pena; nos costaba entender por qué tuvieron hijos", dicen. El segundo, que les parece irresponsable traer un niño a un mundo superpoblado y con escasez de recursos.

(Getty Images)
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En cambio, Mariana Ávalos, una docente de 47 años, en pareja con Alberto Rincón Barragán, un empresario de 57, tuvo un poco más de cavilaciones: "Un día, de uno de esos años en que mis amigas de toda la vida empezaron a quedar embarazadas, lo charlamos. Él no tenía ganas de ser padre otra vez, pero si era mi deseo me iba a acompañar. Me dejé acunar irresponsablemente por un lado, por la duda que resultaba de los nacimientos a nuestro alrededor y, por otro lado, por el posible arrepentimiento que podría sobrevenir con los años. Afortunadamente entendí que nuestra historia era de a dos. Sin hijos. El deseo genuino de ser mamá nunca llegó".

Cecilia Zugazaga, psicóloga especializada en clínica de parejas y familia, ya ha oído cientos de casos. "Muchas veces alguno es más categórico que el otro al respecto, pero cuando alguno de los miembros de la pareja quiere hijos, lo antepone incluso a la misma pareja", sostiene.

La mirada de los otros

Hace casi diez años, Mariana abrió el blog "Mujerfelizsinhijos" como una reacción (un poco exacerbada, reconoce hoy) ante el hartazgo que sentía con cada insistencia de quienes, con las mejores intenciones, le insistían a diario con mensajes del tipo "¿Y qué vas a hacer cuando seas vieja?", "¿Quién te va a cuidar?", "¿No se van a aburrir solos?", "Cuando salgo a cenar con mi marido, no sé ni de qué hablar", "Mirá que la felicidad más grande de una mujer son sus hijos...". Y comenta: "Maldecían al marido porque se hacía el dormido si el bebé lloraba o despotricaban contra la suegra o a la propia madre porque ahora son abuelas modernas y nadie les cuida los pibes. Para mí la felicidad basta con mi compañero y la hermosa vida que tenemos y que seguimos construyendo".

María y Enrique están en pareja hace seis años, pero todavía no logran que la familia entienda su decisión. "No les gusta nada, dicen que con el tiempo vamos a cambiar de opinión, pero ya lo van a aceptar", confía ella.

“Hemos sido presionados socialmente para construir familias nucleares, patriarcales, cristianas o judías... ¡los Ingalls! Pero la presión ha llevado a tantas frustraciones en las personas, sobre todo en las mujeres, que se han visto forzadas socialmente al matrimonio (o a la convivencia) y a la maternidad o paternidad en contra de sus verdaderos deseos. Para muchos, ser padres los obligó a torcer el destino de sus vidas y a asumir obligaciones que en verdad nunca quisieron”, afirma la psicóloga Zugazaga. “Procrear no es el único objetivo de las personas y, además, hay formas de crear que pasan por otros lugares. De a poco, salimos de la idea de familia patriarcal capitalista a la que aludía Freud en 1900 y con cada centímetro de evolución vencemos presiones sociales”.

Objetos de deseo

Cuando ve venir un DINK, el experto en marketing afila los colmillos. De hecho, el acrónimo resalta la parte económica del fenómeno: ese excedente que se genera al tener dos sueldos profesionales para distribuir en un hogar formado por dos personas.

El perfil sociológico es especialmente atractivo para aquellas marcas que ofrecen artículos exclusivos. “Tienen una disponibilidad más amplia para el gasto personal, ya que, en familias con hijos, cada nuevo integrante implica una merma en la capacidad adquisitiva del grupo”, sostiene Germán Morales, licenciado en Marketing, quien hace años sigue el desarrollo de este segmento.

Si con el correr de los años la tendencia se instala, gran parte de la población será mayoritariamente adulta. Y eso traerá no solo repercusiones en el modo de consumo, sino también en las estructuras familiares, en nuestra forma de entender la vida en familia e incluso en los roles de género. •