A 43 años: El final de la guerra de las Malvinas, justo en el debut de Maradona en un Mundial

El honor en el campo de batalla y, paralelamente, otro trascendental hecho de nuestra cultura, en el campo de juego. Dos expresiones fuertemente argentinas, en las mismas horas de una dura realidad.

A 43 años: El final de la guerra de las Malvinas, justo en el debut de Maradona en un Mundial
El final de la guerra de las Malvinas llegaría el 14 de junio del '82.

Culmina la primera quincena de junio de 1982 y en las Malvinas agoniza la guerra por la soberanía del archipiélago entre nuestro país y el Reino Unido. Oficialmente, serán 904 los muertos; 649 argentinos y 255 británicos. ¿El número de heridos? Todos los que sobrevivieron y podrán volver. Todos tendrán que tratar de recuperarse tras ese doloroso junio del ’82, sino en lo físico, en lo psíquico; de cualquier herida.

La desilusión por la derrota es infinita. Pero guarda que la derrota es infinitamente digna también para los que combatieron con honor.

Y por esas horas, hay otro campo, que pareciera que no puede compararse, que es una barbaridad tenerlo en cuenta; que es pecado considerarlo mientras exista una guerra: el campo de juego. Pero resulta que es el del fútbol. Y encima, debuta en un Mundial nada menos que Diego Maradona.

¿Hay algo más argentino que eso en junio del ’82? Sí, la fe cristiana de más de 100 personas acompañando en Buenos Aires al Papa Juan Pablo Segundo, que como dice el documental La República Perdida “vino a anticiparnos sutilmente la derrota”.

Pero ese Papa nos ilusiona también infinitamente con que “un nuevo sol se levanta sobre la nueva civilización que nace hoy”. Y nos deja la consigna de construir “una cadena más fuerte que el odio y que la muerte”; y que “el camino para eso es el amor.”

La multitudinaria misa de Juan Pablo Segundo en Palermo, en junio del '82.
La multitudinaria misa de Juan Pablo Segundo en Palermo, en junio del '82.

Algo más argentino que el honor de los valientes de las Malvinas, la ilusión del debut de Maradona en un Mundial de fútbol y ¿la devoción cristiana recibiendo al Papa? Sí, algo más: cada junio marca un nuevo aniversario de la muerte de Gardel. Y aquel del ’82 contó 47 años del trágico accidente de “Carlitos”. Todo forma parte de la cultura de nuestro pueblo, de la Patria, por la que los soldados lucharon.

Hacernos cargo de eso nos hace pensar que no es un sacrilegio relacionar el final de la guerra con el Mundial, con Maradona. Al contrario, por ahí es hasta necesario. Y tomar consciencia, mientras cantamos el himno emocionados antes de un partido, siempre es bueno. Si al fin y al cabo, como me dijo una vez el aviador Pablo Carballo, veterano de guerra de la Fuerza Aérea Argentina, “la Patria somos nosotros, todos; y nuestras costumbres, hasta los criollitos y el mate.”

Más voces de quienes combatieron con honor en la guerra de las Malvinas

Ramón Robles, soldado clase ’62 y que peleó con el Grupo de Artillería Aerotransportado 4, recuerda de esas horas: “Desde que los británicos abrieron el fuego para los combates decisivos, los últimos días de la guerra, nosotros no dejamos de tirar. Y en el fragor de la batalla, a nadie se le podía ocurrir estar atento al Mundial o al debut de Maradona, captando una radio de Buenos Aires, de Uruguay o de donde fuera. Si alguien pudo escuchar algo, no estaba en combate.”

Las circunstancias son elocuentes. Se sabe que el Grupo 4 de Artillería, con cuartel en Córdoba (este viernes, se celebra en esa unidad militar de camino a La Calera el bautismo de fuego), disparó más de 4 mil proyectiles con sus obuses de 105 mm en los últimos días. Agotó su munición prácticamente. Del otro lado, la cadencia de fuego de artillería británica sobre las posiciones argentinas fue también impresionante.

