Por Juan Manuel González.
Poco menos del 10 por ciento de los 1.109.229 capitalinos habilitados para votar este año tiene menos de 19 años: son los debutantes del sistema electoral, adolescentes que pueden votar pero no entrar a un boliche. Un capítulo más de la siempre confusa relación del poder político con los chicos, que tuvo su punto más sangriento y contradictorio el enviarlos a morir a la guerra aunque no tenían edad legal para viajar sin el consentimiento de sus padres.
El porcentaje del voto joven varía mínimamente en el interior de la provincia, donde muchos migran hacia la ciudad de Córdoba, apenas terminado el secundario, para comenzar la educación superior, corriente que hace que el barrio donde más adolescentes viven sea Nueva Córdoba: 3.721 chicos mayores de 16 y hasta 18 años habitan este particular barrio donde casi la mitad de ellos, el 45 por ciento, es jefa o jefe del hogar. No hay otro barrio donde haya tantos adolescentes jefes de hogar.
Villa El Libertador es el segundo barrio con más adolescentes que podrán ir a votar el próximo domingo por primera vez: este grupo representa el 11 por ciento del padrón. A diferencia de lo que ocurre en Nueva Córdoba, en Villa El Libertador el 38 por ciento de los adolescentes (entre 16 y 18) dejó de estudiar. En Nueva Córdoba, en cambio, el porcentaje de desertores educativos es del 8 por ciento.
No es la única desigualdad por la que atraviesan los adolescentes de ambos barrios: la tasa de embarazo adolescente es del 14 por ciento en Villa El Libertador; y de 2,3 por ciento en Nueva Córdoba. Otro ejemplo: el porcentaje de adolescentes judicializados es del 1,3 por ciento en Villa El Libertador, y del 0,08 en Nueva Córdoba.
Fausto Pigliacampo vive en Alta Córdoba, el tercer barrio con población adolescente (2.314, entre 15 y 18 años). Milita en la Juventud Radical Secundarios, el semillero del centenario partido. Iván Tissera vive en Ameghino Norte. Los adolescentes son el 10 por ciento de la población del barrio. De los 389 chicos que habitan allí, el 38 por ciento dejó el sistema educativo. Iván milita en la Juventud Peronista, como lo atestigua su remera.
Fausto es profundamente antipersonalista: “Hay que seguir los ideales, no a la figura del momento”. Iván es profundamente peronista: “Perón es incomparable. Vi en el peronismo un partido que me emocionó siempre”. Esa será la única grieta entre estos pibes que caminan por la Plaza Colón cuando sólo faltan 10 días para su primera elección. Y la gran coincidencia llena de esperanza: “Hay que respetar al otro”, dirán al unísono al hablar de política.
–¿Sienten que el Estado se preocupa por ustedes? –pregunta Día a Día.
–Sí y no –dice Fausto. –Por ejemplo, la educación sexual es obligatoria: hay profesores que se preocupan y que eligen enseñarnos, pero motivados por su propia preocupación más que por la política bajada desde el Estado.
–Hay profes que, más allá de la materia que den, se encargan y preocupan de enseñarnos y de debatir sobre embarazo adolescente o adicciones– completa Iván.
“Muchas veces sentimos que no se habla nuestro idioma. La mayoría de las charlas son dadas por gente grande, con un código lingüístico distinto al nuestro”, dice Fausto. “Hablar con chicos de nuestra edad que están en rehabilitación, seguramente es para nosotros más interesante que venga alguien a dar una charla en el salón de actos del colegio”, insiste.
“Hay una necesidad de incentivar a los chicos para que permanezcan en la escuela, a que se eduquen: muchas veces las adicciones o la falta de cuidado (en las relaciones sexuales) no son conversadas en la casa de cada uno; entonces, como dijo Fausto, tiene que haber en las escuelas debates interesantes para que nosotros nos involucremos y complejicemos esa información”, dice Iván.
La educación, la falta de ella, es “la problemática” que estos chicos destacan como prioritaria. Los números los respaldan: en los 28 barrios de la ciudad donde se concentra el 33 por ciento del padrón adolescente, el 29 por ciento de los chicos dejó el colegio. En esos mismos barrios, el 0,5 por ciento de los adolescentes pasó por el Complejo Esperanza, pero en algunos barrios ese porcentaje se cuadriplica y más. Por ejemplo, en Residencial San Roque, cerca de donde vive Iván, el 3,7 por ciento de los menores de edad está en el sistema penal juvenil. O en Marqués Anexo, cerca de donde vive Fausto, el 3,6 por ciento de los adolescente participó de un delito.
–¿Sienten que los políticos les hablan a ustedes?
–Es muy relativo, depende mucho de cada político. Hay preocupación por los adolescentes porque representamos a una porción importante de la población, y el político se da cuenta de eso. Hoy se trata que la campaña nos incluya. Pero no lo sé: muchas veces siento que no me hablan a mí (Fausto).
–Siento que les importamos, aunque muchas veces nos hablan del futuro... ¡y los jóvenes somos el presente! Debemos cambiar el presente para mejorar el futuro. Es hermoso militar... Son nuestros primeros pasos y seguramente cometemos errores, pero vamos aprendiendo (Iván).
Otra buena para quienes confían en el futuro: los nuevos militantes no participan de guerra de afiches y tampoco imaginan un conflicto por cruzarse con militantes de otro partido. "Vamos mejorando a pasos agigantados: si él pone un afiche, yo no voy a ir a tapárselo", dice Iván, quien advierte que la violencia política se canaliza a través de las redes sociales. "Mi derecho termina donde empiezan los de él. Estoy en mi derecho de pegar un afiche, pero no tengo derecho de tapar el de otro", dice Fausto.
La única grieta entre las nuevas generaciones políticas es la partidaria. El futuro asoma mejor.