La luna que brillaba sobre el Kempes iluminaba a los hinchas de Talleres que llegaban a alentar al equipo. Había que cambiar la imagen dejada en la derrota en Rosario, ante Central, en la anterior fecha y algunos de los que se iban acercando dudaban de algunos cambios hechos por el técnico, pensaban en lo duro que se ponen los equipos que pelean la permanencia como iba a ser el caso de Central Córdoba. Pero, una vez iniciado el partido, esas dudas empezaron a disiparse.
Desde afuera, los fanas albiazules metían presión. Pero de la buena. Alentando y tirando el equipo para adelante. Los jugadores, adentro del campo de juego, sintieron ese llamado y, desde el inicio mismo, ahogaron al rival.
Diez minutos tardó Talleres para empezar a levantar a su público. Un tiro de Menéndez que tapó el Ruso Rodríguez, arquero rival, hizo ilusionar a más de uno.
Luego hubo una pausa aunque sin renunciar a la intensidad. Ni de los albiazules, en las tres tribunas, alentando ni de los de pantalón corto buscando el gol. Parecía que el gol iba a llegar en cualquier momento y por eso, a pesar de la presión, el equipo nunca se desesperó.
El premio estuvo, luego de una seguidilla de córners a favor. A los 31, vino el tiro de esquina desde la derecha y Méndez ganó de cabeza para hacer delirar a los casi 30 mil hinchas que llegaron al estadio esperando alegrías.
Y, a pesar de la ventaja, Talleres vio que el rival sintió el golpe del 1-0 abajo y fue a buscar el segundo. Lo tuvo, a los 34, con un mano a mano que el arquero rival le tapó a Bustos. Y, ocho minutos después, el mismo Nahuel definió mal una contra que podrían haber significado el 2-0 para irse al descanso más que tranquilos.
En el complemento, se paró mejor el rival. Tuvo el empate, a los 3 y parecía que se encaminaba a una victoria albiazul cuando, a los 6, se fue expulsado el ex Belgrano Meli en el equipo santiagueño.
Hubo tiempo para la ovación en el ingreso de Dayro Moreno, a los 16 pero, dos minutos después, llegó el empate de Central Córdoba. El zurdazo de Alzugaray del 1-1 puso nerviosos a los de afuera de la cancha y esos nervios se trasladaron a los jugadores.
Desde el banco, el técnico intentaba variantes. Al tener un jugador más, sacó a Gandolfi y puso a Payero para manejar mejor la pelota y tratar de llegar con más fútbol al área rival.
Con el tiempo jugando en contra, a Talleres se le hacia complicado llegarle a los santiagueños que, con un jugador menos, aguantaban todo lo que le tiraban.
El aliento del público albiazul se volvió a escuchar sobre el final pero, a pesar de ese empuje final, no tuvieron la recompensa esperada y se tuvieron que ir mascullando algo de bronca por lo que pudo haber sido y no fue.