El debut de Maradona en un Mundial, justo durante la batalla final de las Malvinas

El debut de la Selección en España ’82, que marcó también el debut de Maradona en un Mundial, sucedió el 13 de junio a las 21 horas de la Madre Patria, en el Camp Nou de Barcelona y frente a Bélgica. En las islas, justo estaba comenzando la batalla final, la del Monte Tumbledown.

Acaba de desarmarse la barrera belga tras un tiro libre. Maradona, frente a más de medio equipo rival, en su histórico debut en un Mundial, en España '82.
Acaba de desarmarse la barrera belga tras un tiro libre. Maradona, frente a más de medio equipo rival, en su histórico debut en un Mundial, en España '82.

Esteban Lamadrid, joven oficial del Ejército Argentino en ese momento, estuvo allí y me dice: “Nuestros hombres pelearon con total entrega. Y lo saben y lo afirman con sumo respeto los mismos británicos. Fueron múltiples las acciones de heroísmo. El pueblo argentino debe sentirse siempre orgulloso de sus veteranos de guerra y honrar la memoria de los caídos.”

Apenas horas antes, había sido la multitudinaria misa del Papa en Palermo; el 12 de junio, cuando entre los peñascos del Monte Longdon resonaba el eco del combate que produjo la mayor cantidad de muertes de los enfrentamientos terrestres de la guerra.

Ojalá, alguna vez, un Papa visite las Malvinas, dé una misa, rece por todos los seres humanos que murieron, por sus familiares; y constate visitando los cementerios y los campos de batalla que la paz que hoy tienen son el mismísimo cielo. Doy fe de eso.

Maradona, que ya era jugador del Barcelona aunque todavía no había disputado un partido con la camiseta del club español, causó sensación. Y sería tan gigante su actuación, sobre todo frente a Hungría, el segundo partido de la primera ronda para nuestra Selección (ganó 4-1 con dos tantos de Diego) como su imagen en los rojos carteles de Coca-Cola por todas partes, según los reportes de la época. “Mira ese tío. Si parece que hace hablar al balón!”, cuentan que exclamaban en las tribunas.

El oficial Esteban Lamadrid, delante de algunos de sus hombres el 14 de junio del '82 en las Malvinas. Atrás, quedó el combate del Monte Tumbledown.
El oficial Esteban Lamadrid, delante de algunos de sus hombres el 14 de junio del '82 en las Malvinas. Atrás, quedó el combate del Monte Tumbledown.

El del debut fue el único partido que nuestra Selección jugó durante la guerra. Porque el segundo cotejo, siempre de la primera ronda, frente a El Salvador, ocurrió el 18 de junio, cuatro días después de la rendición en las islas.

Robles aporta: “a ese partido, los ingleses nos lo pusieron en los parlantes del Camberra, en el que volvimos prisioneros. Escuchábamos, pero la verdad es que más nos interesaba afanarles bebidas de la cantina que tenían en el salón del barco donde estábamos en ese momento.” Maradona haría lo mismo en el apoteósico gol “con la mano de Dios” a los ingleses cuatro años después en México ’86. O no? Y se lo celebramos eternamente.

Robles y la mayoría de los miles de muchachos que fueron a la guerra tenían 18, 19, 20 años en ese momento. Diego, prácticamente la misma edad que los soldados: 21.

Hay una escena, prácticamente al final de la película “Iluminados por el Fuego” (acá no importa para nada si uno coincide o no con su ideología), en la que se representa un espontáneo picadito entre los soldados después de la rendición en el pueblo, capital de las islas.

Uno ve y piensa; se imagina, da verosimilitud a la escena y se conmueve. Con frío, con hambre seguramente; entre la angustia, la tristeza de haber visto a sus compañeros morir; incluso, algunos, despues de haberlos enterrado; ellos mismos, juegan. Con desazón, pero también con la esperanza de saber que volverán a sus casas. Juegan bajo una nevada cuyo silencio por fin derrota al estrépito de las armas. Y ante quien se lleva solo y con destreza esa pelota que vaya a saber cómo la supieron conseguir, uno grita “pasala che...! Dale... Maradona...!”