A tres años de la explosión en Alta Córdoba: perdidos en el olvido

A tres años de la fatídica explosión de la Química Raponi, el 60 por ciento de las familias cuyas propiedades sufrieron graves daños siguen sin obtener respuestas. 

El galpón de la familia Bonfigli continúa abandonado.
El galpón de la familia Bonfigli continúa abandonado.

Natalia Lazzarini

Tres años equivalen a más de 1.950 días, en los que pasan tres Navidades y hasta un Mundial de Fútbol. Pero para muchos vecinos de Alta Córdoba, tres años son sinónimo de la nada misma.

Antes de que el cielo explotara en esquirlas calientes, Julia Paolucci viajaba a Buenos Aires a comprar ropa para sus clientas. Antonio Barrionuevo dormía con la puerta abierta. Y María del Carmen González comenzaba una nueva etapa, al mudarse con sus dos hijos a la casa de su mamá.

Pero el destino es una flecha sin retorno: hoy Julia ya no se mueve por sus propios medios, sufrió un grave cuadro de Alzheimer. Antonio puso una reja con candado. Y María del Carmen ahorra, con la venta de artesanías y carteras, para arreglar los desastres que en su casa dejó la explosión.

Seguí leyendo: Un infarto en el corazón de la explosión

La desidia del humano provocó heridas en otros 66 humanos. Una de gravedad: Pablo Amaya terminó con lesiones en su cráneo. Y otra fatal: María Angélica Cueto perdió la vida, tras la voladura de un portón, cuando ardió la Química Raponi, el 6 de noviembre de 2014, en el corazón de la manzana conformada por las calles Argensola, Góngora, Avellaneda y Rodríguez Peña.

Apenas el 40 por ciento de las viviendas que resultaron afectadas lograron ser reconstruidas, o se terminarán pronto. Son seis casas, sobre un total de 15 que resultaron con graves daños estructurales. El PH de la familia Santillán, el departamento de María del Carmen García, la planta alta de Antonio Barrionuevo (familia Lorenzo) y parte de la casa de Mariela Puddini.

Próximamente volverá la familia Perdiguero, ícono de lucha, aunque sin Ramón, el abuelo, que falleció sin poder regresar a su hogar.

En la otra vereda, nueve viviendas, galpones y locales permanecen en estado de abandono. Aquí figuran, entre otros, las casa de Ramón Iturria y Rosa Ceballos, demolidas y hoy confinadas a baldío.

Los galpones de Mefdel Jachuf, Estela García y Marcelo Bonfigli.

Los departamentos de Víctor Obeide, Paola Planka y Mercedes Yacante. Y las dos construcciones (dos hogares y un local comercial) en los antiguos predios del ferrocarril, que no se tocan por una medida de no innovar presentada por el abogado Mauro Ompré.

Seguí leyendo: Entrega de materiales y demoras en la ejecución 

"Hubo un antes y un después en nuestras vidas –comenta Marciel Santillán, hijo de Julia Paolucci–.  No soy la misma persona y tampoco mi mamá, que envejeció 10 años". Hoy, él tiene 40, y ya no vive con sus hijos. Ellos quisieron irse de la casa maldita. Y de la ciudad.

A la espera

En abril de 2016, la fiscal Eve Flores cerró la investigación y pidió la elevación a juicio.

Sergio Raponi –quien permaneció dos meses en prisión y pagó la fianza– se encuentra imputado por el delito de estrago doloso agravado por la muerte de Angélica Cueto.

“Los tiempos procesales vienen muy lentos”, sentencia Marciel, quien trata de cerrar ese triste capítulo de la historia. Algunas veces, cuando se despierta con pesadillas, la explosión le parece un mal sueño. Entonces abre una caja que había archivado, revisa los recortes de diarios y luego los guarda en lo alto del placard. Lejos del alcance de la mano, y de sus recuerdos más próximos.